¿Alguien cree que estos serán los aranceles definitivos? Trump acaba de sentarse a negociar
Hace escasas semanas, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, comentó las utilidades que la actual administración Trump ve en la imposición de aranceles: la corrección de prácticas comerciales injustas, el aumento de los ingresos fiscales, la protección de la industria local y un método de negociación sobre otros aspectos que nada tienen que ver con el comercio. Analizamos uno por uno.
Corrección de prácticas comerciales injustas. El principal destinatario de este concepto es China. Estados Unidos considera, con mucha razón, que China ha estado subvencionando con ingentes ayudas de Estado durante más de una década a compañías chinas en sectores estratégicos. Gracias a dichas ayudas ahora China domina un elevado número de sectores como los vehículos eléctricos, las baterías, la fabricación de paneles solares o la producción de acero. Los precios a los que venden sus productos en los mercados internacionales son imbatibles para los fabricantes estadounidenses o europeos.
Adicionalmente, China lidera 57 de las 64 tecnologías consideradas críticas, tales como la informática de alto rendimiento, el diseño avanzado de circuitos integrados, fabricación de semiconductores, tecnología de funcionamiento de sistemas autónomos y los sensores cuánticos. China no habría conseguido esta posición sin las cuantiosas ayudas públicas. Inevitablemente estas tecnologías se convertirán en una ventaja competitiva de sus productos en el comercio mundial.
En la decisión sobre el nivel de aranceles recíprocos aprobados también se han tenido en cuenta factores cualitativos como las trabas legales y burocráticas a los productos y servicios estadounidenses; aquí las miradas apuntan a Europa, sobre todo por las limitaciones a los productos digitales de Estados Unidos. Otros factores como el nivel del IVA frente al impuesto sobre las ventas (sales tax) también se ha considerado, aunque la argumentación utilizada es muy discutible.
Aumento de los ingresos fiscales. Teniendo en cuenta que los aranceles que gravan las exportaciones estadounidenses son del 6,5%, de media, frente al 3% que soportan las importaciones de Estados Unidos, es una realidad que los ingresos por aranceles van a aumentar significativamente, al menos hasta igualar el nivel de aranceles de las exportaciones.
Una de las claves de la política de la administración de Trump es la bajada de impuestos, o al menos la prolongación en el tiempo de las rebajas realizadas en 2017 que vencen a final de este año, es crucial sincronizar los mayores ingresos por aranceles con los menores ingresos por impuestos directos.
La rebaja de impuestos no tendrá efecto hasta 2026. Por lo tanto, las negociaciones de los aranceles que finalmente graven a las importaciones pueden durar gran parte de este año.
Proteger la industria local. Tras más de tres décadas de globalización, Estados Unidos ha externalizado la mayor parte de su producción industrial. De hecho, el nivel de la producción industrial de Estados Unidos se sitúa ahora apenas un 10% por encima del nivel existente en el año 2000, mientras que su PIB se ha incrementado en más de un 60% y el consumo privado más de un 70%.
Con la globalización, las grandes empresas buscaron la ubicación donde la producción fuese más barata. Ahora revertir dicha situación inevitablemente implicará, o una subida de los precios de los bienes o una reducción de los beneficios de las empresas, o ambas cosas a la vez. De hecho, las empresas estadounidenses que producen fuera de Estados Unidos y venden sus productos en suelo norteamericano son unos de los objetivos de los aranceles. Apple es un caso claro. Sus iPhone son "diseñados en California y ensamblados en China". Así se entiende el anuncio de
Apple de invertir
500.000 millones de dólares en Estados Unidos en los próximos cuatro años.
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