La gente que siga el culebrón titulado El Procés, que ya va por la quinta temporada, se debe de preguntar a qué responde que el presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, haya aceptado intentar la vía de proponer al Estado un referéndum pactado sobre el futuro de España en el que sólo podrían votar los censados en Cataluña. Es la ya denominada Vía Colau, que vendría a ser algo así como la pared noreste del Masherbrum, una montaña del Himalaya. Nadie ha conseguido hacer cumbre por ese lado, pero de tanto en cuanto hay quienes lo intentan.
La interpretación más benevolente para Puigdemont es la de que el Pacto por el Referéndum es una tela de araña en la que enredará a Colau cuando la alcaldesa se dé cuenta de que referéndum pactado vale como ejemplo de oxímoron en el Trivial del Procés. Puigdemont sería entonces el nuevo Capablanca del escaque y el mate. Análisis menos benevolentes concluyen que todos los escenarios posibles del presidente autonómico son callejones sin salida.
Si falla, como es previsible, pedirle al Estado que se juegue España a la ruleta rusa, tendrá que cumplir con su promesa de poner las urnas el próximo septiembre, si es que la CUP le aprueba los presupuestos a su colega Junqueras. Puigdemont está rodeado. Colau, la CUP y Junqueras se rifan quién le va a dar el primer mordisco.
A mayor abundamiento, la sombra tóxica de Carles Sastre, condenado por el asesinato del industrial José María Bultó en 1977, reaparece en la serie. Sastre formó parte del grupo terrorista Terra Lliure y a la mayoría de los medios catalanes les parece que la sorpresa que provoca en medios del resto de España su participación en las cumbres catalanas demuestra lo anticatalanes y cavernícolas que son quienes no comulgan con las fetuas separatistas. Reducen la cuestión a que Sastre ya cumplió condena, 11 años de 48, fue puesto en libertad en 1996 y se convirtió en dirigente de la Intersindical-CSC (Confederación Sindical Catalana), organización de signo independentista.
Primera sorpresa (después de la de los años de pena que no cumplió): ¿en qué rama del sindicato milita, en la del metal? De su último trabajo antes de preso podría pensarse que la tal intersindical es un sindicato, pero no como los del Primero de Mayo. Sastre es el secretario de Organización y cobró notoriedad porque encabezó un manifiesto en favor de Mas y fue presentado en TV3 como "gran reserva del independentismo", sin que se hiciera mención a su participación en el asesinato de José María Bultó por el novedoso procedimiento entonces de adosarle un cinturón bomba al pecho.
Otra sorpresa es que Sastre salga en la foto de familia del Pacto Nacional por el Referéndum, que sustituye a al viejo Pacto Nacional por el Derecho a Decidir. Está en su derecho, faltaría más. Al fin y al cabo, es un ciudadano tan libre como los asesinos, pederastas y violadores que hayan sido puestos en libertad. Claro que, a diferencia de los crímenes de esos exconvictos, el cometido por Sastre es considerado político, lo que blanquea por completo el asesinato. Ocurre con los delitos de sangre políticos lo que pasaba antes con los asesinatos de mujeres, que se consideraban crímenes pasionales y se aplicaban atenuantes del tipo de los "celos patológicos" o la supuesta condición de adúltera de la finada, argumento de la defensa que resultaba inapelable.
Así que la participación en política de un condenado por terrorismo (y Sastre no es el único precisamente) puede considerarse tan irracional como aquello o como permitir que un ex preso por pederastia monte una guardería o que otro que lo hubiere sido por violación atienda un centro de mujeres víctimas de agresiones sexuales. Y eso no significa que se niegue el derecho de Carles Sastre a reinsertarse en la sociedad, sino subrayar que la transversalidad del nuevo Pacte incluye la presencia de un individuo que no ha pedido perdón ni mostrado el más leve signo de arrepentimiento por lo que hizo. Sastre no se ha movido y son su pasado y sus hechos los que le dan derecho a salir en esa nueva foto del procés, cuyos promotores tachan de "democrático, cívico, pacífico y festivo".
En realidad, la política catalana no es un serial, sino algo real en lo que se juega con fuego también real. A modo de ejemplo, la alcaldesa de Berga, Montse Venturós, de la CUP, y Joan Coma, concejal de la misma candidatura en Vich, en una entrevista concedida a la versión catalana del digital Público, avisan de que la independencia no se proclamará de un día para otro. Habrá que estar preparados para todo, deslizan. Venturós y Coma ostentan la condición de investigados por desobediencia.
La alcaldesa afirma:
Lo que está ocurriendo ahora [la "judicialización de la política", según la retórica catalanista] son los primeros embates que tendremos con el Estado español. Que la gente se prepare porque aquí habrá unas hostias que parirán terror y esto nuestro será lo que pasó aquel día. Cuando despierte el monstruo no estaremos hablando de si vamos a declarar o no.
Tal vez para suavizar los amenazantes augurios de su compañera de partido, el concejal Coma añade:
Si esto va de verdad [el procés], y nosotros creemos que sí, y así lo queremos, tendrá que haber movilizaciones en términos de huelgas y más allá de lo que se ha hecho hasta ahora. ¿Qué haremos, nos quitarán las urnas y el día después iremos a trabajar normal? Quiero suponer que no.