El “ahorro” en las economías, tal como lo representa la economía financiera, en el mejor de los casos, y la economía financiera que padecemos es el peor de los casos, no es una representación de los procesos de creación, acumulación y uso productivo del ahorro sino solo una representación de los “desequilibrios” en esos procesos.
Un pequeño comerciante puede crear cada año, con su actividad, 1.000 unidades de valor económico consumiendo 800 unidades de valor. Este ciudadano productivo crea 200 unidades de ahorro que son acumuladas por la economía en su tejido productivo (si todo va bien). Una empresa cotizada puede crear 1 millón de unidades de valor en su producción con el consumo de 900.000 unidades de valor y ser una fuente de ahorro real o de financiación real de 100.000 unidades de ahorro por año. También este proceso puede aplicarse a la economía de Murcia, a la de California, al sector maderero en su conjunto o a la economía Japonesa.
Cada persona, empresa, sector o economía regional es una fuente neta de financiación real para la economía porque produce más riqueza que la que consume (“ahorra”) o puede ser un sumidero de financiación real si invierte o consume más riqueza de la que produce.
El ahorro real, independientemente de quien lo cree, puede ser consumido (destruido) o invertido: acumulado en la economía en forma de “nuevo tejido productivo” (Las inversiones estatales solo son formas encubiertas de consumo de ahorro o capital real)
El comerciante, la empresa cotizada, el sector maderero o la economía belga, pueden utilizar ellos mismos el ahorro que generan en ampliar el tejido productivo que controlan directamente o pueden transferir ese ahorro para que sea invertido en tejido productivo que controlan otros. El ahorro generado por el pequeño comerciante puede ser usado para abrir nuevas tiendas o ampliar la tienda actual, el ahorro generado por la cotizada puede emplearse para financiar el crecimiento de la compañía o puede repartirse en forma de dividendos a los accionistas. (En el primer caso, las acciones de esos accionistas pasan de tener un valor de 100€ a valer 110€, en el segundo caso, las acciones siguen valiendo 100€ pero los accionistas cobran un dividendo de 10€)
Si una cotizada, o el sector maderero o la economía de Nueva Zelanda están en condiciones de utilizar ellos mismos el ahorro que generan, la economía financiera medirá la creación de un volumen de ahorro cero. Esto se debe a que la economía financiera registra y gestiona los “desequilibrios” en la creación y uso del ahorro real y no la creación o el uso del ahorro real.
El sector maderero, supongamos que un sector “maduro”, podría crear 60 millones de unidades de ahorro real por año. El propio sector maderero utilizaría 50 millones de unidades de ese ahorro en crear nuevo “tejido productivo” maderero y transferir 10 millones de unidades de ahorro real al sector farmacéutico para que ese sector crease nuevos laboratorios dedicados a la producción de medicinas.
Los bancos gestionarían como intermediarios en esa transferencia de ahorro entre el sector maderero que es excedentario en financiación y el sector farmacéutico que es deficitario en financiación. La economía financiera registraría que el sector maderero ha adquirido 10 millones de unidades de ahorro, como consecuencia de que el sector farmacéutico se ha endeudado en esas 10 millones de unidades.
Este relato financiero de los fenómenos económicos solo nos cuenta una pequeña parte de lo que ocurre en la economía: refleja la creación de 10 millones de ahorro cuando en realidad se han creado 50 millones de unidades. Además el relato financiero tiene invertidas las relaciones causa efecto: El enriquecimiento del sector financiero en 10 millones de “ahorro” que antes no tenía, y el empobrecimiento aparejado del sector farmacéutico en esos 10 millones de “deuda” que son la contraparte financiera del ahorro del sector maderero, nos indicen a pensar que el sector maderero se hace cada vez más rico “atesorando” un ahorro que empobrece, en forma de deuda creciente, al sector farmacéutico.
La realidad, por supuesto, es justo la opuesta: quien atesora el ahorro (real) es el sector farmacéutico mientras que quien ha generado ese ahorro es el sector maderero. El sector maderero genera ahorro real suficiente para financiar el crecimiento del tejido productivo maderero y además genera ahorro real para financiar parte del crecimiento del sector farmacéutico. De forma que ahorro real creado por el sector maderero queda “atesorado” en la economía en forma de nuevos laboratorios farmacéuticos. Es el sector maderero quien acepta empobrecerse para ayudar a crecer al sector farmacéutico y no al revés como dan a entender las cifras financieras.
Así que las grandes cifras de crecimiento del “ahorro” de unas personas, empresas, sectores y países como causado por el endeudamiento de otras personas, empresas o países, no reflejan la creación, acumulación y uso productivo del ahorro sino solo los desequilibrios en esos procesos: el hecho de que la economía alemana genere más financiación real que la que consume y el que la economía griega consuma más financiación real que la que produce.
Si todos estos desequilibrios y transferencias de ahorro real se redujesen a cero, lo que no sería eficiente, tanto el ahorro financiero como en endeudamiento financiero caerían a cero pero las economías, empresas y sectores podrían aún estar generando y acumulando en forma de nuevo tejido productivo ingentes cantidades de ahorro real.
Esto es similar al hecho de que la reducción a cero del déficit comercial y el equilibrio de la balanza comercial no significa que el comercio entre dos países se reduzca a cero. Lo que se reduce a cero es el desequilibrio en el comercio, no el comercio.
En la economía keynesiana moderna que los Estados imponen al mundo, la economía financiera, y el volumen de ese ahorro y deuda financiera, que no son más que un reflejo de los desequilibrios en los procesos de creación y uso productivo del ahorro real, son absolutamente ingentes en relación al ahorro real. Todo sector o economía realmente productiva transfiere a otros no solo todo el ahorro real que es capaz de producir sino una cantidad de ahorro mayor a esta que se obtiene desguazando su propio tejido productivo, en un proceso de desacumulación del ahorro o descapitalización. Mientras que en el otro extremo de las cadenas de transferencia del ahorro, aparecen unos ingentes consumidores parásitos especializados en succionar ahorro ajeno y consumirlo.
Toda esta descomunal máquina de transferir ahorro de unos puntos de la economía a otros, no cumple la función que debería cumplir en una economía funcional, que es utilizar (invertir) el ahorro real generado en los mejores usos disponibles, independientemente de quien o donde haya creado ese ahorro real, sino en permitir un consumo progresivo del ahorro acumulado en la economía. Un consumo masivo del ahorro real, que permite, en un proceso de descapitalización, alimentar la ingente voracidad consumidora de riqueza real de los hipertrofiados Estados modernos.