Durante el siglo XIX gran parte de los vascos y navarros tomaron profundo odio al liberalismo masón y democrático, tomando lugar un largo debate sobre la conveniencia de eliminar los regímenes forales de origen medieval que pervivían en España, especialmente los vascongados y navarro. Todos las demás particularidad jurídicas de los distintos reinos, comarcas, condados o ciudades habían ido derogándose durante la Edad Moderna, sobre todo ante la llegada de los Borbones, con la implantación de los Decretos de Nueva Planta y su concepto centralista del Estado.
Tras la Revolución francesa, el modelo de organización territorial y racionalización legislativa francés fue adquirido por varios países de Europa, entre ellos España.
A la muerte de Fernando VII, se derogó el Antiguo Régimen absolutista y con él, los fueros y particularismos legislativos. La llegada de Isabel II al trono supuso el establecimiento del Estado liberal y una ley homogénea y centralista para todos los territorios, que generó el alzamiento de un frente a favor de Carlos V y el estallido de dos guerras civiles.
La mayor parte de vascos y navarros tomaron parte del absolutista carlista frente al liberal isabelino. Las dos guerras carlistas son el ejemplo de una lucha por mantener el antiguo régimen absolutista y foral, pero dentro de un contexto español.
Su lema fue “Dios, Patria, Rey”, pues sus ideales eran la vuelta al trono del rey legítimo, Carlos V, hermano de Fernando VII, y no la reina “usurpadora” Isabel II, el mantenimiento de Régimen absolutista y foral en lugar del constitucionalismo, y la religión católica frente al liberalismo.
El pacto de Vergara entre el bando isabelino liberal de Espartero y el carlista absolutista de Maroto, hizo acabar la I guerra carlista, pero Isabel II tuvo que restituir los Fueros sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía, es decir, sin contenido alguno real, como los había tenido hasta entonces.
La respuesta inicial de gran parte de los vascos y navarros ante la idea del centralismo uniformador y la filosofía jacobina liberal y masónica, su igualitarismo forzado, fue el Foralísmo. No todos fueron foralístas carlistas, ya que en las ciudades el fenómeno de la industrialización, los ideales liberales, democráticos e ilustrados fueron defendidos por una burguesía naciente.
Los fueristas trataban de hacer comprender a un gobierno de cretinos masones que la política represiva centralista solo llevaría al desastre. No fue una cuestión identitaria, pues todos se consideraban españoles, nunca plantearon una secesión respecto a España.
Juramento a los fueros vascongados por el pretendiente al trono, Carlos VII, durante la III Guerra Carlista
Este debate parlamentario se realizó en tres momentos: el primero, en el Congreso tras la Primera Guerra Carlista en 1840; el segundo, en el Senado en 1864; y el tercero, otra vez en el Congreso, después de la Segunda Guerra Carlista en 1876. En estos debates parlamentarios, participaron varios diputados vascos que defendieron el mantenimiento de los fueros por considerarlos justos, legítimos y eficaces. En este ideario, también paticiparon literatos y hombres de la cultura euskalduna.
Un primer desencadenante de estos debates surgió de los ideales de políticos y escritores vascos y navarros de tendencia liberal y constitucionalista, como es del caso de Zuaznavar.
José María de Zuaznavar fue magistrado, académico, escritor e historiador navarro (1764-1840). En su obra Ensayo histórico-crítico sobre la legislación de Navarra (1820) constituyó un duro alegato contra la permanencia de las instituciones forales del viejo reino de Navarra. Para Zuaznavar, la desaparición del fuero beneficiaría a la unidad constitucional española, el fuero no era más que una compilación de origen moderno posterior al nacimiento del reino navarro.
Esta crítica dio origen a las corrientes de signo contrario que trataban de buscar en la historia la legitimación de la foralidad del reino de Navarra. Surgiendo en primer lugar Yanguas y Miranda.
José Yanguas y Miranda fue político, escritor e historiador navarro nacido en Tudela en 1782, que llegó a ser secretario de la Diputación de Navarra. Es el máximo exponente navarro al romanticismo, contemplaba el fuerismo liberal bajo ambientación de romanticismo político. Estudiando la incorporación de Navarra al reino de España sin que hubieran vencidos. Para Yanguas el respeto a los fueros navarros por parte de la Corona española, tras la anexión en 1512, hizo que el pueblo navarro correspondiera con muestras de cariño.
Consideraba a la historia y los fueros como elementos característicos de la identidad navarra, publicando un Diccionario de los Fueros y Leyes de Navarra (1828). En esta obra nombra a los fueros como “tan nombrados por todos, como desconocidos de la mayor parte de los navarros”, también pregonaba que los navarros eran descendientes de los vascones, ciudadanos romanos por voluntad de Vespasiano. Pero el fundamento de su obra estaba basado en el nacimiento de los fueros en la invasión de los árabes a España. Surgiendo la necesidad de los navarros de designar un rey o caudillo.
Estatua dedicada a la Ley Foral Navarra
La Contrageringonza o Refutación jocoseria del Ensayo Histórico Crítico sobre la Legislación de Navarra (1833), es un encargo oficial para contrarrestar el ensayo histórico-crítico de Zuaznavar.
La Historia compendiada del Reino de Navarra (1832), basada en los Anales del padre Moret, agrega investigaciones propias y opiniones personales, terminando con una exaltación de la unión de Navarra a la Corona de Castilla.
La Crónica de los Reyes de Navarra, escrita por Carlos, Príncipe de Viana (1842) y su Diccionario de Antigüedades (1840 y 1843), son estudios y síntesis de la historia de Navarra.
Fueron sus más inmediatos seguidores: Joaquín Mencos y Manso de Zúñiga, conde de Guendeláin, nacido en Pamplona, en1799, y Ángel Sagaseta de Ylurdoz. Políticos liberales que como la mayoría se convencían que el mantenimiento de los fueros pasaba por su adecuación a la unidad constitucional.
José Alonso Ruíz de Conejares, fue un abogado, jurista y magistrado navarro, nacido en Corella en 1781. Llegó a ser ministro de Justicia en 1841. En 1848 publicó su Recopilación y Comentarios de los Fueros y Leyes. Presentaba a Navarra como un reino independiente, que mantuvo unas peculiaridades durante su unión con Castilla de igual a igual. Fue el impulsor del Pactismo a mediados del siglo XIX, ideas que hoy en día defienden los nacionalistas, de no reconocer a España como entidad superior sino paritaria. De este punto partió uno de los pilares del ideario de Sabino Arana.
Tanto José Alonso como su seguidor Pablo Ilarregui, no rompen con España, sino lo contrario, afirmando que las leyes de 1839 y 1841, es decir, la Ley Paccionada, son la mejor adecuación del régimen foral al modelo constitucional. Ambos autores defendieron esta doctrina, del foralísmo constitucionalista, y consideraron a Baldomero Espartero.
Juramento a los Fueros vascongados bajo el Arbol de Gernika por el rey de Castilla y señor de Vizcaya, Fernando el Católico (30-07-1476)
En los debates parlamentarios del Congreso de los Diputados de 1840 se distinguió el diputado guipuzcoano Valentín de Olano. Ante las acusaciones que algunos diputados progresistas lanzaron sobre las provincias Vascongadas por considerarlas desleales a la Monarquía debido a su apoyo al pretendiente carlista, Olano reivindicó repetidamente la total lealtad de los vascongados:
“Lo único para lo que he tomado la palabra ha sido para que se sepa que los vascongados somos dignos de pertenecer a esta gran Nación, que queremos abrazar a los demás y que todos somos hermanos. Pues qué, ¿no lidiaron setecientos años los vascongados contra los moros? En los descubrimientos del Nuevo Mundo, ¿no van mezclados siempre nuestros nombres con los de los demás españoles? En la guerra de la Independencia, ¿no nos levantamos en masa padre por hijo como manda el fuero?...”
El alavés, Ramón Ortíz de Zárate, natural de Arriola (1817), estudió en las Universidades de Oñate, Zaragoza y Madrid. Fue procurador síndico, diputado a Cortes y diputado foral. Desde muy joven se dedicó al periodismo; escribió muchos trabajos en defensa de los derechos de los vascos. Una de sus ideas favoritas fue la unión de los vascos peninsulares, "Laurak-Bat" (las 4 en 1), por medio de congresos, reuniones, exposiciones agrícolas e industriales. Escribía sobre la necesidad de una existencia vascongada, una política vascongada y una bandera vascongada, e hizo una llamamiento para escapar de los ideales liberales.
“Los fueros, buenos usos y costumbres dé las provincias Vascongadas sufren todos los días y sufrirán constantemente en lo sucesivo repetidos ataques del gobierno supremo, cualquiera que sea el color político de los hombres que ocupen el Poder”. “Aconsejamos a los alcaldes vascongados que procuren aislarse cuanto les sea posible de los jefes políticos y defender los fueros de los golpes que todos los días les dirigen estos delegados del Poder”. Se refería a los gobernadores civiles.
Laurak-Bat (Las 4 en 1)
Sin embargo, Ortíz de Zarate se sentía español, como expresó en 1855 en frases como: “El pueblo vizcaíno, forma notable contraste con su hermano, el pueblo español”. Habla también de nuestros hermanos de allende el Ebro. “Nosotros constituimos un pueblo hermano, pero distinto del resto de la monarquía”. Llamaba a España “nuestra querida Patria”. Y como otros tantos foralístas, sostenía que el modelo administrativo de regímenes forales debía extenderse al resto de provincias españolas.
Consideraba a las Diputaciones Provinciales y al Estado Liberal, importado de Francia, pero que fueron trasplantados, lamentablemente, "a nuestra patria". Lamentaba que las Cortes de Cádiz de 1812 no hubieran tomado los Fueros vascos como modelo de una Constitución.
“Así no hubieran fracasado, porque el pueblo español rechazará siempre lo que no sea español. Este es nuestro carácter nacional. Copiar las leyes vascas era hacer una legislación a la española.”
Se consolaba pensando en “que el pueblo los acogerá (los consejos), con entusiasmo y más tarde reclamará la opinión de que se estudien los fueros vascongados y se apliquen en cuanto se pueda a las Diputaciones provinciales de la monarquía”.
Explicó su vocación política con estas palabras:
"Convencido de que todos los partidos políticos son infecundos en la administración pública, me he consagrado en la administración pública, me he consagrado por completo a la defensa de los fueros y a la defensa de los intereses generales de España, que todos aman igualmente, confundiéndose en lazo fraternal los hombres de encontradas banderías políticas."
Calificaba a la ley de 1839 de “constitutiva y confirmatoria del régimen foral”. Pedía que se unieran los vascos, pero esa unidad era del "Irurak-bat" (las 3 en 1), las tres provincias vascas sin Navarra, es decir, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya.
Hirurak-Bat (Las 3 en 1)
El senador guipuzcoano Joaquín Barroeta Aldamar se encargó del grueso de la argumentación histórica a favor de los fueros, finalizando su larga intervención con las siguientes palabras:
“Aquí concluyo, señores, deseando que las relaciones de fraternidad de las Provincias Vascongadas con las demás provincias de la Monarquía no se alteren jamás, que sean las que fueron durante muchos siglos, que todas defiendan con valor y gloria a esa buena y amada reina que preside los destinos de España, nuestra patria querida.”
El también senador alavés Pedro de Egaña reclamaba la conservación de los fueros porque el pueblo vascongado había vivido feliz y se había administrado eficientemente con ellos durante siglos. Respondía así al senador liberal Sánchez Silva:
“Los vascongados no quieren solamente su felicidad propia, sino que también desean la de sus hermanos, a quienes nunca han abandonado cuando han tenido necesidad de ellos.... Nos llamamos vascongados porque no queremos renegar de nuestro nombre de pila; pero eso no quita que, siendo vascongados, seamos tan españoles como su señoría (Sánchez Silva) y como el mejor español.”
En 1876, tras la última guerra carlista, se retomó la cuestión foral, esta vez de forma definitiva. El diputado alavés Mateo Benigno de Moraza reivindicó el indudable patriotismo de sus paisanos:
“Si la Nación nos ha dispensado grandes actos de protección, nosotros también hemos procurado dentro de nuestras instituciones responder, en la medida escasa de nuestras fuerzas, a cuanto la Nación ha exigido de aquel pobre país; y como ayer tuve la honra de demostrar, los vascongados han sido los que con el mayor interés de han consagrado siempre, sin que esto se inferir ofensa a nadie, a todo aquello que haya podido reclamar el bien de la Patria y el engrandecimiento de la Nación.”
El conde de Llobregat, diputado vizcaíno, defendió el régimen foral vasco por considerarlo el tradicional español y último resto de “aquellas grandes instituciones municipales españolas, que para mí son tan importantes y tan gloriosas, que constituyen el nervio y vida de nuestra nacionalidad; y que, enemigas de todo lo que es despotismo en cualquier forma que aparezca, son fundamento histórico de este país y uno de los principios de su Constitución interna.”
Recordaba el amor por los fueros que fueron una parte del amor que los vascos sentían por su patria, España, y recordaba los sacrificios que por ella realizaron desde siempre:
“...y sólo os ruego que consideréis el patriotismo de aquel país, lo mucho que ha trabajado y ha defendido siempre a la Nación española: sus fronteras han sido abrasadas; Fuenterrabía ha sido destruida; San Sebastián ha sido quemado doce o catorce veces; y sin embargo siempre hemos estado dispuestos en nuestras guerras con Francia a morir al lado del pendón de Castilla y a sostenerlo con nuestros propios medios, arruinándonos y dando vidas y haciendas y todo lo que poseíamos en defensa de la madre Patria.”
El diputado vizcaíno Camilo de Villavaso reclamó en el Congreso para los vascos un españolismo de mayor abolengo que el de otros:
"... antes que otras regiones de España, antes que otros reinos que hoy componen este glorioso haz de la nacionalidad española, entró en la unidad nacional con un grande espíritu de españolismo y de sentimiento patrio."
También, el diputado vizcaíno Vicuña declaró:
“Y al llegar a este punto, tengo que hacer una manifestación de españolismo, propia de estas provincias, y debo empezar haciéndola por mi mismo... No sé qué predomina en mí, si el afecto a las Provincias Vascongadas o el afecto a la Nación española; ni los recuerdos de la infancia me hacen olvidar en lo más mínimo mi carácter de español, ni las ocupaciones y tráfago de la vida de las grandes poblaciones borran jamás de mi memoria el dulcísimo recuerdo de las alegres montañas y de los verdes valles del país eúskaro. Y este sentimiento que existe en mí, existe también en todos los vascongados, y se prueba en el curso de su historia. De nada sirve que algunas nubes pasajeras puedan ser causa de que los enemigos de aquel país le pretendan presentar como enemigo encarnizado de la nacionalidad española. Señores, la historia de las Provincias Vascongadas va constantemente unida y enlazada a la historia de España.”
Árbol de Guernica
El diputado general de Vizcaya, Fidel de Sagarminaga, se sentía español pero con la necesidad de que esa españolidad respetase el Fuero. Afirmaban defender las foralidades vascongadas “sin perjuicio de las altas y mayores facultades del Estado, pues que de una sola nación se trataba” ya que “el derecho de los vascos consiste en continuar nuestra historia y tradición, no en provecho solamente propio, sino en provecho común de la nación española. Los vascongados no han sido nunca otra cosa que españoles.”
De la ley del 1839 escribió: "Confirmaron (los legisladores españoles), pues, los fueros, y al confirmarlos no trataron de abolirlos; salvaron la unidad constitucional, y al salvarla declararon que la confirmación era sin perjuicio de las altas y mayores facultades del Estado, pues que de una sola nación se trataba."
De la ley del 1876 decía: "La ley del 21 de Julio de 1876 comprende todos los requisitos de legitimidad que la constitución española vigente del mismo prescribe, y en este concepto merece nuestro respeto y acatamiento, como todo lo que de las potestades del Estado dimanan. Así, pues, la obedecemos y ponemos sobre nuestra cabeza en señal de rendimiento."
Después combatió esta ley, cuyas razones que aconsejaban el respeto a los fueros eran: el derecho tradicional y escrito; la importunidad de abolirlos en tiempos alterados; la peculiar naturaleza vascongada. Se congratulaba ante la defensa que de los fueron han hecho, no sólo vascos, sino también, gentes de “otras tierras con las que otros vínculos no nos ligaban que los generales de la patria española.”
Para Sagarminaga, el derecho de los vascos “consistía en continuar nuestra historia y tradición no en provecho solamente propio, sino en provecho común de la nación española y en servirla y atenderla, dadas las reformas que el curso de los tiempos reclamaba, con el mismo espíritu que constantemente nos guiara.”
Acerca de la identidad de los vascos, el parlamentario Sagarminaga declaró en el Congreso, en 1876:
“El señor Cánovas, que tan bien conoce la historia de su patria, que la conoce en realidad como pocos, sabe que los vascongados no han sido nunca otra cosa que españoles, y aquellos entre los españoles que más originalidad y pureza en su españolismo tuvieron.”
Plaza de los fueros, Pamplona
La intervención parlamentaria fue terminada por el diputado guipuzcoano Fermín Lasala, defendiendo el régimen foral con las siguientes palabras:
“He hablado hoy por última vez probablemente con mandato vascongado, cumpliendo un deuda de honor, el deber más sagrado. Si no bastara, defendería todavía con todo ardor la causa vascongada ante el Monarca español, las Cortes españolas, y para bien de España, nuestra patria común ayer, nuestra patria común hoy, nuestra patria común siempre.”
Liborio de Ramery y Zuzuarregui, escritor, publicaba en El Fuerista, y reconocía que los pueblos vascos se habían unido voluntariamente a Castilla, pero recordaba que esta integración fue bajo el respeto a los fueros y su identidad.
La mayor gloria de las letras en Euskera es posiblemente el poeta y músico José María Iparragirre, nacido en Villarreal de Urrechua, en 1820. Por su facilidad para conectar con el pueblo, su magistral empleo de los registros familiares y coloquiales del euskera, y su habilidad para componer letras y músicas que llegaron directamente a la sensibilidad de las gentes cultas y sencillas, está considerado como uno de los mayores bertsolaris de toda la historia literaria y musical del País Vasco.
Carlista desde el inicio, no aceptó el Pacto de Vergara y emigró, recorriendo Europa cantando en euskera y en castellano. Tuvo una vida bohemia y aventurera que le sirvió para que le apelaran de "bardo vasco", imagen que apoyaba con una inseparable guitarra y la improvisación de cantos y versos; fue un gran bertsolari. Su obra, escrita mayoritariamente en euskera (aunque también escribió en castellano, francés, inglés e italiano), recoge algunas de las canciones más significativas y populares de la actualidad.
En 1858 regresó y compuso en Madrid Gernikako Arbola, himno al árbol de Guernica, canción que fue estrenada en el café San Luis de Madrid de la calle de la Montera en 1853 y fue una improvisación en la que le acompañó al piano el maestro Juan María Blas de Altuna. Se dice que, rodeado de un grupo de paisanos suyos, improvisó el himno y no anotó nunca la música.
Como buen despertador del espíritu vasco propagó el culto al árbol de Guernica, símbolo de los Fueros y recorrió los pueblos de Euskadi alcanzando mucha popularidad. Su música en cambio no es de estilo tradicional vasco, y se quejaba del abandono que sufrió por los propios vascos en su exilio, y su miseria final frente a la indiferencia general. Fue un fuerista, no un separatista.