Las dos soluciones que apuntas son lamentablemente incorrectas.
La inflación, el incremento de la masa monetaria más allá de los bienes creados, es extremadamente negativa, aunque no lo oirás decir a menudo. En esencia no hay diferencia entre un grupo de falsificadores de moneda extremadamente buenos y los gobiernos dedicados a aumentar la inflación. Ambos crean dinero nuevo que intercambian por riqueza real a precio nominal. Conforme más se aleja el dinero de sus manos menos valor retiene y más perjudica a quien lo recibe, actuando como un impuesto invisible. Y los más perjudicados son los que no lo reciben pero sufren el consiguiente incremento de precios. Con razón la falsificación está tan perseguida, los mayores falsificadores no admiten competencia. Además de esto, la inflación es mala para la economía, creando todo tipo de ineficiencias, desajustes y esfuerzos por combatirla que constituyen tiempo y capital perdido para la productividad. Llegando a niveles suficientemente altos, la inflación primero destruye a la clase media, que está bastante retirada de la creación del dinero y no sabe protegerse de ella, perdiendo todos sus ahorros, y finalmente destruye el tejido social pudiendo dar lugar a revoluciones, guerras, totalitarismos, etc.
El crédito, forma parte de la expansión cíclica definida por la escuela austriaca de economía como el ciclo de crédito, o ciclo boom-bust. Cuando a la economía se le va la mano con el crédito, el resultado es la mala distribución del dinero así creado en inversiones no rentables y fallidas a lo largo de toda la economía, con ejemplos máximos como el aeropuerto de Castellón, o el AVE de Toledo a Cuenca (o las ciudades chinas vacías). Al boom crediticio le debe necesariamente seguir el bust en el que dichas malas inversiones quiebran y eliminan el capital mal invertido, porque si no la deuda pendiente actúa de manera tóxica sobre el sistema. Añadir más crédito para proteger al capital mal invertido no puede ser la solución.
Te dejo con una frase de Ludwig von Mises, quien publicó su teoría del crédito en 1912, pero que pertenece a un libro publicado en 1949, Human Action:
«No existen los medios para evitar el colapso final de un boom provocado por una expansión crediticia. La alternativa es únicamente si la crisis debería venir antes, como resultado del abandono voluntario de una mayor expansión crediticia, o más tarde como la catástrofe total y final del sistema monetario implicado.»
Como ves ya estaba en los tratados de economía en 1949, y como ves hemos elegido la segunda opción. Lo repito por si a alguien no le queda claro:
No existen los medios para evitar el colapso final. No existen soluciones mágicas. Grecia no es el problema, es un síntoma. El problema es la expansión crediticia, también llamada deuda, y ni la austeridad, ni la inversión keynesiana para fomentar el crecimiento, ni las intervenciones del BCE, ni los eurobonos, ni todos los préstamos del mundo van a solucionar el problema, más al contrario lo empeorarán, haciendo que el colapso final sea peor. Ningún político o economista a sueldo de ellos os lo dirá, porque esperan retrasarlo y que no les estalle estando ellos a cargo, y porque las acciones que podamos tomar los que sabemos lo que pasa, pueden precipitar la crisis. No obstante precipitar la crisis es una buena cosa. Ojalá la hubieran precipitado hace diez años, y como consigan retrasarla otros diez que Dios nos coja confesados.