No puedo evitar pensar que, cuando se firma una hipoteca, hay dos partes: por un lado el cliente, cuya “cultura financiera” (sea la que sea) la ha conseguido a pesar de nuestro sistema educativo, que no gracias a él, pero que en la mayoría de los casos no es un “profesional” del tema; por el otro lado, el banco, que SÍ es un profesional (y con cursos específicos, departamentos de riesgos, de estudios y de todo lo haga falta). Por si fuera poco, el “profesional” cobra al cliente una “comisión de estudio” que (en teoría) pretende asegurar que la operación es viable… Si después de esto la operación resulta que no lo es (caso de esta familia) ¿cómo se reparten las culpas? En España, la “víctima” es el pobre Banco (!), que sufre la inconsciencia del inculto cliente…
Ahora nos parece evidente que, en casos como el de esta familia, se han endeudado de forma temeraria, y, en consecuencia, “están pagando por sus errores”. En realidad están pagando por su creencia de que los pisos seguirían subiendo eternamente (creencia muy extendida en esos años: un amigo – muy, muy preparado – me dijo en 2006 que “el que no haya comprado casa ahora, ya no podrá hacerlo nunca, salvo que sea millonario”). En esa creencia, si las cosas se torcían , siempre podrían vender el piso (y ganando dinero). Esa creencia, ahora, nos parece ridícula. Pero entonces era tan “ridícula” que los Bancos (con sus Servicios de Estudios dirigidos por las mejores cabezas), las Administraciones (todas, que tradujeron en “gasto corriente” unos ingresos que eran claramente extraordinarios… ¡Y así nos va!) y muchos particulares (incluso expertos en economía) la compartían. Tanto es así que se jugaron su futuro (y el nuestro) a esa carta… Y ya sabemos el resultado. Creo que si en aquellos años hubieran buscado un asesor "profesional" les habría aconsejado seguir adelante con la operación, como hacían con sus jefes la "crème de la crème" de los asesores que trabajaban para los bancos...
Saludos.