Buenas a todos.
Con Enrique Dans repasamos la vital importancia de la innovación en las empresas y la sociedad.
Construyendo culturas que fomenten la innovación
En el marco de mi colaboración con el blog corporativo de Ferrovial, ayer lunes me publicaron un artículo titulado “
Construyendo una cultura de innovación“, en el que intento describir la diferencia de actitudes en las relaciones laborales y profesionales en las compañías tradicionales frente a las existentes en las compañías que son conscientes de la importancia de la innovación.
Cada día más, la innovación no se refleja únicamente en los presupuestos de I+D o en las actividades llevadas a cabo por departamentos específicos, sino en la construcción y el desarrollo de una cultura que la propicie. En ese sentido, las compañías con reputación innovadora son aquellas capaces de atraer y retener un perfil de trabajador que no busca simplemente un trabajo estable y un sueldo, sino una razón para estar motivado, para creer en lo que hace como una fuente de cambio, de mejora, como una contribución a un proyecto. Una actitud que no se busca únicamente en personas que trabajan en ingeniería o en desarrollo, sino que se intenta extender a lo largo de toda la organización.
Compañías convertidas prácticamente en universidades, que promueven constantes oportunidades de desarrollo de sus empleados exponiéndolos a actividades de todo tipo: charlas, talleres, circuitos de lectura, canales activos para comentar la actualidad y las noticias relevantes, etc. Un conjunto de responsabilidades, las de mantenerse actualizados y relevantes, que distan mucho de las habituales en compañías tradicionales, en las que alguien puede llegar a su puesto simplemente por una combinación de formación previa y habilidades, pero posteriormente acomodarse en ese puesto durante años o mantenerse en él con un leve barniz periódico de conocimientos. La idea de “aprender a aprender”, de colaborar a construir en la compañía un ambiente similar al que se desarrolla en las clases buenas, participativas, en las que todos los alumnos son conscientes de que el nivel de la clase y su capacidad para maximizar el proceso de aprendizaje no depende de las notas de cada uno, sino de su contribución a la dinámica del grupo. Las compañías más innovadoras, cada día más, no se plantean simplemente “vamos a incorporar esta tecnología”, sino “vamos a hacer que toda la organización, a todos los niveles, la entienda, la respire y la tenga en la cabeza”, porque es la única manera de convertirla en un ingrediente activo de todos nuestros productos y servicios.
La anécdota con el joven registrador de la propiedad que detallo en uno de los párrafos del artículo es rigurosamente real: ocurrió hace bastantes años, y el implicado, de quien me acuerdo perfectamente, no parecía un idiota ni un simple. Era una persona competente, que había superado una oposición muy dura – aunque una oposición de ese tipo no refleje, en realidad, nada más que una impresionante capacidad memorística – y que parecía razonablemente consciente del entorno en el que vivía, no el típico opositor que tras años encerrado estudiando a todas horas, ha perdido el contacto con la realidad. Sin embargo, define el tipo de persona con la que yo no solo no querría trabajar, sino que además, no querría en mi compañía: el que cree que por haber hecho algo, estudiado algo o superado un proceso de selección, ya “tiene derecho” a su puesto. No era malo, era una persona con una actitud equivocada. Hoy, el “derecho a un puesto” no existe, sino que debe reflejarse en una actitud, en una capacidad para contribuir a más que simplemente poner un trabajo encima de la mesa. Si quieres trabajar en una compañía innovadora, la idea de “cumplir” ya no es simplemente “hacer tu trabajo”: en el contrato psicológico se han incorporado otros elementos. Haber estudiado algo o haber superado una prueba solo te hace relevante en el momento de tu incorporación: tras unos meses, lo que hiciste, muy posiblemente, estará desfasado, y habrán surgido novedades relevantes en tu ámbito. La contribución a la cultura de innovación de una compañía es medible, tangible y se refleja en actitudes, en formas de hacer las cosas, en proyectos que van más allá de la simple definición de una tarea. Las compañías que lo entienden, aprecian y valoran esas actitudes. Las que no, las ven como amenazas y las marginalizan.
La innovación ya ha dejado de ser patrimonio de un departamento o de un grupo de personas: las compañías realmente innovadoras la extienden a todos los niveles y la convierten en un elemento de atracción y retención: si quieres ser relevante, querrás estar en una compañía como la nuestra, porque es “donde ocurren cosas”, el sitio en el que “hay que estar”. Un concepto de trabajo completamente diferente y que conlleva una actitud totalmente distinta, reinterpretada en ambos lados de la relación. Si estás buscando compañías así, sabrás reconocerlas. Si tu compañía busca personas así, lo verás desde muchos ámbitos, en las personas con las que interactúes en tu proceso de selección, en las personas con las que trabajes todos los días, a todos los niveles, y hasta es posible que forme parte de algo que se transmite, de una reputación.
No es sencillo. Pero cada día más, es lo que diferencia a unas compañías de otras. Y también a las personas que quieren trabajar en ellas.
https://www.enriquedans.com/2018/02/construyendo-culturas-que-fomenten-la-innovacion.html
CONSTRUYENDO UNA CULTURA DE INNOVACIÓN
La innovación es, sin duda, una de las disciplinas que más ha evolucionado a lo largo de los últimos tiempos. Como en una auténtica profecía autocumplida, una mayor cantidad de innovación en el ecosistema ha desencadenado un mundo que se mueve a muchísima más velocidad, donde cualquier producto, servicio o negocio puede cambiar drásticamente de un día para otro, ser superado o perder completamente su sentido. Muchas de las barreras que antes hacían de este problema algo tolerable, como las fronteras o el aislamiento informativo, han desaparecido. La globalización y la competencia global ya no son simplemente frases hechas: son una realidad palpable en nuestro día a día.
Cultura de innovación hoy en día
Construir una cultura de innovación hoy no tiene ya nada que ver con lo que suponía intentar hacerlo hace algunos años. Hace años, muchas compañías simplemente no innovaban: hacían las cosas como las habían hecho siempre, y como mucho, incorporaban elementos incrementales, nuevos desarrollos que les permitían hacer básicamente lo mismo, pero más rápido o con mejor calidad. La innovación entendida como tal era algo, en las empresas en las que se definía, confinado con suerte a un departamento específico, donde algunas personas con experiencia intentaban ver cuáles de esos elementos novedosos podían afectarles, podían permitirles mejorar algún aspecto de su cadena de valor y, en último término, mejorar sus resultados. En otros casos, la innovación era simplemente una cuestión de inspiración, fruto de una intuición o de un descubrimiento del fundador, de la estratégica adquisición de otra compañía, del fichaje de una persona con unexpertise determinado, etc.
Cambio de los tiempos
La frase “los tiempos han cambiado” se hace hoy especialmente patente: no es que hayan cambiado, es que casi cambian todos los días. Hoy, los trabajadores se dividen entre los que saben y entienden lo que está pasando, los procesos que pueden afectar al negocio de su compañía, y los que simplemente se enteran de oídas – o peor, ni se enteran. Hoy, como en la
carrera de la Reina Roja de “
Alicia a través del espejo”, necesitamos correr a gran velocidad todos los días ya no para avanzar, sino para simplemente mantenernos en el mismo sitio. Figuras indudablemente exitosas como
Warren Buffett o Bill Gates afirman que necesitan dedicar un mínimo de cinco horas a la semana a aprender, y de hecho, consideran una auténtica irresponsabilidad no hacerlo: aunque no aspirásemos a ser el inversor más exitoso de la historia o una de las personas más ricas del mundo, parece cada día más evidente que la alternativa de permanecer en nuestro puesto de trabajo simplemente “porque hemos estudiado una carrera o un master” o porque “tenemos equis años de experiencia” supone cada día una propuesta menos interesante.
Pocas frases me generaron profesionalmente más desazón que la de un alumno de un curso que impartí hace muchos años a personas que acababan superado una oposición a Registradores de la Propiedad, que al ser interpelado por su escasa preparación de la materia a discutir, contestó sencillamente con un “señor, yo ya he estudiado todo lo que tenía que estudiar en esta vida”. Efectivamente, aquel entonces joven registrador de la propiedad pensaba que con lo que había estudiado para superar sus oposiciones, no iba a necesitar estudiar absolutamente nada más en su vida, y le iba a resultar suficiente para sostener una actividad productiva que le generase unos beneficios y que aportase valor a la sociedad. Sinceramente, tengo mis dudas de que esto sea así, incluso en ocupaciones tan reguladas como el registro de propiedades. Pero si algo tengo claro, es que no quiero coincidir en una compañía con una persona así. Y que si me ocurre, pensaré que no estoy en la compañía adecuada.
Innovación en las compañías
Si estamos de acuerdo en que la propuesta del inmovilismo es escasamente interesante y cada día más irracionalmente arriesgada para las personas que trabajan en una compañía, el riesgo para las compañías es mucho mayor. Lasdinámicas de innovación se han convertido en cruciales para las compañías: hoy no solo se compite en ventas, sino también en posicionamiento en términos de innovación. No tener una percepción adecuada como compañía innovadora implica perder oportunidades de ventas, de alianzas o de atracción de talento, y termina por suponer una condena a la irrelevancia. Las compañías adoptan distintasestructuras para asegurar la innovación: algunas la
centralizan, otras la
distribuyen, otras la convierten
en un mercado o holding, pero en todas esas compañías exitosas, parece haber un sustrato común, casi tautológico: las compañías innovadoras están compuestas por personas innovadoras. Si eso no se cumple, la innovación no es sostenible, y la compañía tendrá problemas.
¿Cómo debemos hacer para estimular esos procesos de innovación?
¿Y para enviar ese mensaje de compromiso a todas las personas que trabajan en la compañía? Un simple “si no eres capaz de mantenerte innovador, mejor no trabajes aquí” puede ser una buena frase para poner en una pared, pero no genera ninguna disciplina ni instrucción clara. Para pasar de los mensajes puramente ideológicos a los hechos, debemos asumir compromisos concreto
Por ejemplo, debemos asegurar que nuestros empleados lean lo que deben leer, se enteren de lo que pasa en el mundo y les afecta, y se enriquezcan además con lecturas adicionales que no formen parte de las que les suministramos. Muchos ojos ven más que dos: revistas departamentales o corporativas con clippings de artículos relevantes, blogs, tableros virtuales, etc. deberían asegurar que cuando una innovación tome cuerpo de realidad y se convierta en una alternativa para la compañía, todos los que trabajan en ella la entiendan, sepan de qué hablamos, y vean lógica la apuesta por ella. Además, para pasar del mero conocimiento superficial a un nivel más profundo, tendremos que establecer procesos de formación, sesiones periódicas de trabajo, o una oferta de temáticas relevantes con objetivos claros para nuestros trabajadores. Trabajar aquí no implica solo hacer tu trabajo: implica, además, estar puesto al día.
Las compañías innovadoras aprenden a aprender, y lo ejercitan constantemente en su día a día. Solo así se mantiene el músculo, solo así se crea disciplina, solo así se sistematiza y asimila una actitud. La naturaleza del trabajo va a cambiar muchísimo en los próximos años, y la vocación por la innovación va a ser uno de sus componentes más definitorios. Las compañías que lo entiendan así y sean capaces de ponerlo en práctica estarán mucho más cerca del éxito sostenible.
https://blog.ferrovial.com/es/2018/02/construyendo-una-cultura-de-innovacion/
Innovar, progresar, evolucionar, reciclarse, adaptarse a los cambios,... no son sólo acciones puntuales sino más bien una actitud ante la vida, el trabajo, la sociedad, con uno mismo; se trata de un compromiso de esfuerzo y trabajo constantes para mejorar, para ofrecer a los demás, a tu profesión y a los tuyos lo mejor de uno mismo.
Una sociedad, una empresa, un indivíduo, un trabajador (sea de la empresa privada o de la administración pública) que no tienen hambre por mejorar, por ofrecer a los demás ni a su profesión lo mejor de sí mismos, son indivíduos y colectivos anquilosados, retrógrados, arcaicos, porque ellos mismos se sienten a gusto en un pretérito pluscuamperfecto de placentera autocomplacencia y mediocridad cicatera y no permiten a los demás progresar ni mejorar para mantener su propio y holgado status quo.
Saludos al esfuerzo, el trabajo bien hecho, la evolución, el progreso, la excelencia.