Ahora mismo estoy leyendo un libro sobre la postguerra 1945-49.
Europa entera estaba arrasada.
Aparte de millones de soldados pululando de aquí para allá, y cientos de millones de habitantes famélicos y empobrecidos, prácticamente no quedó nada organizado en pié. Ni había dinero bastante para acometer una reconstrucción burocrática acelerada.
El Plan Marshall no empezó a gestarse sino a partir de 1947.
En muy poco tiempo, partiendo de una miseria y carestía tremendísima, Europa se reconstruyó de una manera modélica.
Por muy mal que se pudiesen hacer las cosas (y nada indica que lo harían TAN mal), la transición burocrática no sería un gran problema. Muchas molestias, seguro que sí. Cosas más complicadas han hecho las personas humanas, incluso las catalanas.
Sobre lo económico, pues algo (mucho o poco) diminuiría la balanza comercial. También disminuiría la balanza tributaria (de signo contrario, en este caso). Y están sobrevaloradas las balanzas comerciales positivas. Pueden ser hasta negativas, al hacer depender de un flujo externo el bienestar interno.
Además, en el comercio interterritorial (intranacional o internacional), más que vender más de lo que compramos (paradigma mercantilista de antes de la revolución industrial), es más importante la optimización de producción y flujos. Si vendemos una cosa de aquí allí, y la transportamos en camión, para ser competitivos podemos o venderla muy barata, o venderla a su precio, pero procurar que el camión regrese con carga.
Si logramos optimizar los costes logísticos, lograremos precios competitivos sin disminuir márgenes.
Eso redundará en mejores posibilidades de inversión en las empresas y retribución de los trabajadores.
Esas empresas capitalizadas serán más productivas, y podrán seguir siendo cada vez más competitivas.
Y los trabajadores con más poder adquisitivo podrán adquirir los productos traidos por ese camión en su viaje de regreso.
Pero claro, si el camión viene llenó de regreso, es que estamos importando, y nos estamos cargando el saldo positivo de la balanza comercial.
En dos escenarios alternativos,
uno que mantenga elevados saldos positivos de la balanza comercial, pero alta presión tributaria y presiones deflacionistas en la industria,
y otro en que desaparezca el saldo positivo de la balanza comercial, pero las empresas se capitalicen, inviertan y logren mayor productividad y competitividad, y aumente el poder adquisitivo de los trabajadores y el conjunto de bienes y servicios disponibles para sus necesidades,
pues yo prefiero el segundo.
la plus belle des ruses du Diable est de vous persuader qu'il n'existe pas!