Como ex-votante hablo, vaya este recuerdo por delante. Creo que nuestra sociedad está plagada de mentiras. No solo en la política. Tantos son las que las venden o regalan que, por desgracia, se está convirtiendo en una muy mala costumbre social. Lo peor es que la asumimos como normal, la definimos como diplomacia, no siéndolo.
Dicen que es porque la verdad duele y hay que servirla a cucharaditas. Añado que ella solo lo hace una vez. Volviendo a la política, las costumbres per se, se repiten, y con esa iteración las convertimos, todos, sujetos y objetos de la misma, en la mal llamada cultura del lenguaje político.
Admitimos que el político es una figura social cuyo papel es hablar mucho y decir nada. Lo compramos así y esto es muy peligroso. Olvidan, entonces, que quien tiene boca se equivoca y cuando no pueden mantener más su particular historia, descubrimos el pastel de patraña de su falacia inmunda, diaria, doliente. ¿Les seguirán votando?
El anterior gobierno tuvo que subir impuestos y se le tachó de "seco y falto de ideas". Asuman pues que el actual está aún más seco y falto de ideas porque no recuerdo que quede libre de pena un impuesto sin el consiguiente aumento.
Friedrich -con el apellido no me atrevo- fue muy duro. No perdería totalmente la confianza a la primera de cambios, si la mentirijilla no tuvo consecuencias irreversibles, directas o indirectas. Todos somos humanos.
Cuando nos equivocamos, si se trata realmente de un error, tenemos que aprender a admitir que somos responsables de lo que dijimos y no buscar a Diego como solución y disimulo; dar la cara y cesar inmediatamente de alimentar esa cultura. ¿Lo harán ellos alguna vez? Lo dudo.
Por eso, soy ex-votante.
Un abrazo
La cultura es la llave de la vida.