Este es un tema al que le doy vueltas frecuentemente. Yo creo que la proporción de incompetentes en puestos de responsabilidad es mucho mayor de lo que comenta en el artículo, pero es una diferencia de apreciación menor. Estoy de acuerdo en que el problema no está en que no sepan qué hacer, sino en que sabiéndolo no lo hacen.
Por ejemplo, el Gobierno de Rajoy envió hace unos meses un documento a la Comisión Europea informándoles de las reformas que tenían pensado hacer. La Comisión les contesto que si hacían todo eso España estaría en la vanguardia en este aspecto. Es decir, saben lo que hay que hacer y cuentan con la bendición de la CE. Sin embargo, lo que están haciendo no tiene nada que ver con lo propuesto en dicho documento.
Las razones, bueno ..., es difícil decir qué es lo que ocurre, pero en mi opinión el sistema adolece de una competencia totalmente contraproducente. Es decir, aunque uno tenga la mejor preparación y las mejores aptitudes, ganas de trabajar y honradez, sino alcanza un puesto clave no podrá hacer gran cosa. Así que, lo primero es trepar y luego ya veremos.
Pero la competencia es muy dura y hay que formar alianzas, por ejemplo los grandes partidos políticos son agrupaciones de varios partidos menores, todos ellos. Una consecuencia terrible de esto es lo que yo llamo "efecto uno de los nuestros", es decir, aquí el mérito pasa a ser algo secundario, ser del clan rival es un estigma imperdonable, o estás con nosotros o contra nosotros.
Además, son necesarios padrinos que te den un empujoncito con lo que se desarrollan una serie de relaciones basadas en lealtades, y no refiero a chanchullos cutres como lo de Marbella, sino a casos como el del PP valenciano, donde la preocupación de la cúpula no fue nunca limpiar la casa, sino proteger a los miembros del clan. Todo esto por amistad. "Recuerda que somos amigos, algún día me podrás devolver el favor". (Y además de padrinos también son necesarios patrocinadores, que hacer amigos cuesta mucho dinero, aunque este punto me parece que es algo secundario.)
Un buen trepa debe ser por necesidad un pelota. Esto implica que si tu jefe, por bueno que sea, decide implementar una política equivocada, hay que aplaudirla o hacerse a un lado. Algunos dirán que no tiene porque ser así y que en muchos casos lo que se pide es que se aportan opiniones diferentes. Pero, explíquenme entonces como es que en esta crisis todos los bancos se hayan pillado los dedos, unos en mayor medida que otros, principalmente porque unos tenían problemas añadidos y otros porque supieron ver la que se venía y reaccionaron a tiempo. En la política ocurre lo mismo, el que se muestre tibio en sus convicciones acerca de los objetivos de la cúpula está condenado al ostracismo.
Aún así, no hay oportunidades para todos, y cada uno mete la cabeza como puede. Ayer leí un artículo sobre el sistema de selección seguido en las publicaciones científicas. El autor se quejaba de lo que le había ocurrido en cierta revista. Resulta que cuando envías un artículo, unos editores lo revisan y solicitan ciertas correcciones. A su vez, uno de los criterios más importantes para determinar el prestigio de un autor es observar el número de veces que es citado. Pues bien, los editores sugieren que se cite a tal o cual colega, en ocasiones a sí mismos. Así el número de citas medio por artículo se ha doblado en los últimos años. Este es un ejemplo de muchísimos en los que se puede observar una degeneración en los fines de las actividades de las élites.
En conclusión, actualmente las élites gastan sus recursos y energía en posicionarse para poder ascender en el escalafón. Una vez arriba, se emplean en mantenerse, en hacer favores para ganar nuevos apoyos y en devolver favores a sus antiguos patrocinadores. Incluso las actuaciones más honestas se enfocan en el corto plazo, porque es el plazo en el que se enfoca la mayoría.