Es perfectamente comprensible esa sensación de indefensión del ciudadano, de enfado e indignación porque el IMV nos lo han vendido como una 'ayuda social' con carácter de 'urgencia' para personas en situación de precariedad y exclusión social, solas, con hijos, enfermas, etc. pero la realidad es otra, es lento, tiene 'trampas', y no deja de ser un trámite como otro cualquiera con su protocolo y la falta de cumplimiento por parte de ellos de cumplir los plazos e informar debidamente al receptor.
Hay que armarse de mucha paciencia, hacer bien las cuentas y estar muy pendiente de todo.