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PRIMERA PARTE
“Siempre soñé con gente poderosa, dictadores y demás. Siempre me impresionó la gente que podía ser recordada cientos o, como Jesús, miles de años.”
Arnold Schwarzeneger
1 Marzo de 2003
Llevaba muchas horas ante la pantalla.
Mientras en el walkman sonaba una canción desplazaba el ratón sobre los gráficos del índice *Ibex 35.
El resultado de sus estudios ocupaba ya una docena de folios.
Eso era todo lo que había conseguido tras casi siete meses peleando con el mercado. Eso y que su cuenta pasara de 30000 a 10250 euros.
¿Y ahora qué?
2 Enero de 1999
No te tomes a mal lo que te voy a decir, David. Tienes la casa llena de revistas de economía. Siempre estás hablando de multimillonarios como Amancio Ortega, Bill Gates y George Soros. Tu conversación gira siempre alrededor del dinero. No sabes hablar de otro tema.
Cuando tenías once años, alguien te preguntó que querías ser de mayor. Seré millonario, contestaste todo serio, añadiendo, cualquier día de estos aparezco en casa con un Porsche.
Ha pasado el tiempo y sólo eres un tipo del montón. Sólo sabes hablar tío, sólo sabes hablar.
3 Noviembre de 1999
Tras cargar las rigolas en el chimpín, las depositaron junto a la zanja, colocándolas en fila para que Toño las fuera encajando.
Miguel ya estaba quejándose de algo, esta vez era la espalda. David ya estaba hasta los cojones de escuchar sus lamentaciones. Empezó a llover, y fueron hasta la caseta para ponerse los trajes de agua. Cuando salieron el jefe les gritó:
- ¡Vosotros dos!, ir hasta la otra calle con el chimpin y traer las tres chapas que quedaron allí.
Eran las chapas gordas, las que pesaban alrededor de cien kilos. Las usaban para que los vehículos pudieran entrar y salir del garaje. Una vez que las obras finalizaban las retiraban. Transportaron las tres chapas hasta el cazo del chimpín entre jadeos y gruñidos. Una vez que terminaron su tarea, pararon un momento para recuperar el aliento. Miguel aprovechó para encender un cigarrillo mientras comentaba:
- Este trabajo es una puta mierda colega. Encima hoy me duele la espalda que flipas, vaya porquería de vida…
¡Dios! Qué tipo más plomo este Miguel. A veces le daban ganas de agarrar un pico y clavárselo en la cabeza. No necesitaba que le recordaran continuamente lo deprimente que era aquel empleo.
David condujo el chimpín hasta llegar al lugar donde estaba el resto de la cuadrilla.
-¿Dónde dejo esto?
-En aquella zona, junto con las otras. Después ayudad a los demás a colocar las vallas.
Mientras tanto nosotros recogemos las herramientas- dijo el encargado
-Oye, estas chapas son de las gordas, manda a alguno para que nos eche una mano, que ya
nos hemos reventado bastante al colocarlas en el chimpin.
-¡Azuquita!, ven p´aquí, monta en el chimpín con estos dos y ayúdales a descargar las chapas.
Cuando terminaron eran las 20:30. La caseta apestaba a sudor y humedad. Mientras se cambiaban, Miguel le explicaba a Manolo:
-Lo que da pasta de verdad es la droga, coño. Los que se dedican a traficar se forran. Yo es que tengo dos hijos, que si no ya verías tú…
Menudas gilipolleces tenía que escuchar, pensó David. La mayoría de los que se dedicaban a la venta de droga eran unos pringaos. Uno de cada 10000 se hacían ricos, el resto nada. La vida les empujaba de un lado para otro y generalmente terminaban en la cárcel o cosidos a navajazos. ¿Pero qué sabía Miguel?, no era más que un pedazo de ignorante que se creía todas las tonterías que decía la gente, y las repetía como si fueran verdades absolutas.
-Salid de la caseta, rápido, mirad que chavala, ¡guapa, morenaza!- exclamaba Néstor
******
-Oye, ¿me llevas? Es que tengo el coche en el taller
-Sí, claro, sube
El Fiat uno no arrancó hasta el tercer intento, siempre que llovía de aquella manera pasaba lo mismo. Durante el trayecto Manolo le comentó sus planes. Quería irse a trabajar a un hotel en Mallorca. Era la última moda en la ciudad. Pagaban sobre 1300 euros más propinas alojamiento y comida gratis. El único problema era que la temporada de trabajo sólo duraba seis meses.
Tras dejar a Manolo en la Avenida de las Américas, dio la vuelta y bajó hasta la Ronda del Carmen. Introdujo el coche en el garaje y subió a casa.
Natalia estaba haciendo la cena.
-¿Qué tal cariño?
-Bien – contestó David
Solía contestar lo mismo a todo el mundo. Bien, todo va bien.
Estaba harto de la vida que llevaba. Notaba como el tiempo se le escapaba, y su sueño se alejaba más y más cada día que pasaba. A pesar de todo procuraba no lamentarse delante de los demás. Lamentarse era como sufrir o pasar miedo, no servía para nada.
Miguel era el mejor ejemplo, siempre estaba llorando por todo, y las cosas le iban cada vez peor. Dos meses atrás había estado de baja por culpa de la espalda, no se le había curado bien y ahora volvía a padecer los mismos síntomas. Además a la madre le habían detectado un cáncer y le quedaban pocos meses de vida.
Durante la cena Natalia estuvo parloteando sobre temas que a David no le interesaban en lo más mínimo. Cosas del tipo, mi amiga esto y mi jefe aquello. También le informó de que Kike y su mujer vendrían a cenar mañana.
En la televisión daban un documental sobre el efecto 2000. Llevaban todo el año machacando a la población con este asunto. Consideraban que por culpa de un fallo informático, existían muchas posibilidades de que el mundo se colapsara y todo se fuera al garete.
Muchas empresas estaban invirtiendo fuertes sumas de dinero para evitar el problema.
Después de los comentarios, la pantalla se llenó con la imagen de un señor portando una Biblia. Mientras hablaba, movía el libro para darle mayor énfasis a sus palabras. Todo coincide, explicaba, he repasado las fechas varias veces, el uno de Enero del 2000 llegará el Apocalipsis. Dios destruirá el mundo y sólo se salvaran los que llevan una vida libre de pecado.
Al terminar la cháchara, la cámara se acercaba, y aparecía la cara del hombre en un primer plano mientras advertía:
-¡Arrepentíos pecadores!, todavía estáis a tiempo.
A continuación aparecía un norteamericano al que presentaban como abogado. Tras venderlo todo, se había llevado a su familia y a varios parientes a una granja en el centro del país. El pueblo más cercano estaba a cien kilómetros. Había aprendido a matar animales y a cultivar la tierra con técnicas antiguas, porque en su opinión el colapso provocado por los ordenadores hundiría todos los petroleros en el Océano. La humanidad debería de irse acostumbrando a vivir sin petróleo y sin electricidad, todo fallaría y el mundo regresaría a la época medieval. Estaban fuertemente armados y tenían un montón de comida enterrada en botes de cristal alrededor de la casa. Parecía una locura, pero en Estados Unidos miles de individuos pensaban igual, y estaban adoptando medidas similares.
Al final del documental salía un hombre que había rodado una película sobre el tema. Cuando le preguntaron donde estaría el primer día del año 2000, contestó:
-Lo más lejos posible de cualquier ciudad
Se fue a la cama pensando que todo aquello era una maniobra de las empresas informáticas. Fomentaban el pánico para hacer negocio.
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Natalia se durmió enseguida, pero el no podía. Pensaba y pensaba. Una idea, una puñetera y miserable idea, eso era todo lo que necesitaba para salir a flote y emprender el camino hacia los millones de euros que le estaban esperando en alguna parte. Se pasó hora y media fantaseando, trazando grandes planes en los que se veía a si mismo como un triunfador. Empresas, palacios, y caballos purasangres. En la fantasía conseguía todo lo que quería, pero los pasos que debía de dar para alcanzar su objetivo no estaban claros.
******
Ella entraba a trabajar más temprano, y el poco ruido que hacía fue suficiente para despertarle. Escuchó el sonido de sus pasos por el pasillo. Después se fue y cerró la puerta de casa con suavidad.
Se levantó y arrastró los pies hasta el baño. Al afeitarse observó que ya tenía una cana. Veinticuatro años y ya había empezado la cuenta atrás. Mientras contemplaba su imagen en el espejo, le vino a la mente una escena de cuando tenía veinte años y trabajaba como mensajero en Vía Conexión.
La jornada había terminado. El señor Louzao, su jefe, era una persona muy enrollada, y se podía charlar con el de cualquier cosa. En ese instante David le comentaba que quería montar algún negocio y hacerse rico, que no pensaba en otra cosa.
Al cabo de un rato el señor Louzao dictaminó:
continuará...