Ni nacionalista ni carlista: el verdadero origen de la Cruz de Borgoña está en el Imperio español
Muchas banderas, guiones y estandartes actuales del Ejército español siguen presentando este emblema. Un claro ejemplo lo constituyen los guiones y estandartes de la Guardia Real, así como el Escudo de Armas del Rey Juan Carlos I, no así el de Felipe VI
César Cervera
@C_Cervera_MSeguir
Actualizado:19/12/2018 02:24h
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La Cruz de Borgoña está identificada por la
Policía Nacional como un símbolo de odio en su catálogo de banderas colocadas por los ultras en los estadios de fútbol. Sin embargo, esta vieja enseña del Imperio español no adquirió hasta 1935 su vinculación con los grupos carlistas, que, en la época de
Manuel Fal Conde, coincidiendo con la reorganización del Requeté, asumió la Cruz de Borgoña como el símbolo principal de los regimientos tradicionalistas de cara a la Guerra Civil.
A la apropiación carlista se une el habitual error de confundir la Cruz de Borgoña con otras banderas que incluyen
la Cruz de San Andrés(esto es, unas aspas sin nudos en distintos colores), diluyendo por completo el origen de este símbolo de gran peso histórico para el Ejército y los españoles.
La antigua enseña del Imperio español fue usada, tradicionalmente, por la Casa de Borgoña a modo de distintivo, y con la llegada de
Felipe «el Hermoso», casado con
Juana «La Loca», desembarcó en la península a principios del siglo XVI. La bandera emplea como elemento central la llamada
Cruz de San Andrés, una cruz en forma de aspa (con dos ángulos agudos y dos ángulos obtusos) que representa el martirio de este apóstol. Según una tradición muy antigua, San Andrés fue crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia. Lo amarraron a una cruz en forma de X y allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban.
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Lo que diferencia a la Cruz de Borgoña de otras
Cruces de San Andrés es que se representa con los nudos de los troncos de las aspas en los lugares donde se cortaron las ramas. Los troncos rugosos en los que fue crucificado el santo.
Crucifixión de San Andrés, por Juan Correa de Vivar
Con la dinastía de los Austrias, emparentados a su vez con la Casa de Borgoña, se adoptó como elemento común para las banderas españolas de la época y los estandartes militares. En tierra, esta bandera ondeó probablemente por primera vez como insignia española en
la batalla de Pavía, en 1525, aunque el ejército de
Carlos I era más bien hispano-germano. Posteriormente se convirtió en la más característica de las utilizadas por los tercios españoles y regimientos de infantería del Imperio español durante los siglos XVI, XVII, XVIII y comienzos del XIX.
De Juan Carlos I a la Florida
La bandera fue el símbolo vexilológico por excelencia de España hasta el advenimiento de
la Casa de Borbón en la figura de
Felipe V. No obstante, este Monarca mantuvo la importancia militar de esta cruz. En un decreto de febrero de 1707 decía:
«Y es mi voluntad que cada cuerpo traiga una bandera coronela blanca con la cruz de Borgoña, según estilo de mis tropas, a que he mandado añadir dos castillos y dos leones, repartidos en cuatro blancos, y cuatro coronas que cierran las puntas de las aspas».
Durante
la Guerra de Sucesión, tanto unidades del bando austracista como del borbón habían portado esta enseña, por lo que era imperativo sustituir progresivamente el diseño en favor de las armas reales sobre paño blanco característico de esta dinastía. Este paño blanco (propio de la Casa de Borbón) también se utilizó en el siglo XVIII por las distintas ramas de los Borbones que reinaban en
Francia, Nápoles, Toscana, Parma o Sicilia, además de España, por lo que
Carlos III decidió cambiar el pabellón nacional a la actual rojigualda, en su génesis solo para la Armada, para diferenciarse mejor de estas otras naciones.
Escudo de Juan Carlos I
En cualquier caso, la Cruz de Borgoña seguiría muy presente en la vexilología patria. Muchas banderas, guiones y estandartes actuales del Ejército español siguen presentando este emblema. Un claro ejemplo lo constituyen los guiones y estandartes de
la Guardia Real, así como el Escudo de Armas del Rey Juan Carlos I, no así el de Felipe VI. A nivel aéreo, el símbolo fue adoptado en el Ejército del Aire poco tiempo después de la creación de esta fuerza en España a partir de 1939, cuando se creó
el Ministerio del Aire. Los aviones militares españoles aún incluyen en su cola esta cruz .
Del mismo modo, el pasado hispánico de numerosos territorios americanos se deja sentir en la importancia que juega en sus banderas
la Cruz de San Andrés, en especial la de Borgoña, entre ellas la de la ciudad de Valdivia (Chile), la de los estados estadounidenses de Florida y Alabama o la del Regimiento de Infantería 1 «Patricios» de Buenos Aires.
Identificada como bandera carlista
Más allá del plano militar, la bandera de Borgoña está vinculada en la actualidad al movimiento carlista –surgido en el siglo XIX a favor del pretendiente al trono
Carlos María Isidro–. No en vano, cabe recordar que durante la primera guerra carlista de 1833-1840, la borgoñona aún seguía siendo la bandera del Ejército, o sea, de las fuerzas regulares de
Isabel II (el Ejército no adoptó la rojigualda hasta 1843). Por tanto, aunque muchas unidades carlistas emplearon la bandera borgoñesa durante el conflicto, su vinculación como enseña oficial del bando carlista es muy posterior.
El 24 de abril de 1935, coincidiendo con la reorganización del Requeté, se estableció su preminencia entre carlistas, y durante la Guerra Civil Española distintos regimientos tradicionalistas y requetés carlistas la usaron dentro del bando nacional.
En este sentido, la «ikurriña» como otras muchas banderas nacionales y europeas incluye una Cruz de San Andrés, en concreto verde, basándose en el escudo del
Señorío de Vizcaya. Su origen no tiene nada que ver con la Cruz de Borgoña ni con el carlismo, sino con los círculos nacionalistas de principio del siglo XX y su intento de ensalzar Vizcaya como un territorio con una historia propia. De hecho, fue diseñada por
Sabino y Luis Arana con la idea de que representara solo a Vizcaya, e incluso se negaron a que su bandera fuera usada para representar a todos los vascos.
Nadie hizo caso a los hermanos que, en 1931, volvieron a levantar una protesta cuando los nacionalistas propusieron formalmente que su «ikurriña» fuera la bandera oficial de todos los vascos.