Acceder

Participaciones del usuario elalcalde68 - Economía

elalcalde68 09/03/18 14:01
Ha respondido al tema Trabajo en grandes almacenes y...
Buenas a todos.   La digitalización, robótica, IA, IoT, el big data, la conectividad de sistemas productivos y clientes... están cambiando todo el sistema laboral y productivo a marchas forzadas.     Las claves de la fábrica inteligente y conectada en la Industria 4.0.   Ayer impartí un  taller a una de las empresas líder del sector de los suministros para la construcción,  Propamsa en un  lugar extraordinario. Se trataba en esta ocasión, durante más de cuatro horas de trabajo, conocer el estado actual de afectaciones tecnológicas que sufre la industria en general, de conocer como afrontar la disrupción ‘ proptech’ en el sector inmobiliario, de trabajar en grupos la generación de nuevos modelos de negocio y, finalmente, adentrarnos en las características más significativas de lo que se denomina ‘fabrica inteligente’ o ‘factoría conectada’. A las plantas de fabricación de componentes para la construcción más avanzadas del mundo se las denomina ‘fábricas inteligentes’ o ‘factorías conectadas’. Una red de dispositivos conectados que ofrecen nuevas formas dinámicas de detectar aspectos de demanda, reconfigurar las cadenas de suministro y rediseñar los procesos de fabricación en un flujo de información a tiempo real y que afecta a cualquier elemento de la cadena de valor borrando los límites entre demanda, diseño, fabricación y suministro. Como decía, en el seminario de ayer expliqué cuales son los elementos tecnológicos a tener en cuenta para adoptar esa transformación y que aspectos en las personas es obligatorio abordar en este campo.  No todas las fábricas son iguales y no a a todos los sectores afecta del mismo modo el resultado comercial de ese tipo de desarrollos tecnológicos. Sin embargo, es cierto que los conceptos que hay detrás de la digitalización profunda de una factoría, tienen un punto inicial. El punto de partida para la fabricación inteligente es fácil de identificar pues comienza cuando las plantas de producción y fabricación se configuran como fábricas conectadas. Las preguntas suelen ser  ¿cómo se hace? ¿con que tecnologías? ¿qué debe hacer mi empresa para que eso sea algo beneficioso? ¿afecta realmente a mi sector? Las respuestas podrían resumirse en cuatro elementos. Todos ellos nos conducen a un nuevo formato de fabricación que aprovecha el conocimiento y experiencia de la propia empresa y adapta sus procesos y relación con el personal utilizando tecnología asociada existente para aportar valor a toda la cadena de producción. En especial asumiendo que el cliente es muy distinto hoy en día. Más del 75% de los pedidos industriales B2B se hacen hoy en día en lugares distintos a la oficina del cliente. El cliente es mobile, la oferta debe ser igualmente flexible a poder ser analizada y comprada desde cualquier dispositivo. El cliente es especialmente sensible a sentirse parte fundamental de esa oferta. El cliente valora ser el centro de la cadena de valor y todo cuanto se hace para que eso suceda permite que la venta sea potencialmente factible. Los cinco aspectos fundamentales que una fabrica conectada, la denominada factoría inteligente, debe cumplir son: 1. Disponer de sensores inteligentes en todos los puntos que puedan ofrecer información relevante en la cadena productiva.  Hasta ahora, muchos equipos de fabricación tenían sensores que son rudimentarios en comparación con las posibilidades que ofrece la tecnología actual. Gran parte de los activos de fabricación existentes se deben modernizar con sensores inteligentes que registran los datos y también los transmiten en tiempo real a los sistemas centrales para alertas, análisis y toma de decisiones de tipo predictivo.  Los sensores avanzados también tienen la capacidad de inspeccionar cualquier equipo automáticamente y solucionar los problemas sin forzar a las líneas de producción a detenerse por completo. 2. El uso de estándares y protocolos que permita que todos los elementos que componen una red de IoT en la fábrica hablen entre sí un mismo lenguaje. Cuando varias redes dispares entran en juego para dar cabida a la Internet de las cosas en una fábrica inteligente, el modo en el que estas máquinas conversan y el modo en el que nos entregan a nosotros sus conclusiones o datos derivados, es determinante. De hecho es eso lo que constituye la base de la fabricación inteligente tal y como la defendemos.  La estandarización de los modos de comunicación entre el equipo, sus operadores y las aplicaciones basadas en la nube se convertirá en un área importante de enfoque para la fabricación. Cómo se manejen estos problemas determinará la velocidad y la eficiencia de los nuevos procesos de fabricación. 3. La seguridad de redes, aplicaciones y datos que se desprenden de los nuevos modelos de relación entre máquinas y el nuevo desarrollo de procesos derivados representan un área de alto riesgo crítico. La seguridad de redes, aplicaciones y datos es una preocupación relativamente nueva y única para la fabricación tradicional que, hasta ahora, sólo había tenido que lidiar con la seguridad y la vigilancia de naturaleza física. Ningún sistema conectado está a salvo de un ciberataque, y las plantas de producción con robots y otros equipos conectados pueden suponer un riesgo para la producción, la reputación de las empresas y los resultados. 4. El nuevo diseño de la planta de producción resulta ser, finalmente, la clave de toda transformación de la Industria 4.0. No habrá transformación sin examinar el diseño de la planta y optimizándolo para procesos de tipo ciberfísico. Por suerte, como ayer mostré, las tecnologías actuales facilitan la creación de diseños de plantas virtuales, los validan a través de simulaciones y luego los presupuestan adecuadamente buscando la eficiencia absoluta. Esto crea plantas más flexibles, reduciendo los costos de construcción y mantenimiento, mejorando la seguridad, reduciendo los estándares de emisiones y reduciendo los requisitos inmobiliarios. 5. La incorporación de sistemas de Inteligencia Artificial que establezcan modos de uso y trabajo eficientes y que permitan predecir aspectos de conflicto. El tradicional uso de sistemas expertos en la industria dará paso a modelos de aprendizaje tipo 'machine learning' que cuanto mayor sea la exposición a las cadenas de producción, mejor será su entrega de opciones. Las tecnologías que se asocian a la AI en una fábrica conectada son la visión artificial, la simulación aumentada, los sitemas ciberfísicos,  la robótica colaborativa, la fabricación aditiva, el cloud para la virtualización y la gestión de datos obtenidos.   Estos cinco elementos son los que marcan cualquier plan de transformación para la industria tradicional que quiere desarrollarse en esta Cuarta Revolución Industrial. Factorías conectadas que se convierten en fábricas inteligentes. Estos son los aspectos de tipo técnico que afectan a la producción y que, sin una transformación relevante por parte del resto de departamentos de una empresa industrial o manufacturera, no es factible en su máxima expresión. Toca reconducir el contacto con el cliente, la obtención de datos comerciales, modificar los procesos administrativos y la presencia digital. Es preciso entender que la empresa se horizontaliza y abarca una estrategia que debe ser compartida. De ahí que muchos clientes, antes de serlo, me cuestionen el coste de llevarlo a cabo. Como advisor de esos procesos, de soporte a las acciones que se desarrollan en cualquier transformación, ayudo a evitar que esos costes sean innecesarios o que vayan en dirección incorrecta. A la pregunta  ¿cuánto costará hacer todo esto? la respuesta está en el resultado posterior. Por un lado, pido que se revise el coste que tendría no hacerlo.  ¿Cuánto tiempo puedes mantener tu competitividad sin afrontar esa transformación? En segundo término, la media entre los casos que yo conozco o he participado, a partir de la total implantación de nuevos modelos tecnológicos y nuevos procesos de ejecución, la mejora de resultados un año después ronda el 10% desde el punto de vista de aplicación de estas soluciones y revisando sólo la reducción de costes y eficiencia de resultados. La transformación de la industria no es opcional. Hay diferentes niveles para llevarla a cabo, pero no es algo que se pueda retrasar. Desconozco si nuestro país va a afrontar de manera seria este reto, si desde las administraciones se va a impulsar este imprescindible avance competitivo, pero lo que sí sé es que otros lo están haciendo.  Francia destina 23 veces más presupuesto público a la implantación de la Industria 4.0 que nosotros. Reino Unido, Alemania y otros cercanos incluso más.  Los países más robotizados son los que más empleo generan  porque sus empresas son más rentables y eficientes y reubican al personal sustituido por una máquina en otras tareas e, incluso, contratan a nuevos para dar respuesta a un incremento de ventas. https://www.marcvidal.net/blog/2017/11/24/las-claves-de-la-fbrica-inteligente-y-conectada-en-la-industria-40   Adaptación de las estructuras productivas, de los trabajadores, d empresas y empresarios, de los ciudadanos, de los funcionarios públicos, de los políticos,... detodos y cada uno de los actores y de cada uno de los indivíduos que componer dichos grupos.     Saludos adaptándose o extinguiéndose.
Ir a respuesta
elalcalde68 09/03/18 11:33
Ha respondido al tema Trabajo en grandes almacenes y...
Buenas a todos.   Artículo sobre la importarcia de la transformación y adaptación digital del sector retail.   DIGITALIZACIÓN Y TRANSFORMACIÓN DIGITAL EN EL RETAIL   Se habla mucho últimamente sobre digitalización y transformación digital como si fueran, por un lado, la misma cosa, y por el otro, una meta a alcanzar en una determinada organización o sector. Ni lo uno ni lo otro es cierto. Empecemos por lo segundo: no existe una transformación digital como hito único. Cada ola de transformación tecnológica provoca fuerzas internas y externas que luchan para cambiar y transformar el modelo en que opera cada sector. La nueva tecnología crea nuevas habilidades, y las nuevas habilidades desarrollan nuevas ventajas competitivas. Cada vez que tenemos nueva tecnología disponible, tenemos, al final del arco iris, una olla llena de nuevas ventajas competitivas que acabarán transformando nuestro sector. Una y otra vez. No es un hecho, es un proceso recurrente: por ahora, más o menos cada diez años. Por otro lado, la digitalización tiene que ver con adoptar herramientas digitales para mejorar procesos, y la transformación con reventar el modelo que soporta estos procesos y reemplazarlo por un nuevo modelo que opere bajo una lógica completamente diferente. La primera supone una mejora incremental y la segunda una  destrucción creativa. Desde este punto de vista, digitalización y transformación digital, son conceptos que chocan entre sí, pues el primero intenta reforzar las estructuras que el segundo pretende dinamitar. De ahí las contradicciones y los conflictos de toda industria ante cada ola de transformación tecnológica. Por eso, generalmente cuanto más inviertes en la digitalización menos abierto estás a la transformación. En cada industria, la transformación digital se produce en dos pasos. El primero nace de la propia industria y es básicamente la digitalización de procesos y soportes para ganar eficiencia, reducir costes y mejorar la calidad final del producto o la experiencia que se ofrece. Esta digitalización es la mejora incremental, una capa de pintura digital a las mismas lógicas de negocio que ya utiliza el sector. Un avance muy importante, cierto, pero no disruptivo. El segundo paso generalmente viene de fuera. Un actor externo, con un perfil tecnológico alto, coge la digitalización que ha hecho la industria, y transforma todo el modelo, digitalizando la única parte que la industria no se atrevió a cambiar: la forma en que se distribuye y retribuye el producto. Y lo hace aplicando nuevas lógicas que proceden de la economía digital. La digitalización del sector hotelero es la gestión de reservas online, la transformación es Airbnb. El retail sufrió una transformación digital temprana. Tan temprana que, por entonces, ni siquiera hablábamos aun de transformación digital. Pero fue una transformación en toda regla. Hace ya más de 20 años, el ecommerce fue la respuesta del retail, a la ola de transformación que suponía entonces la masificación de la conexión a internet doméstica. No fue una reacción natural del sector, el retail de entonces reaccionó digitalizando operaciones y procesos internos. Fueron actores externos, Amazon y eBay, entre ellos, quienes provocaron el cambio de modelo transformando el retail con sus nuevas lógicas digitales. Esta primera transformación temprana corresponde a la primera gran ola de transformación provocada por la red: la de los ordenadores conectados (llamadle web 1.0 si os parece más cool). La nueva tecnología destrozó los límites del tiempo y el espacio y creo retailers capaces de vender inventarios virtualmente infinitos, a cualquier persona del mundo, en cualquier momento. Pero el secreto no era poner un inventario y un listado de precios en un ordenador conectado a esta nueva red. Pocos lo entendieron hasta diez o quince años después. La transformación real era trasladar al retail, convertidas en ventajas competitivas, las leyes de la nueva economía creada gracias a este cambio, leyes y principios de funcionamiento como la  long tail, el  efecto de red, o el ritmo de escalabilidad de la nueva economía digital.La siguiente ola de transformación tecnológica nos llevó a conectar personas en lugar de ordenadores. La red social y el avance de la conectividad móvil confluyeron para que internet se convirtiera en una red de personas (la web 2.0, para los amigos). El retail digital se volvió a re-digitalizar desde dentro: se colocó al consumidor en el centro y se optimizó para responder a personas antes que a máquinas. Los grandes retailers digitales se convirtieron en marketplaces y los retailers físicos en omnichannels. Se añadió inteligencia social y análisis de datos de usuario y se sofisticaron los algoritmos de personalización. Pero la transformación vino, una vez más, desde fuera, reescribiendo la forma en que la industria distribuye y retribuye. Y aparecieron nuevos modelos y actores diseñados en clave social que volvieron a cambiar las reglas del juego, desde Grupon hasta Wallapop. Otra vez, la verdadera transformación no pasaba por incorporar tecnología social a tu tienda online, sino por incorporar en tu modelo de negocio las nuevas lógicas de mercado que la nueva tecnología social habilitaría. Y otra vez, pocos se dieron cuenta hasta que fue tarde. La nueva ola de transformación digital vendrá con el internet de las cosas. Quizás sea esta tercera ola la oportunidad de transformar definitivamente el retail físico (el brick & mortar, para los cool de la web 3.0), que hasta ahora no ha hecho mucho más que pequeñas digitalizaciones operativas. El internet de los objetos conectados está creando un conjunto de nuevas lógicas de mercado basadas en la capacidad de estos objetos de compartir información y en el conocimiento que se puede obtener de toda esta actividad. Tendremos, seguramente, mucha más capacidad predictiva sobre el consumo, y podremos construir modelos de retail predictivos y mucho más eficientes, pasando quizás de un modelo de distribución reactivo a uno proactivo. Llegará un día en que tus zapatos avisarán a la tienda que ya es hora de comprar un nuevo par. Y entonces la tienda podrá predecir esta necesidad con precisión y elaborar una propuesta anticipada y milimétricamente calculada para ti. Ya hay neveras que pueden mandar a tu teléfono la lista de la compra. ¿Qué podríamos hacer si pudiéramos acceder a la lista de la compra de cada una de las neveras de todo un bloque? ¿Y de toda la manzana? ¿Qué nuevo modelo de retail predictivo podríamos diseñar con toda esta información? Aun así, aunque todavía nos parezca ciencia ficción, puede que éstas ideas no dejen de ser meras mejoras incrementales. Una capa de optimización operativa en el modelo actual gracias a la nueva tecnología disponible. Como ha ocurrido en el pasado, esta nueva tecnología habilitará nuevas habilidades, y estas habilidades crearán nuevas ventajas competitivas. La transformación real vendrá, una vez más, de trasladar estas ventajas competitivas a un modelo que transforme radicalmente la forma en que el sector se distribuye y se retribuye sus productos y servicios. Porque, contrariamente a lo que se ve por ahí, la transformación no va de implementar la nueva tecnología en tu viejo modelo, sino de identificar qué ventajas competitivas creará la nueva tecnología disponible y cómo reescribir el modelo de generación, distribución y retribución de valor a partir de estas nuevas ventajas. El secreto de la transformación no está en el hardware, sino en el sistema operativo. Está bien que pensemos en incorporar tecnología digital en las tiendas, es necesario. Y está bien que pensemos en estrategias omnicanales para crear una experiencia que acompañe todo el  customer journey. La omnicanalidad ya es obligatoria para el retail. Pero ni lo uno ni lo otro guardan ya oro al final del arco iris, sólo supervivencia. Esto no es transformación digital, si acaso es una digitalización tardía. Si buscas el tesoro, el camino que has de recorrer hoy es el de la transformación que supondrá el internet de la cosas en el retail. Dicen que lo del oro al final del arco iris es un mito. Yo no lo sé. Pero sí sé que los que lo dicen son precisamente los que nunca se han atrevido, o han tenido nunca la visión de buscarlo. http://flow.es/digitalizacion-y-transformacion-digital-en-el-retail/     Saludos adaptándose a los nuevos tiempos.
Ir a respuesta
elalcalde68 08/03/18 19:26
Ha respondido al tema El futuro automatizado. Jubilación, renta basica y paro
Buenas a todos.   Buen artículo del MIT que incide en los beneficios de la robotización en el trabajo humano.    "Tenemos que demostrar que los robots mejorarán el trabajo humano" El trabajo de Julie Shah consiste en probar que la suma de humanos y máquinas da un resultado mejor que el de cada uno por separado. No quiere que la automatización desplace a los trabajadores sino que la combinación de ambos logre que el trabajo sea más eficiente y seguro   Los compañeros de trabajo robóticos y los asistentes de inteligencia artificial (IA) están a punto de llegar a alguna oficina cerca de usted. Pero en lugar de preocuparse por que los robots se queden con el empleo de las personas, Julie Shah lo ve como una oportunidad. Esta profesora asociada del MIT (EE. UU.), que en 2014 fue una de las ganadoras de nuestro concurso  Innovadores menores de 35 globales, investiga las mejores estrategias de colaboración entre humanos y robots para que el trabajo sea más seguro y eficiente. Su meta la ha llevado a fábricas y hospitales llenos de gente donde trata de descubrir cómo usar la automatización para que los humanos sean más productivos. Nos hemos sentado a hablar con ella sobre lo que podríamos encontrarnos cuando empecemos a trabajar codo con codo con robots, algo que muchos de nosotros ya estamos haciendo.   ¿Cuál es el error más común en el concepto de los robots trabajadores? La gente suele creer que la inteligencia artificial es una capacidad general y poderosa que está buscando su camino a través de todos estos trabajos. Pero  la IA que tenemos ahora mismo no funciona así. Actualmente, cada sistema de inteligencia artificial debe estar diseñado para realizar una tarea muy concreta. Se necesita mucha ingeniería. Y aunque las máquinas son capaces de abordar cada vez más tareas,  no tenemos esa "inteligencia artificial general" que se podría encargar de grandes partes del trabajo humano. A medida que gana habilidades consigue hacer nuevas tareas muy pequeñas en diferentes campos.   ¿Cuál es la diferencia entre implementar robots en una fábrica y un hospital? Cuando se habla de robots que acceden a nuevos sectores de servicios, hospitales y edificios de oficinas, su entorno está mucho menos estructurado. Los robots necesitan aprenderse el contexto: preferencias personales, cuándo el ambiente está ajetreadas, qué día de la semana es. Es muy difícil codificar todo eso. Hemos estado desarrollando técnicas que nos permitan ver a los expertos mientras realizan su trabajo. Observamos cómo los enfermeros deciden qué pacientes asignar a cada habitación.  Observar a humanos expertos permite entrenar a los robots.   ¿Ha identificado alguna industria en la que las personas acepten mejor la automatización? Los cuidados de la salud no tienen un historial que pudiera generar rechazo hacia los robots. Pero en fabricación si hay una sensibilidad cultural hacia los robots que se quedan con los trabajos de las personas. En ese sector suele haber más escepticismo. Tenemos mucha presión para demostrar que los robots mejorarán el trabajo humano sin desplazar a los trabajadores. En el hospital estudiamos a los enfermeros que desempeñaban el rol de gerente de enfermería, ya que controlan parte del horario de la sala de operaciones: a qué salas se asignan los pacientes y a qué enfermeras se les asigna qué pacientes. Su trabajo es matemáticamente más difícil que el de un controlador aéreo, y sin embargo carecen de herramientas que les ayuden a tomar decisiones. Los enfermeros tienen la sensación de que aportan un valor añadido a su trabajo, saben que sus tareas son difíciles y aunque sean los mejores haciéndolas, sienten que aún hay un margen de mejora.   ¿En qué deberían cambiar las conversaciones sobre inteligencia artificial y trabajo? Creo que algo que a veces falta en la discusión y es que la inteligencia artificial no es una tecnología que esté fuera de nuestro control. Nosotros diseñamos la inteligencia artificial, y nuestra forma de enfocar el problema es lo que cambiará los resultados que la IA nos dé. https://www.technologyreview.es/s/10047/tenemos-que-demostrar-que-los-robots-mejoraran-el-trabajo-humano   Hay que intentar buscar los beneficios que nos aporta la digitalización, IA, IoT, robótica,... a nuestro trabajo y la sociedad para integrarlos y beneficiarnos de ellos.     Saludos adaptativos.
Ir a respuesta
elalcalde68 07/03/18 20:26
Ha respondido al tema El futuro automatizado. Jubilación, renta basica y paro
Buenas, Lunatico.   Realmente interesante el trabajo de Fuenmayor y Granell, para leerlo tranquilamente. Con tu anuencia (y desde luego con la referencia a tu gran aportación) he pasado el enlace a un hilo más específico sobre la RBU como es "La OCDE insta a los países a probar la eficacia de la renta básica universal" (respuesta #23)... https://www.rankia.com/foros/economia/temas/3581572-ocde-insta-paises-probar-eficacia-renta-basica-universal?page=2#respuesta_3834944 ...pues aunque evidentemente aquí también hablamos sobre la RBU (eso sí, más circunscrita a una de las consecuencias de la digitalización y la revolución 4.0) el otro hilo creo que es más concreto al respecto.   Gracias de nuevo, Lunatico.   Retomando el tema de la importancia de una política pública que incentive de forma clara la adaptación a revolución tecnológica, os dejo una opinión de Xavier Marcet sobre los políticos y la revolución 4.0.   Los políticos y el desafío 4.0 Que nadie busque en mí uno de esos tipos que creen que todos los políticos son iguales y que los que se dedican a la política solo están para robar. Si piensan eso pueden ahorrarse leer este articulo. En la política hay de todo, y hay de todo en todos los partidos, gente honestísima y gente deleznable, igual que fuera de la política. Como sociedad tenemos un problema serio cuando el sistema político ahuyenta el talento. Qué necesidad tiene la gente de talento de meterse en política, ser considerado poco menos que un pre-corrupto, cobrar mucho menos que lo que cobrarían en el mundo privado y tener una agenda vendida al diablo ? Está claro que a nadie lo fuerzan a dedicarse a la política, pero debería hacernos reflexionar el perfil de gente que se dedica a la política por vocación. No creo que la política convoque hoy a más gente de talento que hace veinte años. Y hablo por España y por Estados Unidos y por Chile y por muchos países que conozco. Sin embargo, las sociedades democráticas fiamos nuestro futuro a la calidad de esta clase política.   El negocio del futuro ha cambiado. Es menos previsible, supone la capacidad de comprender una mayor complejidad. Los cambios se suceden a ritmo de vértigo. AirBnB que ha volteado no solamente el mapa turístico de Barcelona si no todo el panorama de su vivienda de alquiler, hace cinco años era una start up incipiente. Igualmente pasa con Uber. En este entorno la sensación es que la capacidad de aprender y desaprender de la clase política es algo que ni se plantea. Como si los políticos estuviesen tocados por una varita mágica que actualizara sus conocimientos. Los políticos aprenden más por intuición y simpatía (en el sentido de los filósofos griegos) que por concentración. Y si bien no podemos exigir que todos los políticos sean doctores por el MIT tampoco podemos permitirnos una clase política muy desinformada sobre los cambios tecnológicos que ya han llegado. Estamos ante un nuevo paradigma ( IoT, Big Data, Inteligencia Artificial, Robótica, Impresión 3D, Realidad Virtual, Blockchain, Biología sintética, Bioingeniería, Nuevos materiales, Nanotecnología) que va a cambiar todo otra vez. Sin exagerar, cambiará todo, igual que Internet lo cambió todo desde los noventa. No hay que ser ciberpapanatatas ni creer que todo lo que la tecnología permita, sucederá. Pero no hay que ser miope, cambiará otra vez todo.  Y en esta discontinuidad radical que se nos avecina habrá enormes oportunidades y serias amenazas para nuestras sociedades. Y en este contexto de cambio,  los relatos políticos parece que ni están ni se les espera.   No escucho a nuestros políticos hablar de cómo afrontaremos la era de longevidad que se nos abre delante. En cambio escucho hablar de las pensiones cómo si la gente no fuera a vivir muchos más años. No escucho nada sobre cómo afrontar el reto de las grandes pandemias neurodegenerativas que sucederán porqué sabemos parchear mucho mejor el cuerpo que la mente. No veo políticas urbanísticas que contemplen ciudades con grandes porcentajes de gente muy mayor viviendo sola.   Escucho muy poco a políticos ( podemos incluir también a los sindicatos) hablar sobre la transformación absoluta del mundo del trabajo. Y no solamente por el impacto de la robótica si no porqué las empresas deberán ser mucho más flexibles si realmente ponen a los clientes en el centro de su tablero corporativo. Las empresas será más planas, con estructuras más liquidas, serán más adhocráticas que burocráticas. El debate sobre la renta universal es todavía muy incipiente. A mí, me parece una mala solución, pero peor es no pensar en nada. El trabajo es un factor vertebrador de la sociedad, es para tomarse mucho más en serio su transformación.   No escucho a los políticos pensar seriamente sobre todo el enorme potencial de la inteligencia artificial y el Big Data aplicados a la creación de valor público. La necesidad de transformar la administración para tomar las decisiones y realizar las operaciones de otro modo es evidente. Se podrán desplegar políticas públicas con capacidad de personalizar muchos servicios para todo el mundo, pero éstas y otras oportunidades,  conllevarán otro tipo de administración. Por descontado el paradigma actual de funcionariado está a las antípodas de la flexibilidad y permanente aprendizaje que necesitaremos en la administración. Lo insólito es que si la administración no asume su necesidad de cambiar, igual descubrimos que si el Blockchain confirma como tecnología las maneras que apunta, igual no necesitamos a la administración para algunas de sus cosas. Ningún político se atreve a afirmar que el modelo de administración del siglo XX no servirá en el siglo XXI, lo cual es de una evidencia meridiana.   No escucho hablar seriamente de cómo mantendremos servicios universales básicos, como la salud que cambiará muy sustancialmente para mejor, pero que será mucho más cara (al menos al principio de las nuevas oleadas de grandes soluciones).  A un sistema de salud que ha desbordado todas sus costuras, ¿cómo le vamos a incorporar la medicina genética o el apoyo del diagnóstico desde el Big Data si todavía no hemos sido capaces de desplegar la historia clínica compartida? Se necesitan muchos recursos para sostener la salud que viene. Y estos recursos no caen del cielo ni se crean por decreto ley, solamente los disponen la sociedades que saben crear riqueza. Igual que hablamos de salud podríamos hablar de la educación y de sus cambios.   No veo a los políticos dar la importancia vital que tendrá la Ciberseguridad como la gran infraestructura del futuro, como una externalidad imprescindible. No les veo ni reaccionar a las alarmas muy serias que ya tenemos sobre nuestra privacidad personal y sobre la seguridad de las instituciones y corporaciones. Los efectivos que como sociedad dedicamos a estos menesteres nos sonrojarán en muy pocos años.   Veo a muchos políticos hablar mucho de innovación imaginando que van a crear un Silicon Valley en cada esquina. Pero son incapaces de conseguir que las administraciones bajo su responsabilidad innoven o se transformen digitalmente. Para que esto sucediera deberían por empezar a cambiar ellos mismos y la clase directiva que a menudo instalan en las administraciones que controlan. Los políticos, por lo general, predican una innovación que son incapaces de aplicarse.   Y cómo estos, muchos más temas. Como ciudadanos, más que demonizar sin matices a la clase política, lo que debemos exigir es que incorporen estos temas 4.0 en la agenda estratégica de nuestras sociedades de un modo prioritario. Deberíamos también pensar en estas cosas a la hora de votar y reflexionar si estamos aupando gente con capacidad de enfrentar la complejidad que se nos viene. Por su parte, los políticos creo que ganarían legitimidad si admitieran humildemente su poca capacitación y baja orientación a estos temas. Un gran paso a favor de la clase política es que admitieran que para ejercer este oficio ahora hay que aprender y desaprender de otro modo y con otro tempo. Ni más ni menos, lo mismo que nos pasará a todos con nuestros trabajos.     Quizás porqué tengo una vida profesional muy nómada, hace años que perdí todo el interés por la política del día a día, la del rifirrafe de los partidos. La erística política me interesa poco, pero por deformación profesional, me interesa mucho  la estrategia y la innovación. Y aquí es dónde veo carencias desmesuradas. Por ello, más que ridiculizar y quedarnos a gusto con la clase política, deberíamos pensar qué hacer para mejorar las capacidades de la clase política en estos menesteres. Hablar de alfabetización me suena a falta de respeto, hablemos de aprendizaje sistemático. Deberíamos potenciar a aquellos políticos con capacidad de estudiar y aprender sistemáticamente y deberíamos denostar a los populistas sabelotodo . La cuestión es no continuar con esa sensación de desamparo respecto del futuro. No podemos encarar el futuro con gente que se enmaraña constantemente  con el pasado. No podemos pensar el futuro con gente que usa esquemas que perdieron hace años su contexto. Es urgente atraer talento a la política ( quizás deberíamos repensar unas cuantas cosas al respecto) y es urgente facilitar que la clase política incorpore los temas básicos que plantea el nuevo paradigma 4.0 a la lista corta de sus agendas. Nos guste o no, sus agendas nos afectan inexorablemente. http://www.xaviermarcet.com/2017/10/los-politicos-y-el-desafio-40.html   Marcet incide en el anquilosamiento de una clase política indolente ante los tresmendos cambios que ya se están produciendo en la sociedad, la economia, las relaciones laborables, los tipos y formas de trabajo, la tecnología, la ética,..., a todos los niveles y que los politicos no abordan, ya sea por ignorancia, desinterés, cálculos electoralistas... y que están condenando a nuestro país a un retroceso claro en nuestro nivel de vida y bienestar. Los politicos no son vulcanianos que han llegado en una nave espacial, ajenos a nosotros, sino que son el reflejo de una sociedad en gran parte abúlica, acomodada en el estado de bienestar, consciente de sus derechos y ajena a sus obligaciones, carente de valores...; los ciudadanos somos responsables en buena parte de los políticos que votamos, aplaudimos y defendemos a capa y espada aunque nos dejen en calzoncillos, se salyen la ley, nos roben o se pasen la Constitución por el forro de las gónadas. Igual de responsables son los funcionarios, a los que deja una buena perla al respecto: "Por descontado el paradigma actual de funcionariado está a las antípodas de la flexibilidad y permanente aprendizaje que necesitaremos en la administración" Si aquellos que velan por el funcionamiento del Estado mismo no son capaces de reciclarse, evolucionar y presionar a nuestros dirigentes como arietes del cambio, mal vamos.   Al final, como siempre, vuelvo a incidir en que la adaptación a la nueva sociedad digitalizada es tanto una responsabilidad global (de todos y cada uno de los sectores productivos, sociales, profesionales, políticos,...) como individual (de cada una de las personas, de nosotros).   Saludos implicando a todos en la adaptación al cambio.      
Ir a respuesta
elalcalde68 07/03/18 14:22
Ha respondido al tema La OCDE insta a los países a probar la eficacia de la renta básica universal
Buenas de nuevo.   Para terminar el aporte de hoy sobre la RBU, un artículo de opinión del 2004 (nada menos que de Luis maría Linde, actual gobernador del banco de España).   Renta básica, justicia cósmica padre fundador de esta nueva fe es Philippe van Parijs, un profesor de ética todavía joven (nació en 1951) para la fama ya alcanzada, que se presenta a sí mismo como «flamenco afrancesado y cristiano descreído»1. Sus seguidores se han multiplicado durante los últimos años, sobre todo, en los países ricos de Europa, en Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, y también en Sudáfrica y Brasil, pero no en Asia, los asiáticos parecen poco interesados. Los más militantes han fundado congregaciones nacionales, que en Europa se han federado en una asociación, la Basic Income European Network (cuya sigla es, cuestión de suerte, al menos en español y francés, BIEN ). Las asociaciones europeas se mantienen en comunión con sus correligionarios de más allá del Atlántico y de las antípodas, y celebran sínodos nacionales y, a veces, concilios universales 2. Algunos lectores ya lo sabrán, pero, otros, quizá, se pregunten: ¿de qué estamos hablando? Pues estamos hablando de los defensores de la «Renta Básica», una corriente de filósofos morales, activistas políticos y economistas que creen haber encontrado, unos, la vía por la que dar un gran paso adelante hacia la verdadera justicia y la verdadera libertad en el mundo capitalista, y, otros, la buena y verdadera vía para superar el capitalismo y alcanzar, finalmente, la liberación comunista. Aunque resulte paradójico, esta historia, alejada de cualquier apología del orden capitalista, tiene parte de sus raíces en Milton Friedman, uno de los más fervientes defensores del capitalismo y del mercado entre los grandes economistas del siglo XX. Empezaremos por aquí.   EL IMPUESTO NEGATIVO SOBRE LA RENTA En 1962, en Capitalism and Freedom, Milton Friedman propuso implantar un subsidio o renta garantizada para todos los ciudadanos sin ingresos, o con ingresos por debajo de algún nivel mínimo. Lo cobrarían igual el parado involuntario y el ocioso voluntario, e iría disminuyendo en proporción al aumento en los ingresos propios de los beneficiarios. Cualquiera que fuese esa proporción, al llegar a un cierto nivel de ingresos propios, el subsidio desaparecería. El mecanismo se bautizó con el nombre de «impuesto negativo sobre la renta», porque, hasta ese momento, sería el Fisco quien pagaría al ciudadano, y no al revés. Como lo vamos a mencionar bastantes veces, lo designaremos por su sigla, INR. Para Friedman, el INR, aplicado en el marco de un impuesto sobre la renta muy simplificado –incluso, con un tipo único o flat tax, eliminando beneficios fiscales–, tendría varias ventajas respecto a la combinación de un impuesto tradicional sobre la renta y subsidios «sociales» ordinarios, es decir, condicionados a situaciones de desempleo, pobreza, etc. El INR evitaría las discriminaciones personales y el casuismo; sería un subsidio en dinero efectivo, y no en servicios, lo que daría más libertad a los beneficiarios; y simplificaría el sistema de protección social, ahorrando costes administrativos. Sin embargo, la virtud más importante atribuida a un mecanismo como el INR era evitar las «trampas de pobreza», aquellas situaciones en que una persona subsidiada no trabaja, o trabaja menos de lo que podría, por miedo a perder su subsidio. Con el INR, el subsidiado tendría, en principio, interés en trabajar, porque cualquier trabajo remunerado significaría un aumento en su renta neta. Durante los últimos cuatro decenios, el INR ha tenido una vida bastante fructífera. No ha triunfado del todo en ningún sitio, salvo experimentos más bien efímeros y en ámbitos reducidos, pero ha inspirado multitud de propuestas, debates, investigaciones diversas, y se ha incorporado, desde luego, a los manuales de economía pública. Entre 1964 y 1975, el INR de Friedman y una figura distinta, pero emparentada, lanzada en 1965, eldemogrant, del futuro Nobel James Tobin, inspiraron en Estados Unidos varias propuestas de candidatos a la presidencia (del «ultraconservador» Goldwater y del «progresista» McGovern) y un serio y, finalmente, derrotado intento de Nixon para cambiar en profundidad el sistema norteamericano de seguridad social. En 1975, se aprobó en Estados Unidos un mecanismo, pariente del INR de Friedman, el «Crédito Fiscal sobre Rentas Obtenidas» (Earned Income Tax Credit, EITC) que, tras las reformas aprobadas en 1993, se ha convertido en uno de los instrumentos más importantes, si no el más importante, de la política de protección social norteamericana. El EITC, que se gestiona y liquida con el propio impuesto sobre la renta, asegura una renta mínima mediante un subsidio, fijado en función de los ingresos y del número de hijos menores, que, en un primer intervalo de ingresos propios bajos, va aumentando, para, a partir de cierto punto, empezar a disminuir, conforme siguen aumentando los ingresos propios del sujeto. Tanto el EITC norteamericano, como un mecanismo similar implantado en el Reino Unido en 1999, se alejan de la propuesta de Friedman en dos sentidos: su percepción, como ya indicamos, es condicional al trabajo realizado por el beneficiario –si el beneficiario no tiene ingresos diferentes al subsidio no puede percibirlo– y se añade –en vez de reemplazar– a las deducciones fiscales y a otros subsidios directos a los que el sujeto pueda tener derecho. Finalmente, en 1996, la administración demócrata del presidente Clinton eliminó uno de los grandes programas de asistencia familiar nacido en el New Deal de Roosevelt y lo sustituyó por otro programa, el Temporary Assistance for Needy Families, cuyas principales novedades eran la imposición de límites temporales a la percepción de los subsidios y la exigencia de ciertos requisitos de trabajo para poder cobrarlos. A la vez, y esta era una de las claves de la reforma, se disminuyeron de forma sustancial lo que en la jerga se denominan «tipos marginales negativos» en los subsidios directos, es decir, la proporción en que disminuye el subsidio por cada dólar adicional ingresado por trabajo3, precisamente para estimular la oferta de trabajo de los subsidiados4. En suma, desde hace tres décadas, la política de protección social en Estados Unidos y en otros países ha estado muy influida por el rechazo a las prestaciones que hacen disminuir el interés de los beneficiarios por conseguir un trabajo remunerado. Pues bien, la idea de la «Renta Básica» surge en oposición frontal a estas tendencias. LA «RENTA BÁSICA» Las propuestas sobre «Renta Básica» (RB) que circulan desde la publicación del trabajo de Philippe van Parijs y Robert van der Veen en 19865 defienden, en su versión más estricta o exigente, el establecimiento por el Estado de una renta (se evita la palabra «subsidio») individual (no familiar, como en el INR o figuras emparentadas), igual para todos, enteramente independiente de las circunstancias personales de cada uno. Lo cobrarían igual, y por igual importe, el pobre de solemnidad y el rico riquísimo, los empleados y los parados, incluso los ociosos perfectamente voluntarios. El derecho a cobrar la RB sería tan incondicional como el derecho a votar en las elecciones o a disponer de un carnet de identidad, aunque, como ocurre en esos dos casos, también la percepción de la RB podría estar condicionada (al menos, en versiones iniciales, provisionales, o no del todo puras) a un requisito de edad: por ejemplo, la mayoría de edad legal6 Algunas variantes, digamos, «modestas» de RB pueden ser equivalentes a otras propuestas encaminadas a evitar o paliar las «trampas de pobreza» (rentas mínimas garantizadas a través del INR, rebaja de cotizaciones sociales, mecanismos de créditos fiscales al estilo del EITC norteamericano, etc.)7. Por otra parte, dada una RB aplicada junto a un impuesto sobre la renta, siempre puede diseñarse otro impuesto sobre la renta con un mínimo exento de tributación o una cuota tributaria exenta que sea equivalente. Pero una RB realmente individual, universal e incondicional no es equivalente a otras propuestas que tratan de alcanzar objetivos parecidos, pero condicionadas al trabajo del beneficiario o, en todo caso, a su condición de contribuyente en el impuesto sobre la renta. Aunque la corriente actual a favor de la RB no surge en el mundo de los economistas académicos, sino en el de los filósofos morales, no puede decirse que haya quedado confinada en este ámbito. Muchos economistas, algunos muy ilustres, se han ocupado de estudiarla, y han manifestado comprensión, simpatía o, incluso, cierto entusiasmo. Algunos han hecho propuestas muy similares, como la llamada «Renta de Participación Ciudadana», de Anthony Atkinson (1993)8, que se percibiría condicionada a desarrollar un trabajo, pero incluyendo los trabajos no remunerados y voluntarios, o la «Renta Ciudadana», de James Meade (1948 y 1995)9, que sería incondicional, igual que la RB, pero, a diferencia de ésta, estaría integrada en las prestaciones sociales convencionales. Y dos premios Nobel de Economía, Herbert Simon y Robert Solow, manifestaron su apoyo, aun con matices y cierta prudencia «técnica», hacia la idea de la RB10 Las propuestas sobre RB coinciden en el tiempo con la corriente promercado y, digamos, «liberalizante», de reforma o reconstrucción de los mecanismos del Estado del Bienestar que apareció con las crisis económicas de los años setenta. Pero, como ya hemos indicado, su orientación es totalmente contraria a esa corriente y va mucho más allá de cualquier reforma técnica. La propuesta inicial de Philippe van Parijs y Robert van der Veen, fechada en 1986, se titulaba «Una vía capitalista al comunismo», y esta idea, que, quizá, no haya que entender sólo en sentido retórico, se ha repetido por otros. Los partidarios de la RB (si no todos, muchos de ellos) creen que lo primero es precisar los principios de justicia en que se fundamenta su propuesta. Consideran que la justificación es tan sólida que, antes o después, la idea cobrará gran fuerza social (Van Parijs ha comparado la RB con la abolición de la esclavitud y el sufragio universal), y todos los inconvenientes o dificultades de carácter económico o de oportunidad política se superarán, por así decir, inexorablemente. Daniel Raventós, presidente, en la actualidad (2004), de la asociación «Red Renta Básica», que es la sección española de la asociación europea Basic Income European Network (BIEN), ha recordado el triunfo, después de una larguísima batalla, del principio del sufragio universal al defender la RB como un «derecho de la ciudadanía», análogo, estima él, en el ámbito económico, al del sufragio en el sistema político11 Según sus partidarios, la idea de la RB es «ecuménica», en el sentido de que puede defenderse, y aceptarse, desde perspectivas políticas y éticas muy diferentes: desde concepciones libertarias anarco-capitalistas, que rechazan casi cualquier intervención estatal en la economía, a variantes «radicales» del liberalismo (norteamericano) intervencionista inspirado en Rawls, pasando por el republicanismo12, el ideal de una sociedad en la que los ciudadanos gozan de libertad, entendida como no dominación, de seguridad económica y material, una sociedad en la que puedan desarrollar razonablemente sus «proyectos de vida» sin temor a más interferencias, por parte de los demás o por parte del Estado, que las imprescindibles para, precisamente, lograr el «ideal republicano». Esta supuesta indeterminación –o amplitud, como se quiera– de la perspectiva ética o de la teoría de la justicia en la que fundamentar la propuesta de la RB es, para sus defensores, una cualidad muy positiva, una gran virtud. Sin embargo, cualesquiera que sean las ventajas políticas y dialécticas que esa indeterminación proporcione, es dudoso que haga a la propuesta más aceptable o más sólida: es, por ejemplo, muy dudoso que los libertarios capitalistas acepten alguna forma de RB o INR, cualquiera que sea su implementación. Pero, sea como sea, la pretendida virtud «ecuménica» de la RB no es crucial a la hora de analizar su significado, sus posibilidades y sus consecuencias, por lo que podemos dejar aquí esta cuestión. RENTA BÁSICA, CAPITALISMO Y COMUNISMO Y ANHELOS DE JUSTICIA Los defensores de la RB no son un conjunto homogéneo, ni en cuanto a los fundamentos morales de la propuesta, ni en cuanto a su contenido o justificación económica, ni en cuanto a sus posiciones políticas. Si nos atenemos a esto último, parece que hay dos grupos bien diferenciados. Por un lado, están los que no pretenden –o, al menos, eso afirman– acabar con el capitalismo, aunque algunos admiten, como lo hace Van Parijs, que la puesta en práctica de la RB podría significar la imposición de restricciones decisivas a su funcionamiento13, por lo que su posición es bastante ambigua. Dentro de este grupo «capitalista», una segunda familia podría estar representada por Samuel Brittan, el muy agudo y veterano comentarista del Financial Times, simpatizante a distancia, más que defensor activo, de la RB desde una posición que mezcla la defensa liberal del mercado, la racionalización del Estado del Bienestar y un ideal «republicano» moderado14. Por otro lado, están aquellos que rechazan el capitalismo y la economía de mercado y conciben la RB como una vía para su destrucción y su sustitución por una sociedad y una economía socialista o comunista. Salvo excepciones, como la de Brittan, los defensores de la RB rechazan tanto el liberalismo clásico (nos referimos, claro, al de los liberales europeos, no al de los «liberales» o socialdemócratas norteamericanos), que sólo atiende, estiman, a las libertades formales, lo que conduce a una falsa igualdad ante la ley y a una falsa igualdad de oportunidades, como el utilitarismo que, se afirma, no respeta a los individuos y su libertad. Rechazan también la política socialdemócrata, centrada en la protección y defensa de los asalariados, lo cual, se afirma, deja fuera de todo cuidado político a muchas personas entregadas a ocupaciones para las cuales el mercado no ha fijado, o no puede fijar, las retribuciones que serían «justas» y, a veces, ninguna retribución en absoluto15, punto en el que la defensa de la RB conecta con algunas reivindicaciones centrales de los movimientos feministas. La RB se concibe como un mecanismo radical para alcanzar, dentro de la economía de mercado, mayor igualdad y mayor libertad real, entendida esta última en el sentido del «republicanismo», aunque esta es una doctrina muy elástica, en la que caben animales políticos de diferentes especies, y aunque es perfectamente posible defender la RB sin compartir la idea «republicana» de lo que es una sociedad justa. Los defensores de la RB, tanto del grupo «capitalista» como del «anticapitalista», son firmes partidarios, desde luego, de lo que Thomas Sowell16 llama «justicia cósmica». No sólo consideran inadmisibles las desigualdades generadas por el capitalismo y la economía de mercado, que el liberalismo formal tolera y no hace nada (o no lo suficiente) por compensar, o, incluso, justifica ; también, aquellas otras desigualdades, digamos, naturales, que no están causadas por el capitalismo o el mercado (como la desigual dotación de talentos, salud, belleza, etc.), que el liberalismo ni se plantea la posibilidad de compensar. Desde esta visión «cósmica», Van Parijs explica que la idea de justicia que sustenta su defensa de la RB lo abarca todo. Hay que «distribuir todos los recursos a nuestra disposición, ya sean objetos externos o capacidades y habilidades humanas», de forma que se cumpla la condición de que el sujeto que esté enpeor situación esté mejor que en cualquier otra distribución (es decir, como en Rawls, las desigualdades se aceptan sólo en la medida en que permiten mejorar la posición del más desfavorecido)17, lo que exige situar la RB en el nivel máximo posible pero teniendo en cuenta, además, la condición de «diversidad no dominada»18. Esta condición, de denominación un tanto abstrusa, significa que hay que conceder una compensación adicional por las diferencias de «recursos internos» o dotación natural (inteligencia, belleza, simpatía, etc.) de los individuos. Aun después de esta enorme ampliación del objeto al que aplicar nuestras exigencias de justicia, Van Parijs, igual que otros defensores de la RB, prefiere el capitalismo y la economía de mercado a la abolición de la propiedad privada y al dirigismo estatal, por dos razones: 1) porque estima que su mayor eficiencia económica permitirá situar la RB a un nivel superior al que se podría alcanzar en el socialismo, en realidad, al «nivel máximo posible», y 2), porque el capitalismo y la economía de mercado respetan mejor que el socialismo las libertades formales de los ciudadanos, que Van Parijs no desprecia siempre que se cumpla la primera condición. El segundo grupo de defensores de la RB está compuesto por los que rechazan la economía de mercado y el capitalismo. Esta corriente igualitarista, o comunista, considera que la RB es la mejor vía disponible en la actualidad (es decir, tras el hundimiento del sistema soviético y el abandono de modelos de propiedad estatal) para intentar la abolición del sistema capitalista. En España está representada por laAsociación Renta Básica-Baladre, cuyo representante más conocido es José Iglesias Fernández19 que, expresamente, proclama que «un modelo fuerte» de RB es una «alternativa contra el sistema [capitalista]»20. Un «modelo fuerte», según este teórico de la izquierda radical, sería llegar a una RB que alcanzase el 50% del PIB, con dos componentes: el 40% del PIB se repartiría individualmente, mientras que un 10% sería objeto de reparto «colectivo» a través de gasto en sanidad, educación, obras públicas, vivienda, medio ambiente, etc.21. La corriente anticapitalista de la RB tiene, como podía esperarse, menos dificultades intelectuales que la de los defensores del capitalismo: la implantación de una RB «fuerte» apunta, directamente, a la destrucción de la economía de mercado y su sustitución por alguna especie de sociedad y economía comunistas: aquí no hay contradicciones que resolver, ni complejos criterios de elección pública que discutir, ni cálculos fiscales que realizar. La RB como vía de transformación hacia el comunismo no tiene, realmente, demasiado interés. A lo que conduce es a tener que discutir los méritos relativos de economía de mercado y economía colectivista, de capitalismo y comunismo, lo cual, verdaderamente, a estas alturas, produce fatiga. Es más interesante discutir la versión «moderada», la que, en principio, sólo aspira, en el marco de la economía de mercado, a compensar las desigualdades, a lograr una sociedad más justa, con mayor «libertad real», etc. Podemos limitarnos a esta versión «moderada» incluso si creemos que, una vez lanzada la idea de la RB a la competencia entre los partidos en el mercado político, puede sufrir –más bien, es inevitable que sufra– una deriva considerable en la dirección «igualitarista»: la historia del nacimiento y desarrollo del impuesto sobre la renta puede dar algunas pistas sobre el particular. En suma, discutir la versión «capitalista» de la RB no quiere decir olvidar, o no temer, sus probables derivas «igualitaristas». UN PROBLEMA ESPINOSO: LOS GORRONES El objetivo de los defensores de la RB no es, aunque, de paso, puedan conseguirlo, combatir la pobreza, o las injusticias que puedan sufrir los asalariados, o ayudar a los que sufren incapacidad, o están en situaciones personales o familiares de grave dificultad. Su posición está anclada –o ellos así lo pretenden– en un estrato ideológico algo remoto, de ambición más radical, más alejado de los problemas cotidianos: se trata de hacer menos desigual la posición a partir de la cual los ciudadanos intentan llevar a cabo sus «proyectos de vida». La RB, en forma de una renta, o de un capital, a percibir de una sola vez al comienzo de la vida adulta del ciudadano, sería una especie de compensación por las desigualdades de partida, una compensación materializada en recursos económicos, que, podemos aceptar, equivalen o suplen a todos los demás. La RB se recibiría a cambio de nada, incluso por aquellos que pudiendo trabajar no quieran hacerlo: sería enteramente incondicional. ¿Cómo justificar ese «derecho» incondicional, incluso de los ociosos voluntarios, de los «gorrones» (free-riders), a cambio de nada, algo que parece incompatible con la economía de mercado que, se afirma, no se quiere destruir, y todavía más incompatible con el llamado «principio de reciprocidad», que se traduce en el rechazo, amplísimamente extendido en todas las culturas y en todos los tiempos, a favorecer a los gorrones? Los filósofos de la RB han producido centenares, quizá, miles de páginas para explicar esta cuestión y, en resumen, han dado dos respuestas, aunque la segunda se apoya, desde luego, en la primera: 1) que un ocioso voluntario reciba la RB no lo califica o caracteriza de gorrón, porque la RB equivale, simplemente, a devolverle a cada uno su parte de la porción de renta nacional que es común, porque no puede atribuirse a ningún esfuerzo privado o individual (en seguida veremos de qué se trata), y 2) que el concepto de «gorrón» no tiene significado racional, cualesquiera que sean las apariencias, las convenciones y los sentimientos vulgares: todos somos gorrones, de un modo o de otro, y, por consiguiente, nadie lo es. Veamos con algún detalle estas dos respuestas. 1. ¿Qué es eso que es de todos y que todos tenemos derecho a recibir? Pues hay tres elementos, que pueden tomarse por separado, por parejas, o sumarse: a) la aportación a la generación de renta y riqueza de los recursos naturales, que nadie ha creado y son de todos; b) la aportación al flujo de renta actual de la riqueza acumulada por las pasadas generaciones, que es también de todos y, c) la parte de la remuneración de los que tienen un empleo no justificada por su verdadera aportación a la producción. a) La explicación que se refiere a los recursos naturales se suele asociar a los «libertarios de izquierda», y es una vieja conocida de la historia del pensamiento económico desde el siglo XVIII. Parte de la versión fisiocrática de Quesnay, pasa por Thomas Paine, y llega al XIX, con Henry George y Léon Walras. La tierra y, en las versiones modernas más comprensivas, los recursos naturales en general22, son la única fuente de producto o renta neta: todo el producto restante es aportación de capital y trabajo. Por ello, la retribución de los recursos naturales, su renta, es el único y el mejor –en el sentido de más justo y menos perturbador– objeto de tributación. Su apropiación o uso privado legítimo sólo puede ser temporal, y sólo pagando por tal uso su precio de mercado, o precio competitivo (una especie de alquiler), de donde se deduce que esta renta debe ser distribuida entre todos los ciudadanos, que son los verdaderos «dueños» de los recursos naturales. En la práctica, esto significa que el Estado, explotando en nombre de la colectividad los recursos naturales, impondría determinados cánones, tasas o precios de arrendamiento sobre los terrenos para la agricultura y la ganadería, los bosques, el subsuelo para toda clase de minería, los lugares ventosos para la explotación de la energía eólica, el denominado «espacio radioeléctrico» para las comunicaciones, el uso de lugares muy soleados para la generación de electricidad, quizá, los parajes más bellos para su utilización turística, etc. En principio, podría ser tanto un sistema sólo de reparto –cada año se distribuiría el total de lo recaudado por el Estado, sin ahorrar nada, ni invertir nada–, como de capitalización, en algunas de sus posibles variantes, por ejemplo, reservar cada año una parte de los ingresos para ir acumulando un fondo productor, a su vez, en el futuro, de más renta. El único mecanismo de esta clase existente actualmente es el Alaska Permanent Fund, un fondo de inversión, establecido en 198023, que, por diversas razones, parece poco realista tomar como ejemplo para otros países o territorios. b) La aportación a la renta de hoy de la «riqueza acumulada por las pasadas generaciones» es un concepto que puede tener cierto atractivo intuitivo, pero es de muy difícil concreción. Si nos referimos a lo que parece más obvio, las infraestructuras básicas de comunicaciones –carreteras, puentes, vías férreas, canales, puertos, redes de distribución eléctrica, sistemas de telecomunicaciones, etc.–, su aportación al flujo de renta actual podría, quizá, aproximarse por algún cálculo sobre su depreciación, equivalente al flujo de renta que habría que destinar en cada período a financiar la reposición de tales infraestructuras. Pero, en este caso, ¿no sería un tanto disparatado defender su reparto en forma de RB para su previsible filtración al consumo? c) Según Van Parijs, que ha insistido particularmente en este tercer elemento, el mercado de trabajo está lejos de ser el mercado en equilibrio de libre concurrencia24que describe la teoría económica, por lo que la retribución que recibe el trabajo es, en su opinión, superior a su precio de equilibrio, es decir, al valor de su productividad marginal. Además, las remuneraciones de los empleados se deben, en parte, a la tecnología y al conjunto de instituciones que hacen posible una actividad económica ordenada y productiva, todo lo cual constituye el «capital social», concepto este que utilizó expresamente Herbert Simon en su defensa de la RB25. Esos empleos, que son escasos y proporcionan «rentas», pueden considerarse «activos» (en el sentido en el que hablamos de activos financieros, reales o, incluso, intangibles, como las patentes), y está justificado someter a sus «propietarios» –es decir, todos los que tienen un empleo– a impuestos que hagan retornar tales rentas a su legítimo propietario, el colectivo social. Pero, ¿cómo estimar estas «rentas»? No lo sabemos. Realmente, son imposibles de calcular, salvo aceptando hipótesis tan audaces como arbitrarias. Sin embargo, ni la dificultad de estimar la aportación a la renta de los recursos naturales o la de la «riqueza acumulada por pasadas generaciones», ni la imposibilidad de estimar las «rentas» de los empleos considerados como «activos», tienen importancia para los defensores de la RB. Sostienen que la colectividad puede «recuperar» ese valor, que es de todos, simplemente, a través de la «caja negra» de la redistribución, es decir, la intervención, compleja y múltiple, del Estado en la economía, empezando por la vía principal y más directa, que es la fiscal26 2. La segunda respuesta es negar que el concepto de «gorrón» tenga sentido. Se afirma que la RB no viola el «principio de reciprocidad» porque no hay gorrones cuando las cosas se analizan con la suficiente profundidad. Ningún individuo tiene, realmente, derecho a la retribución que le otorga el mercado, si respetamos y aplicamos principios de justicia que traten de compensar las desigualdades debidas a la suerte y a la aportación de externalidades y factores tales como recursos naturales, tecnología, instituciones sociales, a los que el individuo no ha aportado nada o casi nada. Se cumple entonces que «si ninguna recompensa es merecida, ninguna recompensa es inmerecida»27. Pero la afirmación de que todos somos gorrones, o la de que nadie es gorrón, aparte de chocar con lo que podríamos llamar, quizás, el «sentido común» de la especie (humana), sólo se sostiene si aceptamos la primera respuesta en un sentido absolutamente radical, si creemos que no es posible, ni justo, diferenciar aportaciones individuales al flujo de renta y lo atribuimos todo al colectivo social indiferenciado. Como ha señalado Anthony de Jasay28, la justificación de la RB como redistribución de la parte de la renta nacional atribuible a una «externalidad gigante» (el «capital social» de Herbert Simon) no se sostiene fácilmente. La «externalidad gigante» es el resultado de miríadas de externalidades más pequeñas, resultantes –intencionadas o no, esto es irrelevante– de las actividades independientes de individuos concretos, a través de intercambios y decisiones que ya han sido pagadas y liquidadas. Cualquiera que sea su importancia económica y su contribución al aumento de la productividad, no se trata de un factor de producción y, en cualquier caso, su hipotética aportación a la renta es imposible de calcular, tan imposible como calcular la aportación real de un individuo si no aceptamos la retribución que fija el mercado. Por su lado, las «rentas» de los empleos considerados «activos», imputables tanto a las imperfecciones del mercado como a externalidades, son, asimismo, perfectamente incalculables: serán, simplemente, lo que los impuestos logren capturar. El problema, concluye Jasay, no es la «externalidad gigante», sino la desigualdad. Si se quiere, por encima de todo, corregir la desigualdad, es irrelevante que la «externalidad gigante» exista, o no, pertenezca a la «sociedad», o no, y es también irrelevante que no podamos calcular las supuestas rentas que obtienen los trabajadores de sus «activos», que son sus puestos de trabajo. LA ECONOMÍA DE LA RB: FISCALIDAD Y OFERTA DE TRABAJO Los defensores de la RB han señalado que no se trata de una cuestión de «todo o nada». La RB es modulable en su cuantía, en su ámbito de aplicación (quién tendría derecho a la RB) y en la velocidad y forma de implantación. Se podría implantar inicialmente con una cuantía pequeña, o en un ámbito de aplicación restringido, o ambas cosas a la vez, para ir después, poco a poco, a más. Los defensores de la RB son posibilistas en cuanto a su forma de aplicación y aceptarían figuras del INR o créditos fiscales en el impuesto sobre la renta, y algunos, incluso, RB «en especie» (por ejemplo, vacaciones adicionales o años sabáticos obligatorios) como vías hacia la RB en su forma «auténtica» (pago directo del importe correspondiente a cada beneficiario, con total independencia de sus relaciones u obligaciones con el Fisco). Los defensores de la RB –al menos, los asociados a la red europea BIEN– reconocen que su objetivo es empezar ya a aplicar la idea de la RB, no alcanzar ya la meta final. Evidentemente, lo gradual o progresivo de su implantación puede ser muy relevante a efectos de su viabilidad política o financiera en un momento determinado, pero no afecta a la sustancia de los argumentos a favor o en contra de la RB. Pues bien, lo que sostienen sus defensores es que la RB no sólo es más justa que las medidas de «protección social» tradicionales, sino que, además, es más eficiente en sentido económico. Se afirma, en efecto, que la RB es más eficiente en sentido económico que las prestaciones condicionales que forman una parte (una parte, porque existen prestaciones incondicionales muy importantes, como las educativas o sanitarias) del Estado del Bienestar tradicional. Si hablamos de eficiencia económica, no parece que el patrón de medida pueda ser otro que el crecimiento del producto, el empleo y la mejora de los niveles de renta en todos los escalones de la distribución, desde luego, también en los más bajos. Los defensores de la RB deben demostrar que ese es el caso o, por lo menos, si esa demostración es imposible, como, muy probablemente, lo es, que hay suficientes razones para confiar en que ese será el caso cuando se implante la RB. Los problemas económicos que plantea la RB pueden resumirse así: 1) hay que financiarla; 2) hay que intentar prever cuál será el impacto sobre la actividad y la renta de obtener tal financiación y de repartir incondicional e igualitariamente su importe entre los ciudadanos. 1. En cuanto a financiación, lo primero que hay que precisar es si la RB se establece como adición al total de las prestaciones sociales (condicionales e incondicionales) ya existentes, o sustituye, total o parcialmente, a esas prestaciones. La adición significa, evidentemente, que el Estado debe obtener financiación para la totalidad de la RB, además de la totalidad de la financiación para las prestaciones sociales existentes con anterioridad. La sustitución significa que el Estado debe recaudar, adicionalmente, sólo la diferencia entre la RB total y aquella parte de la RB que sustituyera a las prestaciones sociales preexistentes, es decir, aquella parte de la RB que, podemos decir, se pagaría con las prestaciones sociales existentes con anterioridad. Situándonos en el supuesto de sustitución, que es el que normalmente se utiliza, si la RB agregada que corresponde recibir a los beneficiarios de prestaciones preexistentes es inferior a la suma de tales prestaciones, eso significaría que toda la recaudación adicional que obtenga el Estado irá destinada a pagar la RB de los que no recibían antes ninguna prestación; en ese caso, no habría, evidentemente,ninguna redistribución adicional a favor de los «pobres», aunque podría haber una operación de redistribución dentro del grupo de estos últimos. Sólo si la RB agregada que reciben los que ya recibían prestaciones es superior al agregado de tales prestaciones, empieza a haber redistribución de «ricos» a «pobres». Excluyendo figuras racaudatorias disparatadas, dudosas o de fantasía29, o figuras razonables pero de escasa potencia recaudatoria, los fondos necesarios para implantar una RB que incorpore alguna redistribución adicional sólo pueden obtenerse, en lo fundamental, a través del impuesto sobre la renta, mediante el incremento de tipos, eliminación de beneficios fiscales o ambas cosas. En general, no es posible ni, desde luego, prudente, tratar de obtener grandes incrementos de recaudación mediante impuestos indirectos trasladables y muy perturbadores de la producción y de la competencia, o de cotizaciones sociales, que son impuestos directos sobre el uso del factor trabajo. A partir de los parámetros fundamentales de cualquier sistema fiscal real, no es difícil calcular el incremento en los tipos del impuesto sobre la renta necesario para financiar una RB determinada30, y comprobar que ese incremento es muy fuerte, incluso en el caso de que la RB sustituya una gran parte o la totalidad de las prestaciones condicionales ya existentes (siempre, naturalmente, que el colectivo de los que reciban la RB sea más numeroso que el colectivo de los que ya recibían prestaciones sociales). Muchos defensores de la RB están de acuerdo con esto. 2. La segunda cuestión es el impacto sobre la oferta de trabajo (la elección trabajo-ocio) y la actividad económica en general del esfuerzo fiscal necesario para financiar la RB y de la distribución de la RB. Pocos dudan de que los subsidios o prestaciones condicionales pueden afectar negativamente a la oferta de trabajo y, de aquí a la generación de riqueza y a la productividad31. Como ya se ha indicado, en las situaciones conocidas como «trampas de pobreza» o «trampas de desempleo» se prefiere no trabajar más y no ganar más si ello pone en riesgo la percepción del subsidio, o el paso a un escalón superior (y a un tipo marginal superior) en el impuesto sobre la renta, o ambas cosas a la vez, porque ello puede significar que un aumento de la renta bruta por ingresos de trabajo suponga, incluso, una caída de la renta neta si los tipos marginales efectivos totales resultan ser superiores al 100%. Frente a esto se afirma que, debido, precisamente, a su carácter incondicional y universal, la RB evitaría las «trampas de pobreza» y no tendría los efectos perversos de las prestaciones condicionales. Aquí tampoco tenemos la posibilidad de comparar experiencias reales. Los ejercicios teóricos, a partir de modelos que incorporan, naturalmente, supuestos simplificadores, ofrecen dos conclusiones: 1) comparando RB con INR, créditos fiscales en el impuesto sobre la renta o rebajas de cotizaciones sociales, etc., nada garantiza que la RB universal e incondicional sea la mejor opción para hacer desaparecer las «trampas de pobreza»32, y 2) parece difícil que un sistema universal e incondicional como la RB proporcione, salvo a un coste fiscal descomunal, difícil de justificar políticamente y de efectos imprevisibles sobre la asignación de recursos, la actividad económica y el crecimiento, un alivio a la pobreza mayor que el que consiguen sistemas condicionales orientados a grupos específicos33 Pero esto no es lo más importante al tratar de predecir el impacto de la RB. El supuesto más importante que subyace en la defensa de la viabilidad (económica, y, por consiguiente,también moral ) de la RB es que la «gran redistribución» es una cosa, y la asignación de recursos, otra. Pero, citando otra vez a Jasay: «La suposición de que, en un sistema de fuerte interdependencia, la distribución depende de la asignación pero la asignación no depende de la distribución es extraordinaria»34. En efecto, suponer que, en un marco de democracia política y economía de mercado, es posible implantar un sistema fiscal que signifique una gran presión, en un buen número de casos, casi confiscatoria, sobre salarios y rentas, y que el mercado y sus agentes van a seguir produciendo esos mismos salarios y rentas, que son los que permiten la redistribución inicialmente planteada, es contrario a lo que nos dice el análisis económico y la experiencia histórica; y es inseparable, además, de un vicio un tanto primitivo del pensamiento económico, que consiste en creer que la renta y los recursos están dados. Por ello, el problema de los incentivos es, quizás, incluso más grave de lo que sugiere Jasay35. En comparación con este simplismo, el modelo de asignación de recursos y distribución del socialismo de corte soviético, basado en la total estatificación de la economía y su gestión centralizada, podría parecer refinado y, casi, prudente. Ahora bien, si, como sostiene Van Parijs, se trata de «combatir el desempleo sin apoyarse en el crecimiento [económico]»36, entonces, quizá, no importe mucho todo esto. Los justicieros de la RB están convencidos no sólo de sus virtudes morales, sino, además, de sus ventajas económicas. Los economistas están mucho menos seguros. Realmente, algunos temen todo lo contrario. LOS NÚMEROS DE LA RB EN ESPAÑA Hagamos ahora algunos números sencillos para la economía española. El PIB español, a precios de mercado, en 2002, fue 693.925 millones de euros. Si se quiere establecer una RB para toda la población mayor de 18 años (en torno al 80% de la población total) esto nos llevaría, en cifras redondas, a un universo de treinta millones de beneficiarios. Si se fija en, por ejemplo, 300 euros mensuales por beneficiario (una cifra que se menciona con frecuencia en las propuestas que circulan), eso equivaldría a unos 108.000 millones de euros al año, es decir, el 15% del PIB. Las contribuciones o cotizaciones sociales fueron en el año 2002 de unos 88.000 millones de euros, un 13% del PIB. La recaudación total (estatal y autonómica) por todos los impuestos directos e indirectos alcanzó unos 140.000 millones de euros, el 20% del PIB. El total de prestaciones sociales de carácter económico, excluyendo gastos sanitarios y educativos, fue en 2002 de unos 93.000 millones de euros. Supongamos, para empezar, que los 140.000 millones de euros recaudados con impuestos deben dedicarse a financiar gasto público distinto a la RB. Pues bien, si la RB es, en su totalidad, adicional al conjunto ya existente de prestaciones sociales, haría falta un incremento de recaudación (mediante cualquier combinación de impuestos directos, indirectos y cotizaciones sociales) de 108.000 millones de euros (recordamos, unos 16 puntos del PIB), lo que significaría mucho más que duplicar la recaudación por todos los impuestos directos juntos (Renta, Patrimonio y Sociedades), que es de unos 70.000 millones de euros. Los ciudadanos recibirían del Estado o de la Seguridad Social lo que ya recibían antes más la totalidad de la RB, aunque, claro está, algunos tendrían que aumentar considerablemente sus contribuciones para financiar el nuevo sistema, por lo que verían disminuir su renta neta, mientras que otros obtendrían una adición a su renta neta. Los defensores de la RB (al menos los que afirman no querer acabar con el mercado y el capitalismo) se dan cuenta de que incrementar la presión fiscal de forma tan exagerada (un 15% del PIB en el ejemplo para España) no es políticamente fácil, ni puede ser inocuo y, menos aún, estimulante, para la actividad económica. Aceptan, entonces, que la RB pueda sustituir a una parte, o a la totalidad, de las prestaciones sociales ya existentes, de forma que se consiga el objetivo político y «filosófico» –implantar formalmente la RB–, aunque un cierto número de ciudadanos no tenga, inicialmente, ningún aumento en sus prestaciones «sociales». El dilema se resuelve proponiendo, aunque sea provisionalmente, una RB barata. Esta opción barata puede tener dos significados: sustitución «incondicional» (todas las prestaciones preexistentes desaparecen, sustituidas por la RB, con independencia de si algún beneficiario sale perdiendo en el cambio) y «condicionada» (sustitución de forma que nadie salga perdiendo). En esta «sustitución condicionada», que, podemos suponer, es la única aceptable para los defensores de la RB, todo ciudadano estaría en una de estas dos situaciones: 1) si la prestación social, Ps, que ya recibe es mayor o igual que la RB, seguiría recibiendo, tras la implantación de la RB, en total, lo mismo que antes: RB + (Ps – RB), es decir, Ps; 2) si la Ps es menor que la RB, saldría ganando, pues recibiría Ps + (RB – Ps), es decir, RB. Las necesidades adicionales de financiación del Estado en esta opción de «sustitución condicionada» serían iguales a 1), la RB destinada a la población (N1) que antes no recibía ninguna prestación social, (N1 x RB), más 2), la suma de las diferencias entre la RB y la prestación social total (una prestación o la suma de varias) recibida antes por cada beneficiario, en los casos en que esa prestación social total, Ps, fuese inferior a la RB, es decir, cuando la diferencia (RB – Ps) fuera positiva, en total (RB – Ps*) x N2, siendo N2 el total de beneficiarios que recibían prestaciones sociales inferiores a la RB y Ps* la media ponderada de esas prestaciones. El tercer grupo que nos queda por considerar, los beneficiarios de Ps superiores a la RB, no añade necesidad de nueva financiación cuando se implanta la RB. De acuerdo con los datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales37, el gasto total en prestaciones sociales distintas a las sanitarias y educativas (es decir, en la terminología de la estadística oficial,invalidez, vejez, supervivencia, hijos, desempleo y exclusión social) en 2002 fue, como ya indicamos más arriba, de 93.000 millones de euros; el total de beneficiarios de prestaciones económicas de todas clases lo podemos redondear en nueve millones38. El grueso de las prestaciones inferiores a la hipotética RB de 3.600 euros anuales se concentra en las pensiones de orfandad (300.000 beneficiarios, media de 2.600 euros anuales), asistenciales (50.000 beneficiarios, media de 1.400 euros anuales) y de inserción social (90.000 beneficiarios, media de 1.800 euros anuales); la media ponderada de las prestaciones medias de estos tres colectivos, que suman unos 440.000 beneficiarios, fue, en 2002, de 2.300 euros anuales. Resumiendo, las necesidades adicionales de financiación para la puesta en marcha de una RB de 300 euros mensuales en la opción de «sustitución condicionada» sería el equivalente a veinte millones de rentas básicas (para los que no recibían ninguna prestación social condicional) a 3.600 euros, más,redondeando, unos 600 millones de euros, destinados a completar, hasta el importe de la RB, las prestaciones inferiores a ésta [(3600 – 2300) x 440.000]. Así, el Estado debería recaudar adicionalmente, o detraer de otros gastos, o endeudarse cada año por 72.000 millones de euros para pagar la RB a los que antes no recibían ninguna prestación (siempre, insistimos, dejando fuera las sanitarias y educativas, que el Estado seguiría proporcionando en todo caso), más una cantidad muy pequeña para completar, hasta la RB, lo recibido por los que antes ya recibían prestaciones sociales inferiores a la RB. Estaríamos, parece claro, ante una gran operación de redistribución dentro de los grupos de ingresos medios y altos, aunque para unas 450.000 personas de las, supuestamente, más pobres, la RB significaría una ganancia que podría ser significativa: 2.200 euros al año para los beneficiarios de prestaciones asistenciales, 1.800 euros al año para los beneficiarios de prestaciones de inserción social y 1.000 euros al año para los beneficiarios de prestaciones de orfandad. Al proponer, para salvar su propuesta e iniciar el camino que quieren recorrer, una RB barata, sus defensores podrían hacerse la siguiente pregunta: ¿cuál sería el interés de esos dos tercios de los adultos, potenciales beneficiarios, en una redistribución para sí mismos? El dilema que se plantea puede, quizá, resumirse así: cuanto más barata sea –cuanto más pequeño sea su importe y a más tipos de prestaciones sociales preexistentes sustituya– más financiable es, naturalmente, la RB, pero menos defendible, o menos justificable, resulta la redistribución que lleva a cabo; cuanto más cara sea –cuanto mayor sea su importe y a menos prestaciones ya existentes sustituya–, más inviable resulta en términos fiscales y más perturbadores serán sus efectos sobre la actividad económica, sin disminuir los rasgos un tanto absurdos de la redistribución que lleva a cabo en los grupos de rentas medias y altas. «JUSTICIA CÓSMICA» Y ECONOMÍA Pero supongamos que no es preciso un aumento de la presión fiscal porque el importe necesario para implantar la RB (en el ejemplo para España, esos 72.000 millones de euros) se obtiene íntegramente del ahorro de otras partidas del gasto público. ¿Tiene sentido todo esto? Para los fieles de la RB y afines, la respuesta es sí, desde luego. Tomando prestadas las ideas y terminología de Thomas Sowell, podríamos decir que la fortaleza de esa convicción se asienta en la adhesión a los principios de la «justicia cósmica» para alcanzar el Bien Supremo, la Igualdad. Sowell llama «justicia cósmica» a la acción colectiva que trata de «corregir no sólo las consecuencias de decisiones sociales o de otras acciones colectivas [...] sino, también, por ejemplo, de mitigar el infortunio de las personas con carencias o anomalías físicas o mentales [...] buscando compensar, o hacer más justas, las desgracias inmerecidas que surgen tanto de la sociedad, como del cosmos»39 La «justicia cósmica» es algo muy diferente a la justicia tradicional. Ésta no pretende la igualdad de resultados, sino la igualdad ante la ley y ante los procedimientos legales, y considera enteramente fuera de su objeto compensar la desigual dotación de cualidades y defectos que el azar genético y social reparte entre las personas; tampoco considera tener que corregir, o penalizar, las ventajas aparentemente inmerecidas que no resulten de la violación de la ley y hubieran podido corresponder a cualquiera. Mientras que la justicia tradicional «se refiere a las reglas bajo las que actúan y se relacionan seres humanos de hoy, de carne y hueso [...] la "justicia cósmica" abarca no sólo a individuos y grupos que existen, realmente, hoy, sino, también, a abstracciones de grupos que se extienden a lo largo de generaciones o, incluso, de siglos»40. La llamada «justicia social», que es parte de la «justicia cósmica», se refiere, sobre todo, a las desigualdades económicas y sociales y su objeto crucial es imponer la igualdad. La «justicia cósmica» no es, dice Sowell, un grado más alto de la justicia tradicional, es un concepto fundamentalmente diferente. Es, incluso, diferente de la versión «liberal» de la justicia articulada por Rawls. Para éste, el principio de la igualdad de los individuos frente a la ley es prioritario respecto al principio de protección de los más débiles, que es el principio que admite la desigualdad siempre que se maximice la parte más pequeña del reparto. La justicia «liberal» de Rawls rechazaría una política tal que «para corregir injusticias pasadas empezase por violar el principio de igualdad presente de los individuos frente a la ley».41 En todo caso, dice Sowell, «los procesos diseñados para crear más igualdad no pueden ser juzgados por el hecho de que persiguen ese objetivo, sino en términos del proceso creado al perseguirlo»42, y no hace falta ir a los casos más patológicos y terribles de la historia del siglo XX para apreciar lo crucial de esa observación. La RB, instrumento de la «justicia cósmica» para alcanzar más igualdad, no sólo haría avanzar de forma significativa el divorcio entre comportamiento e incentivos, típico del moderno Estado del Bienestar (divorcio que, por cierto, ya consideraba un grave problema el «Informe sobre las Leyes de Pobres», elaborado en Inglaterra en 1834), sino que pondría en marcha una nueva máquina de redistribución, en un proceso que, como ha recordado también Sowell, no tiene ninguna culminación lógica. La redistribución es un proceso sin fin, porque ningún estado de distribución satisfará a todos, y porque, para cualquier distribución dada, puede ser distinto el grado de satisfacción derivado por cada persona de dotaciones económicas idénticas: en una palabra, ninguna distribución garantiza la ausencia de reivindicaciones adicionales de redistribución43 Los problemas de pobreza admiten tratamientos mucho más sencillos y eficientes y mucho menos perturbadores de la actividad económica que la RB. Pero el objeto primordial de la RB no es combatir la pobreza, sino avanzar hacia el Bien Supremo, la Igualdad. Los escépticos creemos que no conseguiría ni una cosa, ni la otra. Y algunos son todavía más pesimistas. https://www.revistadelibros.com/articulo_imprimible.php?art=3975&t=articulos   Y un artículo de BBVA Research de abril de 2017:   Algunas Reflexiones sobre la Renta Básica Universal https://www.bbvaresearch.com/wp-content/uploads/2017/04/Renta_Basica_FIDE_20abr2017.pdf     Saludos básicos.
Ir a respuesta
elalcalde68 07/03/18 14:17
Ha respondido al tema La OCDE insta a los países a probar la eficacia de la renta básica universal
Buenas a todos.   Para empaparnos más sobre la RBU, unos trabajos al respecto:   El primero de la Fundación Alternativas, del 2004; os dejo las conclusiones y el resto... a leer:   La Renta Básica Para una reforma del sistema fiscal y de protección social Unas breves conclusiones finales No parece adecuado, en un estudio que se caracteriza por ofrecer un intento de síntesis de una aproximación más extensa y detallada, dedicar demasiado espacio a un último capítulo de resumen o conclusiones. El estudio como tal tiene, en realidad, estas características. Sin embargo, sí conviene mencionar, a modo de unas breves conclusiones finales, algunos aspectos significativos de la propuesta que se formula en el estudio. Esta propuesta se concreta en la introducción de una modalidad de renta básica cuyos objetivos econó- micos de garantía para el año 2003 serían los siguientes: – Una cuantía de renta básica para una persona sola de 360 € mensuales (4.320 € anuales). – Una cuantía de renta básica para dos personas de 540 € mensuales (6.480 € anuales). – Una cuantía de 110 € mensuales (1.320 € anuales) para los menores de 25 años no independizados. Las comunidades autónomas podrían, con cargo a sus propios presupuestos, ampliar las mencionadas cuantías garantizadas. La aplicación de estas cuantías se realizaría mediante la gestión de la renta básica en el marco del IRPF, de acuerdo con una modalidad de imposición negativa sobre la renta, optando por una aproximación basada, por razones de sencillez, eficacia y eficiencia, en un único tipo fiscal. La conclusión principal del estudio es que la aplicación de un modelo de reforma fiscal sustentado en estos principios tendría efectos muy positivos en la lucha contra las formas graves de pobreza, permitiendo en la práctica eliminarlas. Una segunda conclusión fundamental es que, al implicar una distribución mucho más justa de las cargas fiscales que el modelo de IRPF vigente, su aplicación también resultaría mucho menos costosa de lo que inicialmente pudiera esperarse. En este sentido, utilizando un tipo fiscal del 50%, el coste fiscal de la reforma se reduce al 1,21% del PIB (2,66% en el supuesto de un tipo único fiscal del 45%). Apenas el 30% más rico de nuestra sociedad podría considerarse perdedor en este proceso de reforma. Sin embargo, incluso este colectivo debería considerarse ganador en una sociedad socialmente más estable y, como consecuencia de ello, con mayores perspectivas de progreso económico futuro. http://www.fundacionalternativas.org/public/storage/laboratorio_documentos_archivos/xmlimport-CMY7Y9.pdf     Saludos básicos.          
Ir a respuesta
elalcalde68 07/03/18 14:09
Ha respondido al tema La OCDE insta a los países a probar la eficacia de la renta básica universal
Buenas a todos.   Siguiendo con el tema de la RBU y la opción de implementarla a través de un Impuesto de la Renta Negativo (INR) os dejo otro estudio sobre el tema, aunque más antiguo, del 2002: El INR (Impuesto Negativo sobre la Renta): una solución novedosa y eficiente a la pobreza http://portal.uned.es/pls/portal/docs/PAGE/UNED_MAIN/LAUNIVERSIDAD/UBICACIONES/05/DOCENTE/JOSE_ANTONIO_MARTINEZ_ALVAREZ/IMPUESTONEGATIVO.PDF     Saludos con impuestos negativos y rentas positivas.
Ir a respuesta
elalcalde68 07/03/18 13:53
Ha respondido al tema La OCDE insta a los países a probar la eficacia de la renta básica universal
Buenas a todos.   Gracias a la excelente aportación del forero @Lunatico os dejo un excelente estudio del 2017 sobre la opción del implantar un  Impuesto Negativo sobre la Renta como forma de aportar una RBU. El estudio es más largo, pero os dejo las conclusiones para que os animéis a leerlo:   IMPLANTACIÓN DE UN IMPUESTO NEGATIVO SOBRE LA RENTA. MICROSIMULACIÓN DE SU COSTE NETO Y EFECTOS SOBRE LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD Autores: Amadeo Fuenmayor Fernández (*) Rafael Granell Pérez (*) Universidad de Valencia CONCLUSIONES En este trabajo hemos planteado una alternativa al sistema de protección social existente en nuestro país. En lugar de un sistema con múltiples prestaciones gestionado por distintas administraciones, proponemos una renta básica universal que garantice a todos los ciudadanos un nivel de vida mínimo. Esta renta básica puede recibirse en forma de prestación monetaria, pero también a través de una deducción reembolsable incluida en el impuesto sobre la renta, que de ese modo se convertiría en negativo (INR).  Los planteamientos para defender el INR han variado radicalmente a lo largo del tiempo. Si originalmente se defendía desde el liberalismo, en la actualidad tienen mucha más relevancia los argumentos de justicia redistributiva. Independientemente de los motivos esgrimidos para justificarlo, el INR es un mecanismo útil para introducir una renta básica, porque permite aunar en una sola figura la política impositiva y la política de prestaciones sociales. En el presente trabajo hemos planteado dos propuestas alternativas que podrían aplicarse en el caso español. Estas dos propuestas tienen varios puntos de partida en común. En primer lugar, se trata de propuestas con una recaudación equivalente al IRPF vigente en 2013. Para obtener este importe se cuenta con los recursos generados por el propio INR y también con la supresión de prestaciones no contributivas, que quedarían incluidas dentro del propio impuesto. En segundo lugar, hemos querido que todos los ciudadanos mayores de edad cuenten al menos con la pensión contributiva mínima, de forma que las personas que cobran estas prestaciones no se vieran perjudicadas con la introducción de un impuesto negativo. En tercer lugar, hemos establecido para los niños una prestación consistente al 30% de la cantidad fijada para los adultos, de acuerdo con la Escala de Equivalencia de la OCDE. Nuestra primera propuesta es un INR con un tipo único del 50% y un mínimo exento de 10.310€. Sobre esta propuesta hemos elaborado otra en las que se dota de más progresividad al impuesto introduciendo una escala de tres tramos. Para realizar esta simulación hemos utilizado la Encuesta de condiciones de Vida de 2014 (con datos económicos de 2013) y hemos adaptado la información socioeconómica que contiene a la normativa vigente y a la que se derivaría del nuevo INR. Los resultados de las dos propuestas son muy potentes, y similares entre sí. Con un INR se lograrían mantener los recursos del sistema, pero la distribución de la renta cambiaría radicalmente, reduciéndose enormemente la desigualdad y la pobreza monetaria. Además, se producirían cambios importantes en la distribución por tipos de hogar. Entre los resultados de nuestra estimación recogemos, en primer lugar, los ganadores y perdedores de la reforma, globalmente y por tipo de hogar. En términos globales, las propuestas de INR generan muchos ganadores (ya que ahora el impuesto puede ser negativo) y algunos perdedores (hogares de renta elevada). Por tipo de hogar, los más perjudicados con el nuevo INR serían los hogares formados por una persona mayor de 65 años, los hogares formados por dos personas mayores y los hogares compuestos de un adulto menor de 65 años. La situación de las parejas menores de 65 años sería bastante similar a la actual, mientras que los claros ganadores con un INR serían los hogares con niños, con uno o dos progenitores. Del análisis de la desigualdad se concluye que un INR mejoraría sustancialmente la desigualdad respecto al impuesto vigente. Cualquier índice que tomemos (Gini, Atkinson, Theil, decilas, cocientes) muestra que las propuestas de INR consiguen una importante redistribución de la renta, con una leve ventaja de la propuesta con tres tipos de gravamen respecto al impuesto lineal. Por lo que respecta a los efectos de las propuestas de INR sobre la pobreza, las estimaciones reflejan una mejora muy sustancial respecto a la situación actual. Tomando como referencia el 60% de la renta mediana, podemos observar cómo el comportamiento del INR es claramente superior al IRPF, ya que se trata de instrumentos que actúan tanto desde el lado del impuesto como de las transferencias. Pero si tomamos como umbral de pobreza el nivel de pobreza severa (40% de la renta mediana) los resultados resultan mucho más potentes. Un INR (en cualquiera de las dos propuestas) situaría a nuestro país en tasas de pobreza de un 12% en pobreza general o un 2,7% de pobreza severa, a la cabeza de los países europeos. Por último, queremos insistir en que las simulaciones llevadas a cabo son estáticas, sin tener en cuenta cómo los cambios propuestos podrían influir sobre las decisiones de los ciudadanos. En este sentido es especialmente importante el cambio de comportamiento en la oferta laboral. Nuestro siguiente trabajo va a ir dirigido a tratar este importante problema.  http://www.ief.es/documentos/recursos/publicaciones/papeles_trabajo/2017_01.pdf     Saludos negativos, pero positivos.
Ir a respuesta
elalcalde68 06/03/18 13:21
Ha respondido al tema Como convertir España en uno de los primeros países de Europa en PIB y PIB per capita?
Buenas a todos.   hay que reformar muchas cosas en el sistema económicvo español, hay que buscar dirigentes honestos 8si es posible, que no creo), hay que mejorar un sistema educativo obsoleto y cambiante con los vaivenes políticos, hay que..., hay que... Pero lo que no podemos obviar es que el futuro de es di-gi-tal, que la sociedad-ecojnomía-relaciones laborales-ética... se están ciñendo a la evolución de la tecnología a pasos agigantado. El tren de la revolución 4.0 ha salido ya y circula muchísimo más rápido que el de cualquiera de la santeriores revoluciones industriales; o nos subimos ya o podemos condenar a nuestro país a la pobreza.   Un artículo sobre el tema:   Digitalización para el crecimiento de España POSTED  5 MARZO, 2018 Andrés Macario. El  grado de  digitalización de un país, además de mejorar la productividad, permite lograr beneficios sociales y reducir la desigualdad. España cuenta con fortalezas digitales como el uso de las redes de banda ancha, pero aún le queda mucho por avanzar. La digitalización para el crecimiento de España ha de integrar todos los sectores de la economía, el liderazgo digital y una buena estrategia estatal. Según el estudio  “Plan Digital 2020, la digitalización de la sociedad española”, realizado por la  CEOE, en el que me he basado, España está mejorando gracias a algunas de sus fortalezas como  las TICs en las empresas, pero aún cuenta con debilidades como el hecho de que tan solo el 52% de los españoles posee competencias digitales básicas. Contenidos de este artículo Posición competitiva y digitalización Infografía sobre la digitalización para el crecimiento Facilitadores de la digitalización Inhibidores de la digitalización Factores que mejoran la posición competitiva Posición competitiva y digitalización La posición competitiva de España con respecto a países de Europa cuenta aún con un interesante recorrido de mejora, tanto en términos de digitalización como del propio Producto Interior Bruto. De hecho, según el citado informe,  una mejora digital podría hacer crecer nuestro PIB. La CEOE propone un extenso conjunto de medidas que, si se implantan, podrán hacer mejorar esa competitividad española: incrementar la digitalización en un diez por ciento para el año 2020, aumentaría el PIB en 35.000 millones de euros. El empleo también crecería en un 1,3 por ciento. El enfoque de las propuestas es que  “todo lo que se pueda digitalizar se digitalizará”. Para que España ocupe una buena posición en los rankings de 2020 y consiga adaptarse al nuevo paradigma mundial, debe avanzar en varias líneas la digitalización. El  sistema educativo ha de promover el aprendizaje de competencias digitales. La  Administración Pública deberá ser cien por cien electrónica para entonces y toda entidad -incluidas las corporaciones locales-, deberá tener un plan de digitalización. Ha de desarrollarse el  derecho digital con un marco normativo actualizado al nuevo contexto tecnológico. Las tecnologías tienen que estar en consonancia con la protección del medioambiente, contribuyendo a la  innovación sostenible. Se debe invertir en la demanda, fomentando la  alfabetización digital de los ciudadanos. La sanidad, el transporte, la industria, los  seguros, el  comercio…  todo sector debe incluir el pensamiento digital en sus maneras de actuar, o quedará obsoleto. Hay que señalar que para lograr esta mejora será necesario evitar que alguna región quede al margen. Un país que quiera digitalizarse debe hacer un estudio exhaustivo para poder identificar sus debilidades y fortalezas, es decir, saber qué factores pueden conducir al éxito digital de un país y cuales, al contrario, llevarlo al fracaso. Una mejora en la digitalización haría crecer el PIB CLICK TO TWEET Infografía sobre la digitalización para el crecimiento A continuación presento una  infografía basada en el informe de la CEOE sobre facilitadores e inhibidores de la digitalización que propician el crecimiento en España. La digitalización clave para el crecimiento de España – infografía Andrés Macario Facilitadores de la digitalización Para que España llegue al grado de digitalización deseada es necesario que se centre en potenciar el uso y la mejora de muchos factores. Las  redes de banda ancha ya son de uso generalizado en España. Son el medio principal para transportar la información y la base principal de una Sociedad Digital. Estas redes son un punto fuerte de nuestra competitividad y su presencia está en casi todos los hogares con el creciente uso de fibra óptica. Pero aún queda mucho potencial digital por aprovechar por parte de las empresas y familias. El  Cloud Computing o “computación en la nube” es el servicio tecnológico que busca tener información y aplicaciones en internet para eliminar la limitación de nuestros dispositivos. Es necesario contar con infraestructuras adecuadas. Muchas empresas lo están usando para adoptar  nuevos modelos de negocio. Es importante que las Administraciones Públicas se impliquen en la adopción de este modelo. En el ámbito de la  industria, los  robots, los  drones, las  impresoras 3D y la inteligencia artificial están permitiendo reformar de manera impensable el sistema de producción. Los  Servicios de Ubicación son una revolución de la gestión territorial, el  Blockchain lo es para los servicios financieros, y el  Internet de las Cosas para cada actividad rutinaria que hacemos día a día. Para lograr mejorar el uso de todos estos factores, es necesario que se sigan desarrollando nuevos  dispositivos, pues son el vector que nos permite gestionar los recursos digitales. Se estima que en 2020 puede llegar a haber hasta 50.000 millones de dispositivos conectados en todos los ámbitos, incluyendo la industria y la  smart city. El  big data también es esencial para permitir el uso de toda la información. El Internet de las Cosas nos hará estar hiperconectados CLICK TO TWEET Inhibidores de la digitalización A pesar de que todo apunta a una nueva forma de vida completamente digitalizada, existen también factores que pueden frenar y retrasar el proceso. La tecnología está evolucionando muy rápido y para la sociedad es complicado adaptarse al cambio. La tradición puede suponer una  barrera cultural muy grande, anteponiéndose a la flexibilidad y adaptabilidad que acompañan a la evolución digital. Para hacer que sea más fácil la transición de las personas hacia la sociedad digital,  es importante que se incentive la formación específica en capacitación digital, propiciando la adaptación a los nuevos perfiles laborales. Por parte de las  empresas, a veces es complicado  actualizar los sistemas organizativos de producción que les han funcionado en el pasado (soluciones históricas o legacy) al entorno digital. También existen aquellos que no confían del todo en un mundo tan hiperconectado, por lo que es importante hacer hincapié en el desarrollo de la seguridad digital o  ciberseguridad, para hacer que a las personas les resulten fiables las transacciones de datos en la red. La regulación actual a veces puede suponer una traba al cambio tecnológico. El concepto  “Smart regulation”defiende una regulación más eficiente, de calidad más que de cantidad, que siga de cerca a las sucesivas innovaciones, que permita la estabilidad a largo plazo y que se pueda revisar continuamente para no resultar arcaica. Los ciudadanos deben formarse en capacitación digital   Factores que mejoran la posición competitiva Centrándonos en el ámbito empresarial, podemos percibir la diferenciación comparando las mejoras de las empresas digitales con respecto de las tradicionales. En una empresa digital, el  pensamiento digital se aplica de manera generalizada: en los procesos de producción, de gestión, de servicio al cliente… Se trata de  optimizar todo procedimiento. Las redes de contacto con los clientes, proveedores y empleados también están integradas de manera digital. En cuanto a la organización, una empresa tradicional está estructurada de manera jerárquica, mientras que una empresa digital fomenta una  forma de ordenación más plana, en búsqueda de innovación y agilidad. En el terreno de la innovación, es importante eliminar la idea de “islas de innovación” que se refiere a sistemas cerrados. Se debe apostar por la innovación abierta, creando ecosistemas digitales que permitan conectar a todos los actores de la empresa y faciliten las sinergias. La innovación, además, debe apoyarse en información sobre sus clientes y ofrecerles los servicios más acertados. La tecnología ya no busca solo la eficiencia, sino que, acompañada de la innovación, busca  nuevas oportunidades de negocio y nuevas formas de hacer las cosas. El papel de las pymes, los emprendedores y las startups se vuelve muy importante. Hoy en día y a nivel mundial, todavía hay  sectores en los que el nivel de digitalización es muy bajo. Las  Administraciones Públicas, aunque sí que están empezando a insertar las nuevas tecnologías a muchos servicios públicos, aún tienen mucho por recorrer, pues en general los gobiernos y los sistemas de  saludno llegan a un 10 por ciento de digitalización. En cabeza está el sector de  las TIC, que lidera la digitalización con mucha diferencia. Los  servicios financieros, la industria y la producción de  petróleo están digitalizándose cada vez más. El sector de la salud no supera el 10% en nivel de digitalización https://andresmacario.com/digitalizacion-para-el-crecimiento-de-espana/     La capacitación, adaptación, reciclaje laboral y profesional de los trabajadores (y de toda la sociedad), la adaptación del sistema educativo a las nuevas tecnologías, deben ser promovidos por las instituciones públicas y las empresas de forma totalmente proactiva; pero no podemos obviar que cada uno de nosotros como indivíduos debemoss que mostrar una actitud audaz para formarnos también por nuestra cuenta, pues sino los grandes perjudicados seremos nosotros mismos al quedar excluidos del ámbito laboral o relegados a puestos de categoría y remuneración muy inferiores. La mejora, el aprendizaje, la evolución, el rciclaje.... es una decisión personal que no podemos delegar en otro.   Saludos aprendiendo y mejorando por decisión propia.
Ir a respuesta
elalcalde68 05/03/18 12:26
Ha respondido al tema El futuro automatizado. Jubilación, renta basica y paro
Buenas a todos.   Siguiendo con la huida de la medicoridad para mejorar personal y profesionalmente, para ofrecer un servicio de mayor calidad a los clientes, para adaptarnos a los cambios tecnológicos-sociales-éticos-laborales-de comportamiento de los clientes..., vamos a dejar otro excelente artículo de Xavier Marcet que aborda este tema desde el punto de vista de las empresas, que deben adaptarse sí o sí a la digitalización y los profundos cambios que ésta produce en todos los ámbitos de la sociedad y las empresas.   Empresas: esquivar la mediocridad Cuando hablamos de mediocridad lo primero que hay que hacer es tener un espejo cerca dónde mirarnos. El riesgo de ponderar mediocremente sobre la mediocridad es altísimo. No me atrevo a hablar de la mediocridad en el arte, menos en las personas, pero me gustaría ensayar una aproximación sobre la mediocridad en la empresa, sabiendo, por experiencia propia, lo que supone desplegar una empresa que no calce un zapato y una alpargata reiteradamente.   Una empresa es básicamente mediocre cuando es  incapaz de deleitar a sus clientes. La falta de atractivo o de calidad es un factor clásico de mediocridad. Una empresa es mediocre cuando el valor que crea para sus clientes se aleja de la excelencia y se pierde en lo anodino. La commoditización de las empresas es un gran riesgo de mediocridad. La empresa indiferenciada a ojos de sus clientes vive en el abismo de la mediocridad, del sí pero no constante.   Una empresa es mediocre cuando las inercias pesan más que la ilusión por adaptarse a los contextos cambiantes . Cuando el futuro es simplemente una prórroga del pasado. El escepticismo militante de muchos directivos ante lo nuevo acaba normalmente en propuestas  de valor continuistas, en innovaciones de ni fu ni fa, en soluciones a medio camino. Esas empresas que lo saben todo, a la que nadie puede enseñar nada a sus directivos corren un gran riesgo de que los viejos éxitos se les queden en las manos ante propuestas radicalmente nuevas. Hoy nadie está a resguardo de la disrupción. Y la disrupción la protagonizan nuevos entrantes que no tienen nada que perder y buscan construir propuestas que mejoren mucho la experiencia de los clientes.   Una empresa es mediocre cuando sus líderes son mediocres ( gente que se sirve más que gente que sirve). Líderes que expresan valores caducos y formas que no ayudan a sacar nada bueno de los que les rodean. Una empresa es mediocre cuando la concentración de profesionales tóxicos es mayor que la media. Las empresas mediocres tienden a ser complicadas porqué se llenan de gente complicada. Lo mediocre es mirarse demasiado a sí mismo. Drucker decía que las oportunidades están siempre fuera. Hay directivos que tienen su ego como perímetro prioritario. Nada más mediocre.   Una empresa es mediocre cuando sus resultados son sostenidamente mediocres. No todas las empresas puede tener el Ebitda como Apple, pero una empresa que saca sistemáticamente malos resultados, o cierra, o sobrevive en la mediocridad. No hay empresas que parezcan más mediocres que esas que se quejan por todo, que asumen la queja como cultura corporativa. En las empresas, a veces, hay que ganar contundentemente.   Una empresa tiende a la mediocridad cuando se aísla de la sociedad dónde habita. Cuando no entiende que ser inclusivo es hoy más estratégico que nunca. Una forma brillante de esquivar la mediocridad es procurar combinar buenos resultados económicos con un ouput social tangible, relevante, y si puede ser, pegado al propio negocio. Por el contrario, hay empresas con una mediocridad moral insoportable.   Una empresa intenta huir de la mediocridad cuando hace de la innovación y el emprendimiento una forma de estar de las personas en las empresas y de las empresas en la sociedad. La innovación no es fácil pero en un mundo como el nuestro, sin adaptación, sin diferenciación y sin explorar constantemente cómo crear más y mejor valor para los clientes es difícil sobrevivir. La innovación es actualmente una forma tanto o más plausible de servir a la estrategia que la planificación rígida.   Cuando una empresa pone a su cliente en el centro y se organiza para deleitarle está haciendo todo para no caer en la mediocridad. Cuando es capaz de estructurarse para servir al cliente desafiando sus propias inercias y ortodoxias. Y además hay que desafiarlas rápido. Constatamos como en muchas empresas las burocracias han secuestrado la agilidad haciendo que cualquier cambio sea lento y sinuoso. Para esquivar la medianía hay preguntas trascendentales que se deberían convertir en cotidianas, una de ellas es: ¿qué van a necesitar nuestros clientes que todavía no nos sepan expresar ? Hacerse las preguntas y responderlas e implementarlas  con agilidad.   Una empresa intenta esquivar la mediocridad cuando crea una comunidad de personas de la que valga la pena forma  parte. Por talento y por talante.  Un espacio libre de desmotivación y de tonterías. Un espacio dónde crecer acompasadamente en términos corporativos y personales no sea un trade off. La empresa no es una guardería, no es un rancho paternalista, pero es una espacio de personas que deben poder balancear su compromiso corporativo con su deseo de prosperar personalmente.     Una empresa esquiva la mediocridad cuando es auténtica. Cuando no hay espacio para el paripé institucionalizado.   La autenticidad es la nueva competencia diferencial de las empresas.  Existen demasiadas empresas dónde la artificialidad puebla sus relatos y copa sus reuniones.  La autenticidad es el código no escrito de las empresas que aspiran a perdurar y a crear cosas relevantes para su negocio y para el mundo. El mapa de procesos de la autenticidad no tiene ISO que la sostenga, anida en este espacio fundamental entre la racionalidad, la emocionalidad, el esfuerzo y la pasión que hace que algunas empresas sean construcciones sociales que alumbren un mundo complejo. La autenticidad no es una asignatura de ninguna escuela de negocios pero es la revolución tácita que necesitamos para desplegar empresas de las que sentirse parte orgullosamente. La autenticidad es el primer mandamiento para esquivar la mediocridad. http://www.xaviermarcet.com/2017/03/empresas-esquivar-la-mediocridad.html   Los CEO´s de las empresas, sus directivos, deben ser totalmente proactivos en la gestión del cambio, deben estimular a sus empleados para participar en dicho cambio, deben facilitar el acceso de los empleados a los cursos de formación y reciclaje, deben crear en la empresa y su entorno un clima que favorezca la participación de todos sus componentes en la innovación.   Como hemos dicho la huida de la mediocridad es una actitud, una elección propia, un sentimiento; un empleado, un directivo que no cree en la innovación y la mejora propia y de los que les acompañan en el viaje, no hace más que obstaculizar su propia evolución, la de la empresa y la del resto de la sociedad.   Todo lo dicho sobre la huída de la mediocridad es tan válido tanto para directivos y empleados de empresas privadas como para la administración pública, los funcionarios y los políticos; un fiuncionario, un político que no desea mejorar como profesional y no desea una mejor atención para los ciudadanos no es más que un estorbo y una carga para la sociedad.     Saludos eligiendo libremente huir de la mediocridad.  
Ir a respuesta