Es crucial construir un núcleo de capacidades estratégicas nacionales a fin de satisfacer la demanda de las Fuerzas Armadas.
La guerra de Ucrania y las tensiones registradas en Asia y Oriente Próximo han consolidado durante los últimos años una tendencia al crecimiento del gasto global en defensa. Las cifras ilustran sin duda esta tendencia. Por un lado, los 26 países miembros de la Agencia Europea de Defensa alcanzaron un máximo histórico de 240.000 millones de euros en gasto conjunto en defensa al cierre de 2022, cifra un 6% superior a la registrada en 2021 y que completa un ciclo de ocho años de crecimiento ininterrumpido desde sus mínimos en 2014.
Por otra parte, 20 de los 27 miembros de la UE incrementaron su gasto de defensa, 6 de ellos por encima del 10%. Pese a ello, en 2022 tan solo 9 de los entonces 29 países miembros de la OTAN cumplieron con el compromiso adquirido en la Cumbre de Gales de elevar el gasto en defensa al 2% del PIB, véase: EE UU, Reino Unido, Polonia, Grecia, Eslovaquia, Lituania, Croacia, Letonia y Estonia. Hoy serían 10, tras la incorporación de Finlandia hace ahora algo más de un año.
El incremento de la inversión ha priorizado la compra de material previamente existente frente al desarrollo de nuevos productos y tecnologías, y esa tendencia podría reforzarse en el futuro próximo. No obstante, la soberanía y la proyección geoestratégica de una nación dependen tanto de su capacidad industrial en este sector como de su valor económico y tecnológico.
La creciente sofisticación y complejidad de los sistemas de defensa ha obligado al desarrollo de una extensa cadena de valor para acumular el suficiente grado de conocimiento, experiencia y medios para hacer el abastecimiento. Pocos países son capaces de cubrir todos los escalones de esta cadena para sus sistemas de defensa, pero para los más avanzados es importante mantener aquellas capacidades que se consideran críticas.
En Europa, la industria de defensa adolece de una gran fragmentación, fruto en gran medida de la propia división del mercado desde el lado de la demanda. Considerando el conjunto de los países de la UE más Reino Unido, Noruega y Suiza, la mayor empresa del sector, BAE Systems, apenas supera una cuota de mercado del 10%. La siguiente, la italiana Leonardo, no alcanza ni siquiera la mitad. A diferencia de lo sucedido en el mercado norteamericano en la década de los noventa, y pese al proceso de consolidación que sí se produjo en el sector aeroespacial, la industria de defensa europea nunca ha tenido un incentivo claro para la consolidación transnacional. Esto no es óbice para que en algunos países se haya producido una consolidación nacional que ha conducido a la formación de campeones nacionales tras décadas de estrategia industrial enfocada a la consecución de dicho objetivo y con políticas presupuestarias de defensa estables y volumétricas que lo han permitido.
En nuestro país, la patronal del sector (Tedae) reportó ventas de esta industria en 2022 de 7.139 millones de euros, lo que supone un incremento del 13,3% respecto a 2021. Este incremento refleja claramente el cambio de tendencia y la recuperación de la inversión en el mercado nacional, que ya se inició en 2021. De hecho, el presupuesto del Ministerio de Defensa para 2023 se incrementó en un 26,3% con respecto a 2022, y el gasto militar comprometido en este ejercicio superó los 28.000 millones.
Además, el Gobierno español ha anunciado su intención de cumplir con el compromiso de aumentar la inversión en defensa hasta el 2% del PIB en 2029. Esto supondrá duplicar el volumen actual.
El Ministerio de Defensa cuenta en su catálogo con 544 empresas inscritas y actualizadas, de las cuales 394 facturaron algún producto o servicio en el ámbito de defensa a lo largo de 2021, último año del que se dispone de datos agregados en el Registro de Empresas de la Dirección General de Armamento y Material (DGAM). Pero, pese a la aparente fragmentación del mercado, las tres empresas más grandes del sector –el grupo Airbus, Navantia e Indra– representan el 70% de las ventas, y las diez primeras acumulan más del 80% de las totales.
A diferencia de la industria europea, la industria española está bastante concentrada, atendiendo al volumen de negocio, aunque sí hay una mayor dispersión en cuanto a capacidades tecnológicas diferenciales, que puedan llegar a ser consideradas estratégicas para España.
Parece claro que, en el escenario descrito, la industria de defensa española tendrá que ganar volumen y buscar nichos de excelencia, específicamente militares o duales, sobre todo con aplicaciones en seguridad, para no perder relevancia y ganar cuota de mercado internacional.
Una clara diferenciación tecnológica junto con la innovación eficiente y continuada y la agilidad y flexibilidad que demandan los clientes aparecen como requisitos imprescindibles si se quiere crecer. Este reto pasa además por la necesidad de una cooperación y coordinación efectiva de la industria nacional de defensa adecuadamente estructurada, junto con el alineamiento y respaldo de nuestro Gobierno. La suma de estos factores nos permitirá competir internacionalmente, transformando una teórica debilidad de tamaño en una ventaja competitiva de excelencia tecnológica, innovación, agilidad y flexibilidad.
Es cierto que las posibilidades de consolidación son muy limitadas, si bien la agrupación de negocios adyacentes que permitan entregar soluciones completas al cliente final puede ser la única alternativa. A falta de opciones para grandes operaciones de consolidación en el primer nivel, el futuro pasará por una consolidación limitada a nichos muy concretos que permitan conservar o desarrollar aquellas capacidades tecnológicas consideradas críticas por las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa. Este proceso requerirá aglutinar capacidades industriales de nivel inferior que complementen las de actores de mayor tamaño y que podrían buscarse en parte fuera del sector de la defensa actual.
Resulta crítico, pues, construir un núcleo de capacidades estratégicas nacionales que contribuya a satisfacer la futura demanda de nuestras Fuerzas Armadas tanto a través del crecimiento orgánico como del establecimiento de alianzas estrechas con otras compañías españolas del sector, mediante la adquisición o el intercambio de participaciones accionariales que aseguren su estabilidad en el largo plazo.
Cuando ello no sea posible, se pueden explorar y alcanzar vías de colaboración y acuerdos que permitan acceder a tecnologías necesarias para cubrir las necesidades de la defensa nacional. Todo ello en un escenario de cooperación y coordinación efectiva con el resto de la industria.
Entendemos que la protección de nuestro modelo social no puede confiarse enteramente a aliados extranjeros. En el futuro será necesario asegurar el dominio de las capacidades críticas para la seguridad y la defensa de los ciudadanos.
Enrique López es CEO de Amper