Al contrario de lo que pregonan y de lo que es propio de la teoría inversora de la Escuela Austriaca a la que se adhieren, Azvalor ha hecho, en esta fase de su ciclo inversor -2015 hasta ahora- análisis top-down, fiando el desempeño de su fondo al cumplimiento de su tesis macro -esta también austriaca- sobre la distorsión monetaria de los bancos centrales, las previsiones inflacionistas y un superciclo derivado de las materias primas, al modo de la década de los setenta, en el que podemos estar inmersos. Luego, el stock picking de las compañías ha sido mejorable y su timing todo lo bueno -o malo- que puede ser algo tan impredecible. Pero parece que han acertado y, si el ciclo gira con la intensidad que la previa manipulación del mercado monetario sugiere, pueden hacer unas rentabilidades de época. Pero, paradójicamente, ha sido cosa de sus aborrecidos bancos centrales, no de su análisis del hierro de Valaris.
Cobas, en cambio, ha sido más ortodoxo; y en la ortodoxia está su condena. Han pretendido ser fieles a lo que han hecho siempre, un análisis bottom-up de unas compañías, en las que, sin embargo, han primado el precio a la calidad. Si filtran por lo que más han bajado, como confesó la analista Carmen y se percibe por el tipo de compañías que han incorporado, tienen que cumplirse demasiadas tesis a la vez -cosa poco probable- para que el global no se descalabre. En el caso de Cobas no hay estrategia porque no debe haberla; debería haber, en cambio, un riguroso proceso de selección de compañías no vistas por el mercado, cosa bastante improbable en un tiempo donde la eficiencia del mismo hace poco probable la existencia de tales zonas oscuras.
En fin, no es que el deep value haya muerto, no; pero lleva un tiempo de parranda.