Re: Cobas AM: Nueva Gestora de Francisco García Paramés
el placer es nuestro pitata, gracias a todos los usuarios de COBAS AM, por sus aportes, y por tener que soportarme que soy a veces un pesado egocentrico.
el placer es nuestro pitata, gracias a todos los usuarios de COBAS AM, por sus aportes, y por tener que soportarme que soy a veces un pesado egocentrico.
Un tocho, pero os jodeis porque sirve para responder a @Mancolepanto.
Sacado del blog de Víctor Morales.
Dar y recibir
¿Acaso no derroté a mis enemigos en el momento que los convertí en mis amigos?
-Abraham Lincoln
Dicen que la gente de éxito tiene tres cosas en común: motivación, capacidad y oportunidad. Si queremos alcanzar el éxito, necesitaremos además trabajo, talento y suerte. Hay, sin embargo, un cuarto ingrediente, un ingrediente crítico pero que a menudo pasa desapercibido: el éxito depende en gran parte de cómo interactuamos con los demás.
Cada vez que interactuamos con alguien, debemos elegir entre intentar conseguir el máximo valor posible para nosotros o contribuir a que el otro consiga valor sin preocuparnos por lo que recibimos. Es decir, elegir entre ser «receptores » o ser «donantes».
Dar y recibir te descubrirá la clave del éxito de quienes se vuelcan en los demás y cambiará para siempre tus percepciones sobre el triunfo y el fracaso. Pero te enfrentará a una paradoja: poner en práctica las ideas de este libro no te funcionará si sólo te mueve la ambición por conseguir el éxito.
Adam Grant es el profesor más joven y mejor valorado de The Wharton School. Combina su labor pedagógica con la investigación. Como consultor y conferenciante cuenta con clientes como Google, la NFL, IBM, GlaxoSmithKline, Goldman Sachs, el Foro Económico Mundial y el ejército y la marina de Estados Unidos. Ha sido distinguido como uno de los profesores predilectos de Business Week y su nombre consta entre los cuarenta profesores más destacados del mundo menores de cuarenta años. Posee un doctorado en Psicología de las Organizaciones por la Universidad de Michigan y una licenciatura en Humanidades por la Universidad de Harvard.
¿Eres donante o receptor?
Incluyo una sorprendente historia que contiene el libro.
La historia de Sampson
Consideremos las batallas políticas de un pueblerino que respondía por el nombre de Sampson. Decía que su objetivo era convertirse en el «Clinton de Illinois» y puso sus miras en hacerse con un escaño en el Senado. Habiendo pasado su juventud trabajando como granjero, Sampson era un candidato improbable para un despacho político. Pero Sampson tenía mucha ambición; con sólo veintitrés años, se presentó por primera vez a las elecciones de su Estado con vistas a tener un escaño. Había un total de trece candidatos, y sólo los cuatro primeros obtenían escaño. Sampson obtuvo un resultado poco brillante, puesto que acabó en octavo lugar.
Perdida esta carrera, Sampson se volcó en los negocios y pidió un préstamo para poner en marcha una pequeña tienda junto con un amigo. El negocio fracasó y Sampson no pudo devolver el crédito, de manera que las autoridades locales le embargaron las propiedades. Poco después, su socio murió sin dejar bienes y Sampson tuvo que cargar también con su deuda. En broma, Sampson se refería a su pasivo como «la deuda nacional»: debía un importe equivalente a quince veces sus ingresos anuales. Le llevó años, pero acabó devolviendo hasta el último centavo.
Después de su fracaso en el mundo de los negocios, Sampson se presentó por segunda vez a las elecciones legislativas de su estado. Pese a tener sólo veinticinco años de edad, acabó segundo y consiguió un escaño. Para acudir a su primera sesión parlamentaria, tuvo que pedir dinero prestado para comprarse su primer traje. Sampson conservó su escaño durante los ocho años siguientes y entretanto obtuvo una diplomatura en Derecho. Al final, con cuarenta y cinco años de edad, se consideró preparado para aspirar a un escaño a nivel nacional. Y se presentó como candidato al Senado.
Sampson sabía que lo suyo era una batalla cuesta arriba. Tenía dos oponentes destacados: James Shields y Lyman Trumbull. Ambos habían sido jueces de la Corte Suprema y tenían unos antecedentes más privilegiados que Sampson. Shields, titular ya del escaño que se presentaba a su reelección, era sobrino de un congresista. Trumbull era nieto de un destacado historiador de Yale. En comparación, Sampson tenía poca experiencia e influencia política.
En la primera encuesta, Sampson apareció sorprendentemente en cabeza, con un cuarenta y cuatro por ciento de apoyos. Shields le seguía de cerca, con un cuarenta y uno por ciento, mientras que Trumbull estaba muy rezagado, con sólo un cinco por ciento. En la encuesta siguiente, Sampson había ganado terreno, haciéndose con un cuarenta y siete por ciento de los posibles votos. Pero la marea empezó a cambiar cuando se sumó a la carrera un nuevo candidato: el gobernador del Estado, Joel Matteson. Matteson era popular y tenía el potencial necesario para robarles votos a Sampson y Trumbull. Cuando Shields se retiró de la carrera electoral, Matteson cogió rápidamente la delantera. Matteson tenía el cuarenta y cuatro por ciento, Sampson descendió al treinta y ocho por ciento y Trumbull estaba sólo en el nueve por ciento. Pero horas después, Trumbull ganó las elecciones con un cincuenta y uno por ciento, superando por muy poco a Matteson, que se quedó con un cuarenta y siete por ciento.
¿Por qué se derrumbó Sampson y cómo hizo Trumbull para subir con tanta rapidez? El repentino cambio de posiciones fue debido a una decisión que tomó Sampson, afectado por un carácter donante patológico. Cuando Matteson se sumó a la carrera electoral, Sampson empezó a dudar de su capacidad de conseguir apoyo suficiente como para hacerse con la victoria. Sabía que Trumbull tenía un grupo de seguidores pequeño, pero fiel, que nunca lo abandonaría. De haberse encontrado en el pellejo de Sampson, la mayoría habría ejercido presión sobre los seguidores de Trumbull para intentar que cambiasen de bando. Al fin y al cabo, con sólo un nueve por ciento de apoyo, el triunfo de Trumbull era una posibilidad muy remota.
Pero la principal preocupación de Sampson no era salir elegido. Sino impedir la victoria de Matteson. Sampson era de la opinión de que Matteson desarrollaba prácticas muy cuestionables. Algunos espectadores habían acusado a Matteson de tratar de sobornar a votantes influyentes. Sampson disponía de información fiable que le aseguraba que Matteson había abordado a algunos de sus seguidores más destacados. De no parecer que Sampson tenía alguna posibilidad, argumentaba Matteson, los votantes cambiarían sus lealtades y le votarían a él.
La inquietud de Sampson por los métodos de Matteson acabó resultando profética. Un año más tarde, cuando Matteson estaba al final de su período como gobernador, hizo efectivos al cobro viejos cheques del gobierno caducados, o hechos efectivos anteriormente, pero que nunca habían sido cancelados. Matteson se embolsó varios cientos de miles de dólares y fue acusado de fraude.
Además de albergar sospechas con respecto a Matteson, Sampson creía en Trumbull, puesto que tenían puntos de vista comunes acerca de muchos problemas. Durante varios años, Sampson había realizado una apasionada campaña a favor de un cambio importante tanto en política como en lo social. Creía que era un asunto vital para el futuro del Estado y Trumbull y él coincidían en este sentido. De modo que en lugar de intentar convertir a los seguidores leales a Trumbull, Sampson decidió caer sobre su propia espada. Le dijo a su director de campaña, Stephen Logan, que pensaba retirarse de la carrera electoral y pedir a sus seguidores el voto para Trumbull. Logan no podía creérselo: ¿por qué con tanta cantidad de seguidores tenía que entregar las elecciones a un adversario con menos seguidores? Logan rompió a llorar, pero Sampson no cedió. Se retiró y pidió a sus seguidores que votaran a Trumbull. Esto fue suficiente para impulsar a Trumbull hacia la victoria, que consiguió a expensas de Sampson.
No era la primera vez que Sampson ponía los intereses de los demás por delante de los suyos. Antes de ayudar a Trumbull a ganar la carrera hacia el Senado, y a pesar de conseguir elogios por sus labores como abogado, el éxito de Sampson se vio amortiguado por un aplastante sentido de la responsabilidad. No era capaz de defender a clientes si intuía que eran culpables. Según uno de sus colegas, los clientes de Sampson sabían que «ganarían el caso… si era justo; de no ser así, era una pérdida de tiempo intentar que los defendiera». En un caso, Sampson tenía un cliente acusado de robo y Sampson abordó al juez de la siguiente manera:
-Si puede usted decir algo por este hombre, hágalo; yo no puedo. Si lo intento, el jurado verá que creo que es culpable y lo condenará.
En otro caso, durante un juicio por un crimen, Sampson se inclinó hacia uno de sus socios socios y le dijo:
–Este hombre es culpable; defiéndelo tú, yo no puedo. -Sampson pasó el caso a su socio, ignorando con ello unos honorarios muy sustanciosos.
Este tipo de decisiones le proporcionaron respeto, pero suscitaron también preguntas sobre si era lo bastante tenaz como para tomar decisiones políticas complicadas.
Sampson «se acerca mucho al hombre perfecto -comentó uno de sus rivales políticos-. Sólo le falta una cosa». El rival explicaba que Sampson no era una persona adecuada para el poder porque dejaba que su preocupación por los demás influyera en exceso su criterio. En política, actuar como donante fue una desventaja para Sampson. Su reticencia a ponerse por encima de los intereses de los demás le costó la elección al Senado y dejó a los espectadores preguntándose si era lo bastante fuerte para el implacable mundo de la política. Trumbull era muy potente en los debates; Sampson era un blandengue.
-Siento mi derrota -reconoció Sampson, pero se mantuvo en sus trece defendiendo que la elección de Trumbull serviría para que se produjeran avances en las causas que compartían.
Después de las elecciones, un periodista local escribió que, comparado con Sampson, Trumbull era «un hombre con talento y poder más reales».
Pero Sampson no estaba dispuesto a quedarse para siempre apartado. Cuatro años después de ayudar a Lyman Trumbull a conseguir su escaño, Sampson volvió a presentarse a las elecciones. Volvió a perder. Pero durante las semanas previas a la votación, uno de los seguidores más francos de Sampson fue ni más ni menos que Lyman Trumbull. El sacrificio de Sampson había dado como consecuencia la buena disposición de su rival y Trumbull no fue el único adversario que se convirtió en su defensor, como respuesta al carácter donante de Sampson. En la primera carrera hacia el Senado, cuando Sampson tenía el cuarenta y siete por ciento de los votos y parecía estar a punto de hacerse con la victoria, un abogado y político de Chicago llamado Norman Judd, lideró un potente cinco por ciento que nunca abandonaría su lealtad hacia Trumbull. En la segunda apuesta al Senado de Sampson, Judd se convirtió en uno de sus apoyos más fuertes.
Dos años más tarde, después de dos campañas senatoriales fracasadas, Sampson obtuvo su primera victoria a nivel nacional. Según un comentarista, Judd no olvidó nunca el «comportamiento generoso» de Sampson e hizo «más que nadie» para garantizar la elección de Sampson.
En 1999, C-SPAN, el canal de televisión por cable especializado en política, realizó una encuesta a más de mil espectadores entendidos. Entre otras cosas, tenían que puntuar la efectividad de Sampson y de tres docenas de políticos más que rivalizaban por puestos similares. Sampson ocupó el primer puesto en la encuesta, recibiendo las notas más altas. A pesar de sus derrotas, era más popular que todos los demás políticos de la lista. Pero ¿sabe una cosa? Sampson’s Ghost era un seudónimo que el pueblerino utilizaba en sus cartas.
Su verdadero nombre era Abraham Lincoln.
Bueno, eso primero lo dirás tu, pues la evidencia empírica dice lo contrario, y la teoría económica también por múltiples razones. Incluido en España, donde los estudios que hay sobre servicios municipales gestionados por funcionarios y por empresas externalizadas muestran que éstas son más baratas y su eficiencia y calidad del consumidor es mayor.
Empezando por la sanidad, como acaba de mostrar el Tribunal de Cuentas en la Comunidad Valenciana
Una apreciación. La presión fiscal de España no es de las mayores...si te comparas con los países de mayor presión del mundo. Si se compara uno con Messi todos parecen segundones. Pero sí está en línea con la OCDE (los países desarrollados del mundo). Esto considerando que la presión fiscal de la OCDE está en máximos históricos y los impuestos no paran de subir. Pero la presión fiscal es un dato engañoso porque se compara al PIb (que incluye además gasto público) por lo que a mismo nivel de impuestos, una subida del Gasto público o de las importaciones te reduce la presión fiscal, aún subiendo impuestos. Además, nuestra diferencia con el resto es básicamente por el mayor desempleo, no porque paguemos poco. De hecho, si se considera la ratio esfuerzo fiscal (mucho más adecuado), lo que pagamos en función de lo que cobramos, España está entre los países líderes (para nuestra desgracia).
Por otra parte, por mucho que se hable de corrupción (que la hay), ciertamente su importe es absolutamente ridículo año a año para las cifras de gasto público, déficit y deuda generada. Nada de ello tiene que ver con el gasto en pensiones y el déficit de la seguridad social, pero NADA. Es algo intrínseco del sistema que hace aguas por todas partes.
Otra cosa, es que por supuesto estamos mucho mejor de lo que algunos venden con relatos amarillistas por diversos intereses (empezando por los políticos), y que los políticos salgan rana como dices (los incentivos del sistema y del votante para ello son grandes).
Un saludo
Respecto al sistema USA hay que entender cómo funciona, en qué consiste y por qué. Es un tema largo, pero hay mucho de mito en él. Empezando por el sistema que se considera privado. EEUU tiene más gasto que España en sanidad pública por ejemplo.La mitad de sus sistema es público (redondeando, un 8,5% del PIB se gasta en sanidad pública y lo mismo en privada). El problema del sistema es que tiene unos pésimos incentivos, y que no son de ahora (surgen en los años 60 con Johnson), que lo llevan a disparar los costes (y en esto tiene que ver mucho el tema de las patentes a medicamentos, la fuerte burocracia y regulación del sistema y medicamentos que dispara los costes, los años de investigación y aprobación de medicamentos, los precios de los mismos, la excesiva medicina preventiva y de pruebas hasta niveles ridículos para evitar cualquier denuncia o mala praxis por el nivel y favorecimiento de litigios y regulación al respecto, la reducción de la competencia; la socialización del sistema, agravada con el Obamacare, que aumenta artificialmente la demanda, encarece los seguros, infla en consecuencia la oferta y los precios como consecuencia...). Es un tema complejo, donde los incentivos legislativos son muy negativos y afectan y distorsionan brutalmente al mercado. Por otra parte, se olvida siempre al hablar sobre él las cosas que se dan por hechas y que ocurren gracias a la parte privatizada del sistema (liderazgo, innovación, avances médicos y técnicos, desarrollo tecnológico...que ni de lejísimos pueden ocurrir en un sistema público por diversos motivos), pero que los países con dichos sistemas se aprovechan para salvar vidas y emplear dichos avances para curar importándolo y aprovechando dicho conocimiento para trabajar con ello.
Si vamos los receptores de servicios privatizados están como locos de contentos, Castor, Hospital de Alzira, laboratorios de la C. de Madrid, recogida de basuras de municipios varios, concesiones de agua...
Loquísimos, unas máquinas de dejar los servicios tirados en cuanto no les llega el cash que ellos quieren.
NADA tiene que ver que las instituciones sean públicas o privadas solamente para que haya cheque escolar. Me explico. La concertada en el sistema actual es todo lo contrario a una aberración como dices. Es precisamente la posibilidad que tienen las familias para elegir mínimamente en libertad la educación que quieren para sus familias. El Estado no les subvenciona nada realmente. Solo les devuelve a dichas familias la mitad de lo que les ha quitado previamente para financiar la deficiente educación pública (peores resultados académicos en las pruebas comparativas y coste más alto por alumno). Y aún así, las familias que envían a sus hijos a un concertado pagan mucho más por la educación que el coste que supone (pagan el 100% de la pública que no van a usar y un 50% adicional de la concertada).
Además, la concertada supone un ahorro salvaje a las arcas del estado por este motivo, pues le libera de un gasto milmillonario en más centros, profesores...para dar cabida a los alumnos de la concertada si ésta no estuviera.
Además, desgraciadamente, ya no puede elegir alumnos en muchas regiones y los que no eligiera como dices, tienen múltiples centros públicos para acudir, que es precisamente lo que muchos defienden (no tendría que haber queja pues).
Perdona, que me digas que supone un ahorro salvaje la concertada con respecto a la pública es no saber de lo que se habla, al Estado le cuesta exáctamente lo mismo una pública que una concertada, la diferencia es el margen de ganancia que tiene el concertado y que detrae de las retribuciones, despidos de verano y demás, de los profesores y demás personal
Ningún profesor en su sano juicio va a ir a un concertado si tiene la capacidad de aprobar una oposición pública, conozco algún caso que se ha ido a una privada de las de mucho nivel porque le pagaban más, pero no para cobrar menos y tener peores concidiones, así que en la vida un concertado va a tener la misma calidad de profesorado y personal que un público.
Luego podemos hablar de como seleccionan al alumnado y demás.