Dónde invertir para anticiparse al futuro
Te mostramos siete ámbitos de innovación –¡presta atención!– que pueden sustentar las grandes ideas del futuro (‘spoiler’: nada está escrito aún). Computación, inteligencia artificial, urbanismo, transporte o energía bajo la lupa del futurismo y la inversión.
4 JULIO 2022
El futuro en siete conceptos clave
- Conectividad total
- Sostenibilidad
- Revoluciones tecnológicas
- Almacenamiento de energía
- Nuevos fármacos
- Dilucidación
- Ilusión
¿Cómo viviremos dentro de 10.000 años? ¿Habrá en 12022 rastro de las criptomonedas? ¿Recordará alguien el estallido del metaverso? ¿Seguiremos habitando la Tierra o habremos logrado la colonización espacial? Es prácticamente inasumible para la mente humana reflexionar sobre un horizonte tan lejano, pero hay quien lo intenta: el proyecto Long Now Foundation (Fundación del Largo Ahora) busca fomentar el pensamiento a largo plazo sobre temas que pueden afectar a la humanidad en los próximos 10.000 años.
Mucho antes, el ser humano tiene varios retos pendientes y mucha innovación encima de la mesa. Si acercamos más la lupa al eje temporal, en escenarios más acotados –pero igualmente complejos de analizar– se mueven los llamados
futuristas: esto es, expertos que tratan de dilucidar, tal y como rastrea el origen etimológico de la palabra futuro, “lo que ha de ser” y adelantarse a ello.
“El futurismo no es adivinar el futuro, sino anticiparse a distintos escenarios gracias al conocimiento del presente, para tomar decisiones en los posibles futuros. Puede ir enfocado a diseñar planes de acción para evitar situaciones distópicas, como el cambio climático”, desarrolla el Chief Foresight Officer de Innuba y experto en estudios de futuro, David Alayón. “Un futurista plantea reflexiones y no divinaciones. Analiza el recorrido pasado para dar pistas de cómo podría evolucionar el futuro en distintas direcciones. Trabaja una imaginación fundamentada en hechos para proyectar y actuar”, define el experto.
¿Pero el futuro existe? “Lo que existe son sus representaciones: imaginarios, ideas, intuiciones y formas de concebirlo; escenarios que están entre nosotros y sobre los que discutimos. Por eso el futuro tiene cierta existencia en el presente”, versa Pablo Francescutti, autor de Historia del futuro: Utopías y distopías después de las pandemias (Editorial Comares) y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid. Todas estas representaciones retroalimentan, a su vez, el ahora. “En la medida en que nos imaginamos el futuro empezamos a incorporarlo al presente, como el escenario 2050, añade Francescutti.
Esto casa con la alerta que hacen futuristas como Alayón: “Si alguien muy influyente establece algo como determinista, se genera una especie de profecía autocumplida que incluye sesgos”. Véanse Elon Musk o Bill Gates.
El análisis de los futuros interesa a una sociedad, un país o a una empresa. Estas últimas esgrimen la anticipación estratégica y la previsión corporativa como herramientas para enfocar sus decisiones de negocio e inversiones, con la mirada puesta en la innovación, la tecnología y los nuevos mercados. Un reto mayor, recuerda Francescutti: “La innovación es muy difícil de anticipar porque se trata de predecir la invención de algo que aún no existe o que no está desplegado”.
Como una de las herramientas de los futuristas es escuchar voces expertas, reunimos a las más punteras para identificar las bases tecnológicas del futuro y sus oportunidades de inversión.
Computación cuántica: cúbits a la vuelta de la esquina
Desde una perspectiva de negocio, si nos dicen que un cálculo que tardaríamos 10.000 años en realizar podríamos tenerlo en 200 segundos, se asume el potencial de la computación cuántica. Una promesa que en IBM ya ven muy cerca. “No hablamos de cinco ni de diez años, sino de un par. Quedan retos tecnológicos por superar hasta llegar a ordenadores cuánticos de más 1.000 cúbits [bits cuánticos], pero ya hemos lanzado una máquina con 127, este año será de 423 y el que viene de 1.137”, afirma Mikel Diez, director de Innovación de IBM España, Portugal, Grecia e Israel.
La manera en que llegará a la sociedad no se traduce necesariamente en tener un ordenador cuántico en casa, “pero sí acceso a servicios derivados de la computación cuántica”, indica Diez.
De hecho, ni siquiera es necesario que los ordenadores cuánticos se comuniquen entre sí ni tengan una pantalla. “Tenemos la información en un ordenador clásico, en un momento de la cadena de procesamiento la lanzamos al ordenador cuántico, hace su magia algorítmica y te devuelve una optimización logística o una operación financiera, que volvemos a traer al ordenador clásico”, ejemplifica el experto de IBM. De momento, el futuro de la computación es un híbrido entre lo tradicional y lo cuántico.
Metaverso: un futuro 3D donde consumir e invertir
Desde octubre de 2021, la tecnología promete un universo digital donde se puede pasar de lo real a lo virtual sin ninguna barrera. El
metaverso, la experiencia inmersiva definitiva, ya es cabeza de cartel de las grandes empresas, que aseguran estar construyendo el suyo propio.
Ahmed Banafa, profesor de la Universidad Estatal de San José nombrado voz tecnológica nº1 a seguir por LinkedIn en 2016, cree que, igual que durante la pandemia nos desvivimos por herramientas de videoconferencia, “el metaverso supondrá un salto al 3D donde se podrán tener reuniones de trabajo y diseñar tu oficina o casa”. Es similar a los videojuegos, donde la gente “ya vive en un mundo virtual en el que gasta dinero y tiempo; en el metaverso se podrán hacer negocios con terrenos virtuales, NFT y criptodivisas”.
¿Su evolución? Para Banafa, es probable que “siga los pasos de la computación en la nube (metaverso privado, híbrido y público) y se ofrezca el metaverso como servicio (MaaS); incluso veo la posibilidad de un metaverso oscuro similar a la dark web”.
Inteligencia artificial: impacto más concreto y menos sesgado
La
inteligencia artificial (IA) ha impactado en todos los sectores, añadida a servicios y productos, y está cambiando la economía. “Al principio su aplicación era más general, pero se ha ido haciendo más específica con modelos más profesionalizados con gran peso en los datos”, afirma África Periañez, fundadora y CEO de benshi.ai.
La experta asegura que el grado de operacionalidad al que puede llegar es mucho mayor que el actual: “Posibilitará un nivel de reacción sin igual en la toma de decisiones empresariales. En salud global está todo por hacer”. Atención primaria, materna y neonatal, epidemiología (tuberculosis, malaria y VIH) e investigación farmacéutica serán ámbitos clave para la IA y el big data.
Pero, ¿debe la IA del futuro ser como la actual? Alerta: sesgos. Periañez trabaja en evitarlos: “Los modelos de aprendizaje automático están basados en un determinado tipo de población. Es importante que los conjuntos de datos y el equipo que los analiza y modeliza sean representativos a nivel global”.
‘Cloud computing’ y ‘edge computing’: del cielo al suelo
Lo de almacenar datos en la nube ya no es el único atractivo: el cloud computing está floreciendo gracias a una IA que impulsa el procesamiento de datos y el análisis de información en tiempo real. “La computación en la nube impulsará todas las tecnologías futuras, como el metaverso, la computación cuántica y el blockchain”, vaticina Banafa.
Desde la nube bajamos a tierra y encontramos el edge computing o fog computing. “Cisco acuñó este nombre para explicar que la ‘nube’ se convierte en ‘niebla’ cuando está cerca del suelo. Pierde velocidad. La principal ventaja del edge computing es minimizar la latencia de los datos para obtener decisiones más rápidas”, añade el experto.
La información ya no tiene que viajar hasta la nube, sino que permanece en la ubicación física donde están los datos, algo por lo que apostar en “procesos industriales, coches autónomos o sensores Covid-19 en una red de alcantarillado”, detalla Diez de IBM.
Urbanismo: reconstruir un futuro sostenible y comunitario
SPACE10 es el laboratorio de investigación y diseño de IKEA. Si el gigante sueco ha sabido colonizar nuestros hogares, también tiene claro cómo rediseñar las ciudades y lo ha plasmado en el libro The Ideal City.
“Los primeros pasos para crear ciudades más sostenibles son actualizar el entorno construido y garantizar edificios más eficientes; diseñar las ciudades para los seres humanos y los animales en lugar de para los coches; y garantizar mejores sistemas para reutilizar y poner recursos en común”, enumera Simon Caspersen, cofundador de SPACE10.
Si miramos a futuro y nos preguntamos en qué tipo de ciudad queremos vivir, para Caspersen es el proyecto Urban Village, con entornos desmontables como piezas de LEGO (de madera) y una vida mucho más comunitaria, donde se compartan “ese taladro que usas una vez al año o el coche privado”. Las herramientas digitales serían claves para organizar esas comunidades, gestionar recursos e interactuar con los edificios.
Accenture calcula que la adopción de modelos económicos circulares podría generar hasta 4,5 billones de dólares de producción económica adicional para 2030. Por eso el cofundador de SPACE10 asegura que “se trata de una gran oportunidad de negocio: creo firmemente que los pioneros de hoy serán los líderes del mercado de mañana”.
Hyperloop: viajes a la carta aún demasiado lejanos
En esas ciudades del futuro, muchos sueñan con un transporte revolucionario, que reduzca drásticamente las emisiones y se mueva en tiempo récord. El Hyperloop, propuesto por Tesla y SpaceX, es un tren futurista diseñado para viajar de forma autónoma dentro de tubos a baja presión mediante levitación magnética.
“Es una solución de transporte energéticamente eficiente para la que ya existe tecnología, pero necesita infraestructuras”, anota Stan de Caluwe, jefe del proyecto Hardt Hyperloop, proveedor europeo de tecnología hyperloop.
Los tiempos son otra historia. “En algo más de diez años podríamos tener rutas comerciales cortas, primero para el transporte de carga y después para pasajeros. Pero los mayores beneficios tardarán más de una década y eso, para el inversor medio, es demasiado tiempo. Buscamos inversores en horizontes más largos y tecnologías revolucionarias”, reconoce De Caluwe.
Las rutas conectando Europa se marcan para 2050 y, antes de eso, “es crucial un acuerdo con la Unión Europea para trabajar en la estandarización de conceptos tan básicos como qué es hyperloop y cuál es el tamaño del vehículo”.
Escenario energético: una oportunidad para nuevos modelos de negocio
Todo lo anterior requiere un impulso energético. Cada vez tenemos más dispositivos y, a la vez, una necesidad imperante de transicionar hacia energías renovables. Por eso, según Alliance Niyigena, ingeniera y analista de Tesorería en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), “en el corto plazo, vamos a ver tecnologías que reducirán el consumo eléctrico y harán los dispositivos más eficientes”.
En el largo plazo, destaca tres tendencias: “Tecnologías de hidrógeno, que ya están en fase piloto en muchas ciudades; fusión nuclear, aunque requiere muchas regulaciones, en 15 años será un tema candente; y redes eléctricas inteligentes, la llave que hará posible conectar todo lo anterior”.
Para que todo esto llegue de manera realista, la ingeniera señala una carencia clave: modelos de negocio viables. “La tecnología necesita capital e implica riesgo, pero si alguien es capaz de encontrar la mejor aplicación y dar un buen modelo de negocio, triunfará”. Niyigena señala tres escenarios en los que ve interesante invertir: sistemas de comercio de emisiones, estaciones de carga de baterías y redes eléctricas nacionales.
A pesar de todo, nada está escrito
Si se repitieran estas entrevistas en cinco o diez años, mucho habrá cambiado, otro tanto seguirá igual y algunas tecnologías no habrán prosperado. Los cambios se suceden y los imprevistos alteran las expectativas. Por eso, no hay un camino concreto para invertir a largo plazo.
“Mi consejo es hacer inversiones paulatinas o diversificadas. Mirar al futuro no es hacer una fotografía definitiva, es ver una película que hay que revisitar constantemente para actualizar nuestras decisiones”, indica Alayón de Innuba.
Parte de ese cambio impredecible es intrínseco al ser humano, igual que lo es nuestro anhelo de adivinar lo que viene. Francescutti de la URJC lo sintetiza: “Cuanta más incertidumbre hay, más necesidad de imaginar el futuro tenemos. No podemos dejar de usar la predicción, pero tenemos que ser conscientes de sus limitaciones”.