Los aranceles a los productos podrían ser el preludio de los aranceles al dinero
Las entradas de capital podrían ser el próximo objetivo de la administración Trump.
Este mes, muchos inversores se han sentido aturdidos y confusos. No es de extrañar: mientras la Administración de EEUU amenaza con un nuevo cierre y el presidente Donald Trump intensifica su guerra comercial, los índices de incertidumbre económica se han disparado, superando incluso la pandemia de 2020 o la crisis financiera mundial de 2008.
Pero la incertidumbre podría aumentar. Frente a todas las consecuencias de los aranceles, cabe preguntarse si el ataque de Trump al libre comercio podría interferir en la libre circulación de capitales. ¿Podrían los aranceles a los productos ser el preludio de los aranceles al dinero?
Hasta hace poco, la idea habría parecido descabellada. Después de todo, durante mucho tiempo la mayoría de los economistas occidentales han considerado las entradas de capital como algo positivo para EEUU, ya que han ayudado a financiar su deuda nacional de 36 billones de dólares y sus negocios. Por ejemplo, Elon Musk, asesor de Trump, se ha beneficiado de la inversión china, parte de la cual es privada. Pero hace tiempo que algunos economistas inconformistas, como Michael Pettis, discrepan de esta visión ortodoxa. Pettis cree que estas inversiones no solo son la consecuencia inevitable y beneficiosa del déficit comercial estadounidense, sino una maldición. En su opinión, esto se debe a que las entradas de capital aumentan el valor del dólar, fomentan una financiarización excesiva y socavan la base industrial estadounidense, lo que significa que "el capital se ha convertido en la cola que mueve al perro del comercio" y que favorece los déficits.
Por tanto, Pettis defiende políticas restrictivas como los impuestos. Además, hace seis años, la senadora demócrata Tammy Baldwin y Josh Hawley, su homólogo republicano, presentaron un proyecto de ley en el Congreso, la Ley de Dólar Competitivo para el Empleo y la Prosperidad, que exigía impuestos a las entradas de capital y una política de dólar débil por parte de la Reserva Federal.
Daba la impresión de que el proyecto de ley había fracasado. Pero el mes pasado, American Compass, un think tank conservador cercano al vicepresidente J.D. Vance, declaró que los impuestos sobre las entradas de capital podrían recaudar 2 billones de dólares en la próxima década. Más tarde, la Casa Blanca emitió una orden ejecutiva de "Política de Inversión de EEUU Primero" que se comprometía a "plantear la suspensión o la rescisión" de un tratado de 1984 que, entre otras cosas, eliminaba un impuesto previo del 30% a las entradas de capital chino.
Este anuncio no llamó la atención, ya que Trump captó la atención con otras distracciones como los aranceles. Pero no pasó desapercibido entre los analistas asiáticos y probablemente contribuyó a las recientes caídas del mercado bursátil estadounidense, ya que provocó la huida de algunos inversores.
Es verdada que el cambio fiscal podría no ocurrir o afectar a solo a China. Trump es muy voluble, lo que dificulta las predicciones políticas, sobre todo porque su séquito está dividido en al menos tres facciones enfrentadas: populistas nacionalistas (como Stephen Bannon), tecnolibertarios (como Musk) y republicanos pro-Maga en el Congreso. Las dos últimas facciones podrían oponerse a las restricciones de capital, debido a la preocupación por la desestabilización de los mercados del Tesoro.
Pero Trump también está deseando usar todas las herramientas disponibles para aumentar su influencia en la escena mundial. Y las ideas de Pettis parecen del agrado de algunos asesores, como el secretario del Tesoro, Scott Bessent, Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos, y Vance.
Este trío parece dispuesto a restablecer el comercio y las finanzas globales, mediante un supuesto acuerdo de Mar-a-Lago, aunque sus ambiciones son de mayor envergadura que el acuerdo del Plaza de 1985. Este último "sencillamente" devaluó el dólar mediante una intervención monetaria conjunta, pero la visión de Miran de un acuerdo en Mar-a-Lago también incluye una posible reestructuración de la deuda estadounidense, que obligaría a algunos tenedores de bonos del Tesoro a canjearlos por bonos perpetuos.
Algunos analistas financieros con buenos contactos, como Michael McNair, también prevén un fondo soberano de inversión, respaldado por las reservas de oro de Estados Unidos, que compraría activos no denominados en dólares para equilibrar las entradas de capital (como, por ejemplo, los recursos de Groenlandia). Una tercera propuesta contempla imponer impuestos a las entradas de capital en un sentido más amplio. Este podría convertirse en la opción preferida si la idea de los canjes de deuda lleva a las agencias de calificación a amenazar con rebajar la calificación de la deuda estadounidense.
Permítanme insistir en que no respaldo la idea ni creo que acabará aplicándose. Y cabe destacar que las teorías de Pettis generan rechazo entre muchos economistas convencionales.
Pettis es perseverante. Y sus detractores también deberían tener en cuenta que el proyecto de ley Baldwin-Hawley de 2019 no solo fue aplaudido por grupos conservadores como American Compass, sino también por algunas fuerzas sindicales. Dado su atractivo populista, no se descarta que prospere.
En cualquier caso, la clave es comprender que se está fraguando un cambio en la filosofía económica que podría ser tan profundo como el replanteamiento impulsado por John Maynard Keynes tras la Segunda Guerra Mundial o el impulsado por los neoliberales en la década de 1980. Como declaró hace poco Greg Jensen, del hedge fund Bridgewater, parafraseando a Milton Friedman, "Ahora todos somos mercantilistas". No esperen que esto cambie pronto.