El tono más duro de los bancos centrales está provocando caídas en bolsas al inicio de 2022, sobre todo EEUU y sectores de crecimiento, y en menor medida en Europa, con sus índices beneficiados por el mayor componente de sectores value o cíclicos.
La volatilidad se ha incrementado de forma sustancial en un contexto de notable repunte de TIRes, que a su vez responde a una inflación persistentemente elevada que aumenta la presión sobre los bancos centrales para retirar estímulos monetarios, con un mercado especialmente pendiente de la Fed, que con un PIB creciendo por encima de potencial, un mercado laboral cercano a pleno empleo y una inflación en máximos de 40 años y muy por encima del objetivo de la Fed, es lógico que vaya retirando sus estímulos, si bien la cuestión está en si esta retirada, tanto en términos de subidas de tipos como de evolución de balance, es demasiado rápida y provoca un frenazo excesivo de la economía.
Por su parte, el BCE va más rezagado en la normalización monetaria, pero endurece también su discurso, reconociendo que los riesgos sobre la inflación están sesgados al alza y no descartando que la primera subida de tipos pueda adelantarse a 2022. En este sentido, la próxima reunión de marzo será relevante para tener más detalle sobre el ritmo de retirada de estímulos, al contar entonces con un cuadro macro actualizado con previsible revisión al alza de las previsiones de inflación. En cualquier caso, no esperamos subida de tipos hasta que finalicen las compras de deuda, mientras que el nivel de llegada en la subida de tipos será moderado, en torno al 1%, manteniendo unas favorables condiciones de financiación.
Esta gradualidad en el tensionamiento de las políticas monetarias es coherente con la idea de que el pico de inflación no debería estar muy lejos, con el permiso de los costes laborales en EEUU y el coste energético y de precios de alimentos en Europa asociados a la crisis en torno a la situación en Ucrania. A esta moderación esperada de la inflación en el medio plazo se suma el elevado volumen de deuda acumulado, que impide una rápida salida de los bancos centrales, y el riesgo que puede suponer para el crecimiento económico. Esperamos por tanto que las políticas monetarias se vayan normalizando, pero a la vez manteniendo unas favorables condiciones financieras. En caso contrario, los bancos centrales se verán obligados a pisar el freno del tensionamiento monetario, tal y como le sucedió a la Fed en 2018.
Más allá de la política monetaria, el ciclo económico mantiene un buen tono, con el PIB moderándose pero creciendo por encima de su potencial, con mejora tanto en términos de cuellos de botella como en el plano pandémico, que se va convirtiendo en endémico. Este buen fondo de crecimiento continúa apoyando la evolución de los resultados empresariales, aunque éstos moderarán sus tasas de crecimiento a niveles más normalizado cercanos al doble dígito, al ser la base de comparación más homogénea y vigilando la presión en márgenes del mayor coste de los insumos.
Tras las correcciones de inicio de año, las valoraciones bursátiles son ahora menos exigentes. Esperamos que los bancos centrales sean capaces de conjugar la normalización de tipos y la reducción de sus balances con un soft landing de la economía y la vuelta a sus objetivos de inflación en el medio plazo. Aunque la retirada de estímulos monetarios imprimirá volatilidad a las Bolsas, consideramos que ya están descontando una salida de los bancos centrales más agresiva de la que estimamos razonable. Con un contexto macroeconómico y de resultados empresariales que sigue siendo positivo, recomendamos aprovechar correcciones (elevada volatilidad ante retirada de estímulos monetarios) para incrementar posiciones, con mejor comportamiento relativo esperado de los sectores value/ciclo, y por tanto reiteramos nuestra preferencia por Europa.