“Estoy sorprendido por la resistencia de los mercados”, afirma Robert Michele, director de inversiones de JPMorgan AM, la gestora de fondos del banco estadounidense. “Llevo más de 40 años en esto y no recuerdo un momento en el que se haya producido una sacudida de esta magnitud sin crear presión sistémica en alguna parte”, añade.
Pero algunos expertos temen que la crisis dé algunas sorpresas desagradables, porque las consecuencias financieras aún no se han dejado sentir del todo. Y hay muchos otros factores que afectan al sistema financiero ahora: desde la inflación disparada hasta la subida de los tipos de interés, la presión sobre los valores tecnológicos, los problemas de deuda en las economías en desarrollo, e incluso la pandemia. Todo ello podría interactuar entre sí de forma peligrosa creando problemas imprevistos.
“Aunque sorprende que no haya pasado nada hasta ahora, todavía es pronto”, sostiene Richard Berner, el primer director de la Oficina de Análisis Financieros del Tesoro de EEUU, creada tras la crisis de 2008 para vigilar los riesgos sistémicos. “Es posible que haya vulnerabilidades que de momento no se estén viendo, y conoceremos su naturaleza cuando las crisis las pongan al descubierto. Por desgracia, a veces es así como funciona”, explica.
De hecho, Andrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra, ha dicho esta semana que el vínculo de las tensiones de los mercados financieros y las materias primas podría causar problemas.
Los mercados financieros son lo que los científicos conocen como un sistema adaptativo complejo, como el clima del planeta o el cuerpo humano, donde una multitud de componentes independientes pueden interactuar de forma imprevisible. A veces sucumben a una combinación tóxica de fallos aparentemente sin importancia.
¿Miedo al ‘default’?
Por ello, Carmen Reinhart, economista jefe del Banco Mundial y experta en crisis financieras, advierte de que “el contagio funciona de forma misteriosa”. Aunque hasta ahora el sistema financiero sólo ha sufrido pequeñas oscilaciones, en lugar de lo que ella denomina “un contagio rápido y furioso”, sigue preocupada por el hecho de que las repercusiones de la invasión rusa de Ucrania puedan ser enormes. “No hay que subestimar el coste acumulativo de los efectos secundarios sólo porque no haya un gran impacto”, afirma.
Hace dos semanas, Rusia logró esquivar el default , pagando inesperadamente más de 117 millones de dólares en intereses a sus acreedores extranjeros, a pesar de las fuertes sanciones impuestas al país. Pero pocos esperan que Moscú se mantenga al corriente de sus pagos durante mucho tiempo.
La próxima prueba llega el 4 de abril, cuando vence el pago de un bono de 2.000 millones de dólares, en manos de inversores nacionales e internacionales. En cualquier caso, a partir del 25 de mayo las sanciones de EEUU se endurecerán más: los bancos del país tendrán prohibido recibir o transferir dinero hacia o desde Rusia, lo que aumenta las posibilidades de impago.
“El riesgo de impago de Rusia y la posibilidad de que los inversores sufran pérdidas sigue siendo muy elevado, dado el deterioro que hemos observado en la capacidad y la voluntad del Kremlin de cumplir con sus obligaciones de deuda en las últimas semanas”, advirtió la agencia de calificación Moody’s en un informe la semana pasada.
El último impago de Rusia en 1998 tuvo un fuerte impacto en muchos bancos internacionales, provocó la caída del hedge fund LTCM y condujo a una serie de colapsos que hicieron tambalearse al sistema financiero mundial.
¿Podría el mundo enfrentarse a algo parecido? Los analistas creen que es poco probable que se desencadene algo así por el impago de la deuda soberana de Rusia. En términos relativos, la exposición internacional a Rusia es hoy muy inferior a 1998.
Antes de la invasión de Ucrania, los inversores extranjeros tenían aproximadamente 20.000 millones de dólares de deuda rusa denominada en dólares, y bonos en rublos por valor de 37.000 millones de dólares, según el banco central del país. No es suficiente como para tener una gran repercusión, incluso si se produce un default.
Las sanciones de Occidente han hecho estallar los mercados financieros del país, lo que significa que muchos inversores han dado por perdidas sus tenencias de deuda rusa. A nadie le sorprenderá que Moscú no haga los pagos.
Los bancos internacionales tampoco parecen especialmente vulnerables. En marzo, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, calculó que la exposición global de las entidades extranjeras a Rusia “no es relevante desde un punto de vista sistémico”.
El temor a una nueva crisis financiera ha sido una constante desde la de 2008.
Aunque muchos riesgos ya se han manifestado, pocos han causado problemas graves. Las bolsas de todo el mundo han recuperado un 168% desde el primer sondeo de Bank of America de julio de 2011, cuando la preocupación por la solvencia de la eurozona asustó a los mercados. No obstante, algunos temen que un default de Rusia –si se produce– podría tener un efecto desestabilizador, pese a que ya esté pronosticado.
Las tensiones en los mercados de materias primas ayudan a explicar por qué muchos mantienen la cautela. Aunque es probable que Rusia no tenga una importancia sistémica para el sistema financiero, podría decirse que sí la tiene en cuanto a los recursos naturales.
La perspectiva de una reducción de los suministros de energía y materias primas ha disparado los precios del petróleo, los alimentos y los metales. Esto ha afectado a grandes empresas, como Glencore, Trafigura y Vitol, que ayudan a trasladar los activos físicos y dependen de los contratos de derivados para protegerse frente a la evolución desfavorable de los precios entre la compra y la entrega.
Para protegerse frente a los impagos, las cámaras de compensación y los brókeres han elevado la exigencia de margen, o colateral en efectivo, que sus clientes deben aportar para respaldar estas operaciones.
Efectos de segunda vuelta
Esto es otro recordatorio de que los bancos no son el único aspecto importante del sistema financiero. “Después de 2008 abordamos muchas de las vulnerabilidades del sector bancario, pero no nos ocupamos del sector financiero no bancario, a menudo llamado banca en la sombra”, explica Berner.
Hay muchas maneras en que los mercados de materias primas puedan impactar en la economía, como crisis alimentarias que provoquen agitación política en el mundo en desarrollo.
Reinhart recuerda que la proporción de economías avanzadas con una inflación superior al 5% o más ha pasado de cero hace un año a casi el 60% en febrero de 2022, incluso antes de que se conozcan en su totalidad las perturbaciones entre Rusia y Ucrania. Esto, en su opinión, podría obligar a los bancos centrales a subir los tipos de interés de forma mucho más agresiva de lo que les gustaría.
En otras palabras, Rusia podría convertirse en una bola inflacionista que provoque una avalancha de subidas de los tipos de interés y que, a su vez, coja por sorpresa al sistema financiero, que confiaba en la eterna complacencia de la política monetaria.
La falta de materías primas provocada por la guerra podría provocar crisis alimentarias y agitación social en el mundo en desarrollo.
R.Wigglesworth/P. Stafford/ T. Stubbington. FT