La próxima semana se cumplirán tres años desde el inicio de la
agresión rusa sobre Ucrania, que se saldan con una devastación total, especialmente en el este del país, por la proximidad con los frentes de guerra. El Banco Mundial, Naciones Unidas, el Gobierno de Kiev y la Comisión Europea estiman que la reconstrucción del país ascenderá a
452.000 millones de euros en diez años.
Se trata de una cuantía provisional, actualizada hasta el 31 de diciembre de 2023, y que incluye partidas para vivienda, modernización de la economía, sostenibilidad, infraestructuras de transporte y energía, los costes de demoler estructuras devastadas o seriamente dañadas, la gestión de los escombros, prestaciones sociales y ayudas para sectores estratégicos como agricultura y energía.
En cuanto a vivienda, se estima que el 10% del parque ha quedado arrasado. Son 167.200 edificios civiles, según un cálculo de las autoridades ucranianas hicieron público a principios de noviembre. A todo ello, se suman objetivos ambiciosos en materia de interconexiones, sostenibilidad y atracción de inversiones.
El hecho de que se esté hablando ya abiertamente de tregua o de reconstrucción, y no sobre cómo hay que financiar el armamento de Ucrania, son un síntoma de inflexión, explica Victor Burguete, experto en geopolítica y economía del Cidob, centro de estudios sobre política exterior con sede en Barcelona.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya ha dicho que aspira a tener un rol clave en la reconstrucción y Ucrania está dispuesta a entregárselo mediante la participación de empresas estadounidenses en estas labores o en yacimientos de las llamadas tierras raras.
Sin embargo, las coincidencias entre Trump y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, terminan aquí. En el resto de cuestiones "hay una disonancia cognitiva" y "no hablan el mismo idioma", concluye el experto.
"Trump aspira a cobrar" por la ayuda que ha enviado hasta ahora a Ucrania, y que la UE no podía ofrecer, como tecnología militar de última generación o satélites. Por el contrario, Zelenski considera que la presencia activa de EEUU en el país sería una "garantía de seguridad a medio y largo plazo".
Esta aspiración de Kiev choca con la contundencia declarativa de Trump. "Quiero nuestro dinero asegurado; tenemos que conseguir algo; no podemos seguir pagándolo", señaló en Fox News.
Según el líder republicano, la ayuda aportada por su país asciende a entre 300.000 y 350.000 millones de euros -entre 287.000 millones y 335.000 millones de euros-. Es una cifra que él contrasta con los "100.000 millones de dólares" (95.000 millones de euros) de la UE, en sus palabras.
Burguete destaca también que la aspiración de la Casa Blanca es desentenderse de la reconstrucción, algo alineado con su objetivo en política exterior de desentenderse de todo lo que no esté relacionado con su lema Make America Great Again.
El ejemplo de Irak
El investigador aprecia paralelismos entre los planes de Trump y la preponderancia de contratistas estadounidenses en la reconstrucción de Irak, después de que en 2003, una coalición liderada por EEUU puso fin al régimen de Sadam Hussein.
En el aire está el rol de los activos rusos congelados, y que Kiev había pedido usarlos en su reconstrucción. Están afectados por las sanciones internacionales, que "la UE ha defendido endurecerlas, sin dar concreciones", recuerda. Sin embargo, su levantamiento podría estar presente en una eventual negociación junto a posibles "concreciones territoriales" y nuevas "medidas de seguridad", afirma Burguete.
En cuanto al rol que pueda desempeñar la UE, el experto recuerda que desde el 1 de marzo de 2022, Ucrania tiene el estatus de candidato. "Este hecho implica que se estén haciendo transferencias y el proceso e quiere hacer de forma acelerada", recalca. Prueba del interés comunitario es que, según la agencia de desarrollo UkraineInvest, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo es el segundo inversor de Ucrania, con 6.200 millones de euros entre 2023 y 2024.
La interconexión ferroviaria y energética con la UE pide paso
Ucrania tiene objetivos estratégicos que vienen de lejos y que podría ver colmados durante la reconstrucción, como transformar sus
infraestructuras de transporte y energéticas. Hasta ahora han estado conectadas con Rusia, y su objetivo es emular a Estonia, Letonia y Lituania. Se independizaron en 1991 y
el pasado fin de semana se disociaron de las de Rusia para enlazarse con la de la UE. Es un proceso que, según prevé Burguete, Ucrania intentará "hacer más rápido". Se da la circunstancia que por el país agredido discurrían los gasoductos que transportaban el combustible que primero la extinta Unión Soviética y luego Rusia exportaba a Alemania, Austria y otros países europeos.
Por otra parte, desde el inicio de la guerra, el ferrocarril ha cobrado un gran protagonismo, ya que ha garantizado el tráfico interno y con el exterior, frente a los vuelos comerciales que dejaron de operar. Sin embargo, la Rusia zarista y luego el régimen soviético apostaron por un ancho de vía propio, lo que dificulta las conexiones con sus vecinos de la UE.
"El de Ucrania o Rusia es de 1.520 milímetros, frente al denominado ancho internacional o UIC, que es de 1.435 milímetros", expone Joan Carles Salmerón, director de Terminus, centro de estudios especializado en movilidad y transporte público. Salmerón destaca que, cuando la guerra arrancó, "las autoridades de Kiev decidieron acometer un importante esfuerzo inversor" con el propósito de modernizar su red y "adecuarla al ancho de vía de sus vecinos". Este año, prevé abrir el primer tramo adaptado de 20 kilómetros.
Mientras, la agencia de desarrollo económico UkraineInvest lleva tiempo promocionando al país entre los inversores privados, y destaca como puntos fuertes el efecto tractor que conllevará la reconstrucción, la mano de obra cualificada, su ubicación estratégica o la apuesta que está haciendo por las reformas. La más reciente es la ley de simplificación de trámites para parques industriales esta semana admitió a trámite la Rada Suprema (Parlamento).